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lunes, 27 de junio de 2011

No sólo en River hay culpables

Por Hugo Víctor Morales

Ahora, esquivando los chorros de agua, el fuego, el humo, aturdido por los insultos y los disparos de gases, es tarde para las acusaciones y los lamentos. Habrá once nombres estigmatizados, a los que sólo mencionar parecerá pecado y una fecha maldecida de junio, una tarde que era de sol, con la tibieza de las tribunas hasta donde no llegaba el aire helado que venía del río, marcada en el 26, el 26 de junio, como un dia innombrable.

Pocos dirán que el dolor exacerbado de esa gente que camina por la Avenida del Libertador, tiene padres. Que ese retorno, pasmados y aturdidos por episodios que aún no consiguen desbrozar, es parte de una crónica anunciada hace tiempo en la que nadie creía, que se leía como un cuento en el que el autor da la vuelta de tuerca que quiera y por lo tanto el final transcurre a gusto del lector. La televisión que robó al fútbol durante tantos años, Clarín, Torneos y Competencias, ahora espera a River para convertirlo en algo redituable para ellos, siempre para ellos, disimulando sus culpas, mientras transmiten el escándalo de las calles, esa violencia que por otros motivos siempre auspician y a la que le sacan jugo del político y del económico.

River no se fue este 26 de junio. Eso es nada más que una precisión, la forma de mencionar la derrota poniéndole una fecha, una hora y un resultado. River empezó su andar hacia el abismo cuando sus dirigentes, otros, no estos, pactaron con el diablo. En vez de juventud eterna, pidieron nada menos que la impunidad y, a cambio, dieron la protección del espurio negocio de los televisores codificados. Si para River estaba bien, lo estaba para el resto (también Boca-Macri, hacía lo suyo para fortalecer el negocio). Los diarios como Clarín no hablaban sino para defender dirigentes en temas de barras, muertes y negocios de toda laya.

River empezó a irse cuando asesinaron a Acro porque había mucha plata en juego. Cuando acto seguido sus dirigentes sacaban ante alguna lluvia crítica el paraguas del Grupo. Como se decía ayer en estas páginas, la propia gente que hace periodismo en el Grupo cuenta cómo les estaba impedido hablar de Aguilar y los otros. Maten al árbitro, al que pateó mal un penal, a quien sea, pero no se metan con Aguilar. Era sagrado Aguilar.

¿Cuánto necesita el señor de adelanto para tapar agujeros? Muy bien, aquí está la plata. No importaba si los dirigentes que llegaran algún dia no tenían ni para pagar la luz. Se apostaba a algún resultado transitorio y allí aparecían los elogios. Aguilar ahora está en la FIFA, dicen, sentado a la diestra de Dios, pater Grondona y algunos aseguran que está en la organización de la Copa América, ese asunto de ver cómo quedaron de lindos los estadios y concurrir a los cócteles. A él le va bien, dicen, si hasta se sacó unos kilos y luce espléndido, joven. Los hinchas de River, en cambio, parecen haber envejecido diez años en un solo día.

También hay que decir que todo pudo ser distinto. Este cronista escribió ayer la nota sobre Clarín, Aguilar, etcétera, porque pensó que si no lo hacía antes del partido, el triunfo ante Belgrano sería como ceniza que cae y no deja ver nada. Es que, y perdón Belgrano, nunca pensó el firmante que el coraje y la concentración podrían disimular las diferencia de calidades que hay, pese a todo entre millonarios y piratas.

Y anduvo cerca de tener razón, si no fuera que a River, no sólo le pasó tener un Aguilar y ser un plato apetitoso en la mesa de los negocios de Clarín-Torneos. Había un Pezzota en el camino y en el único momento en el que la vida le sonreía –ganaba 1-0, iban 25 minutos y jugaba bien–, el árbitro se comió un penal.

Y no era igual ese penal al que dio cuando River se tuteaba con el desencanto, ni a otro que dejó pasar cuando llegaban los minutos finales. También le sucedió a River que le atajaran el tiro del final, el de Pavone en la pena capital concedida. Y que sus zagueros chocaran entre ellos, perturbados, para dejar servido el gol del empate de Belgrano.

River, el equipo actual, tambien ayudó, desquiciado por la inseguridad, confundido por el ataque mediático. Pero no son estos once, ni este técnico, ni los 50 o 60 que jugaron estos años, o los cinco técnicos que pasaron. Si la crónica habla sólo de ellos, si el hincha de River no aprende a mirar un poco más profundamente, si el hombre de fútbol en general, no aprecia cuántas de sus desventuras son la impronta del negocio nefasto de aquella televisión ladrona, se consumará otra injusticia.

27/06/11 Tiempo Argentino

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