Powered By Blogger

domingo, 10 de diciembre de 2017

Una encuesta muestra que casi nadie cree que el nuevo sistema previsional beneficie a los jubilados




Por Raúl Kollman 
Siete de diez piensan que el nuevo cálculo va a ser negativo, la mitad ve que los jubilados están peor que hace dos años y el ochenta por ciento afirma que no se puede vivir con los haberes mínimos.

Apenas uno de cada cuatro argentinos, una minoría, cree que la reforma previsional va a ser beneficiosa para los jubilados. Y siete de cada diez personas sostienen que la nueva fórmula de cálculo del aumento de haberes va a ser perjudicial, negativa, para los jubilados. Ambos datos son una demostración de que gran parte de los ciudadanos ya sabe, algunos un poco más y otros un poco menos, que la reforma reduce los aumentos a los jubilados y que el gobierno quiere “ahorrar” más de 100.000 millones de pesos en 2018 a costa de los ingresos de la clase pasiva. Esa mirada negativa sobre el ajuste que implica la reforma se percibe también en otras opiniones. Prácticamente la mitad de la población dice que los jubilados están peor que hace dos años, es decir durante el gobierno kirchnerista, mientras que apenas uno de cada cinco argentinos piensa que los jubilados mejoraron la situación desde 2015. En sintonía con ese análisis, la casi totalidad de los ciudadanos evalúan que una persona que percibe la jubilación mínima no puede vivir dignamente.

Las conclusiones surgen de una amplia encuesta, realizada en exclusiva para PáginaI12, por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), que lidera Roberto Bacman. En total se entrevistaron 800 personas de todo el país, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social. El sondeo, telefónico, se terminó de procesar ayer.
 “Todo parece indicar que se viven tiempos turbulentos en esta Argentina de hoy –analiza Bacman–. La gente está muy preocupada. Luego de su triunfo electoral, el gobierno nacional siguió de manera inflexible con su metódico plan económico: se produjo el tan temido aumento de tarifas, los combustibles también subieron, el gobierno no logra encontrar la receta que le permita bajar la inflación. Y en tal contexto, la economía desde el mes pasado se ha ubicado nuevamente en el centro de la escena y se convierte otra vez en la principal preocupación de los argentinos. Se viene fin de año y se percibe un clima enrarecido por la economía y también por la política. No debe causar sorpresa alguna que las tres reformas que el gobierno ha enviado para su aprobación al Congreso Nacional no logren buena aceptación en la opinión púbica argentina. Y es lógico: tal como se vio el mes pasado, en un clima social bastante crítico, las reformas producen desconfianza y rechazo”.

En la encuesta del CEOP se perciben dos fenómenos. El primero es que es que los ciudadanos están preocupados. Los jubilados, porque deteriora su situación inmediata: en marzo iban a percibir un aumento del 13 o 14 por ciento, de acuerdo a la actual fórmula, y si el gobierno suplanta el cálculo, se prevé que el aumento sólo sea del 5,7 por ciento. Pero también hay una preocupación por el largo plazo, es decir porque el deterioro en la movilidad jubilatoria va a afectar a los futuros jubilados, que percibirán un haber inicial significativamente menor. También sigue instalada en la conciencia la idea de que puede venir una privatización, con planes aún más perjudiciales.
“En la medida que se avanza en la lectura de los resultados que este trabajo de campo arroja, los aspectos subyacentes se hacen manifiestos: la preocupación da lugar al enojo –apunta el titular del CEOP–. Y también es lógico que esto ocurra. La percepción se sostiene en la evaluación de la situación de aquellos que han dado una parte importante de su vida al trabajo y que los encuestados ven que penan como jubilados y que, en definitiva, no poseen el derecho a acceder a una vida digna y sustentable. En tal sentido, la opinión de la gente es taxativa: alrededor de las tres cuartas partes de los entrevistados manifiestan que están convencidos que a los que tienen la jubilación mínima, lo que ganan ‘no les alcanza para vivir dignamente’. Realmente lapidario. Estamos hablando de que así lo ven tres cuartas partes de los consultados, una proporción altísima”.

Como es lógico, cualquier ciudadano percibe que aumentaron, incluso por encima de la inflación, las tarifas, los medicamentos y los alimentos, es decir lo que constituye el consumo elemental de los jubilados. De manera que no requiere de análisis muy sofisticados darse cuenta que la nueva fórmula es perjudicial. A eso debe agregarse que desde el primer día una gran mayoría de argentinos cree que la administración Macri beneficia a los sectores de mayores recursos. La combinación de percepciones –que se perjudica a los jubilados y se beneficia a los poderosos– arma un cóctel explosivo en la opinión pública.

“¿El riesgo? –se pregunta Bacman– Concretamente recae en el fuerte impacto negativo que puede producir en la sociedad cuando la nueva ley previsional sea aprobada. Es cierto que el gobierno está esperanzado que con la nueva composición del Congreso la ley sea aprobada. Pero, luego viene la reacción de la gente. A la luz de estos resultados puede vislumbrarse un alto rechazo por parte de la sociedad. Sobre llovido, mojado. El ajuste los perjudica y la mayor parte de los entrevistados entiende que los jubilados están peor que dos años atrás. En todo está el verdadero riesgo: al caldeado clima social de fin de año, se le puede adicionar las consecuencias de esta reforma previsional”.

“En síntesis –redondea Bacman–, los argentinos se perciben bastante lejanos a esta reforma previsional. No creen que beneficie a los jubilados; están convencidos que la situación de los pasivos más vulnerables va a tender a empeorar y avizoran un futuro en el que también ellos van a ser perjudicados. Para muchos, incluidos la mayor parte de los independientes, este no es el cambio que esperaban. Habrá incluso una franja enojada porque la reforma va en contra de las promesas de campaña. No son cuestiones que se borren fácilmente”.


martes, 28 de febrero de 2017

EL PERONISMO Y LA UNIDAD QUE IMPONE LA HORA

Alberto Lettieri
El 24 de febrero se cumplió un nuevo aniversario de la primera victoria electoral del peronismo, en 1946, cuando la fórmula encabezada por Juan Domingo Perón y Hortensio Quijano derrotó a los radicales José Tamborini y Enrique Mosca, candidatos de la Unión Democrática articulada por iniciativa del Embajador Norteamericano Spruille Braden. A partir de entonces, la Argentina profundizaría un proceso de cambios iniciados con el acceso del entonces Coronel Juan Domingo Perón al Departamento Nacional del Trabajo, en 1943.

Mucho se ha escrito sobre la Argentina y sobre el peronismo desde entonces. Sin embargo, al cabo de más de 70 años de existencia, el movimiento nacional justicialista se encuentra fracturado, enfrentado internamente y urgido de una actualización doctrinaria que le permita dar respuesta a las urgencias y expectativas de una sociedad desgastada. Un sociedad que ha experimentado un proceso inédito de empobrecimiento, concentración de la riqueza y endeudamiento en poco más de un año, con niveles de inflación desconocidos para un gobierno pretendidamente basado en la ortodoxia liberal, en el marco de una preocupante politización y exposición del Poder Judicial.

Una semana atrás, concluía esta columna reflexionando sobre la preocupación respecto del horizonte del proceso de unidad del peronismo, en vistas de las ambiciosas pretensiones sobre la composición de las listas que había exigido el cristinismo, y en su deseo de convertir a la movilización de la CGT del próximo 7 de marzo en una especie de plebiscito sobre Cristina Fernández de Kirchner, instando a marchar sobre los tribunales de Comodoro Py ante la citación de Bonadío, para luego comparar el respaldo que la ex Presidenta y el sindicalismo alcanzaban por separado y convertirlo en capital de negociación interna. Por ese motivo exigían un pronunciamiento institucional del PJ asociándose a la marcha sobre la sede judicial. La escasa sensatez de las demandas de las agrupaciones cristinistas motivó el fracaso del Congreso de Santa Teresita, mientras oscuros nubarrones poblaban el horizonte del movimiento nacional.

Sin embargo, debido a esa maravillosa capacidad que tiene la política de transformar drásticamente los contextos y las opciones a partir de la modificación de situaciones aparentemente inmodificables, en menos de una semana la brisa marina permitió limpiar un tanto ese oscuro panorama. Tal vez debido a la gravedad de la situación social, y del creciente malestar existente en el segundo y tercer cinturón de la Provincia de Buenos Aires. Tal vez los aumentos descontrolados en peajes, servicios, salud, luz, gas, celulares, etc., que han generado duras críticas dentro de los sectores medios que votaron a Cambiemos en el ballotage. Quizá la suma de informaciones y decisiones que beneficiaron desde los inicios de este Gobierno a los grupos económicos más concentrados , con presencia efectiva en las primeras y segundas líneas de este gobierno, desde las empresas Off Shore denunciadas en los Panamá Papers, los manejos financiero de la Fundación Sumar, la cuestión Qatar, el tema Malvinas, la condonación de la deuda del Grupo Macri, la eliminación de retenciones al agro y la minería, la habilitación para un acceso prácticamente ilimitado a los recursos nacionales para terratenientes y grupos económicos extranjeros, o las sospechas sobre el futuro de YPF y Aerolíneas Argentinas tras el actual periplo español de la comitiva presidencial, sin olvidar la oscura negociación sobre la deuda de los fondos buitres, o el inédito endeudamiento llevado adelante por diversos Estados, tanto Nacional como Provinciales, hayan terminado por derramar el vaso. Tal vez haya sido la inadmisible situación de encarcelamiento de Milagro Sala, o la ofensiva sobre los camaristas que decidieron validar el convenio paritario de bancarios, o quizá la descalificación de los docentes de la Patria por reclamar un salario que los posicione dentro de la canasta familiar, y la utilización de un ex agente de inteligencia para llevar adelante una ofensiva rompehuelgas sobre la paritaria educativa. Quizá sea la sensación de injusticia, del trato tan brutalmente diferenciado que reciben las corporaciones del poder y los trabajadores y las clases medias y subalternas. Quizá sea el aumento del transporte público, quizá el pésimo servicio prestado por compañías a las que se les realizan condonaciones de deudas y se les habilitan aumentos abusivos. Quizá sea la el temor ante la pérdida del empleo, del derrumbe de las jubilaciones y de los planes y políticas sociales, frente a la experiencia concreta de las decenas de miles que ya han sufrido esos daños. Quizá sea el irracional aumento del precio del

pan, que amenaza convertirlo a un insumo básico de la dieta popular en un artículo de lujo. Cuando son tantos los tal vez o los quizá, queda en claro que no es un sector exclusivamente el que esta erizando su paciencia. Y las políticas de Cambiemos, en lugar de acercar el fósforo a la hornalla, parece estar empecinado en enfocarse en la garrafa. Sería bueno que el Gobierno Nacional tomara nota, y evitara la reproducción de procesos de triste memoria en la historia nacional.

Cuando al Revolución Francesa estaba por estallar y había una terrible tensión social producida por el hambre, el pueblo más necesitado se congregó alrededor del Palacio de Versalles para manifestar su desagrado y la gravedad de sus necesidades, ya que no podían acceder ni a la harina ni al trigo para poder hacer pan, debido al fenomenal aumento de los precios de los productos de consumo masivo. Cuenta la leyenda que la reina María Antonieta preguntó de qué se trataba el clamor que provenía del exterior, y le contestaron: “Señora, el pueblo no tiene pan.” A lo que la reina habría contestado: “Si no tienen pan que coman pasteles.” En realidad, la frase habría sido pronunciada por una reina anterior, pero el rumor corrió como reguero de pólvora, lo cual incrementó el malhumor social y la ojeriza que el pueblo sentía por la reina de origen austríaco. Poco después, estalló la Gran Revolución y la monarquía fue derrocada.

No puede decirse que el Gobierno Nacional no haya sido reiteradamente advertido sobre los riesgos que entrañan sus políticas unidireccionales en perjuicio de las grandes mayorías populares. Tampoco puede negarse que, sin mucho esfuerzo, con algunas decisiones puntuales ha conseguido en muchos casos postergar las reacciones sociales, sobre todo debido a la limitada capacidad de negociación de las agrupaciones que representan a los sectores menos favorecidos de la sociedad, debido a la situación de fragmentación que experimentó el campo popular a partir de 2013.

Sin embargo, se advierte un cambio en los tiempos históricos que parece que el Gobierno no alcanza a percibir, aunque sí ha podido hacerlo, con su desarrollado olfato, el peronismo. El 11 de febrero, en coincidencia con el 71no aniversario de la primera victoria electoral de Perón, se reunieron los radicales en Villa Giardino, y los peronistas en San Vicente. En la primera de esas reuniones, el ex Franja Morada y hoy ambicioso militante caracterizado de Cambiemos, y columnista de Jorge Lanata, Martin Tetaz, advirtió que “Nos vamos a comer una paliza histórica” si no cambian urgentemente algunas políticas económicas y se producen reemplazos significativos en el Gobierno, comenzando por el desplazamiento de Marcos Peña Braun, quien debería dejar su lugar a Antonio Sáenz. Si bien resulta claro que se trataba de un ámbito partidario donde se lanzaban globos de ensayo sobre futuras candidaturas y pre-candidaturas, entre ellas la de Alfonso Pratt Gay a la Presidencia Nacional para 2019, queda claro que el piso de la alianza Cambiemos continúa crujiendo, y que el inminente desafío electoral será una dura prueba para su estabilidad.

Del lado del peronismo, tal vez en virtud a la aceptación del cristinismo de que la relación interna de fuerzas no es todo lo favorable que permanentemente han tratado de presentar, o bien que el pretendido plebiscito del 7 de marzo no sería precisamente favorable para CFK, debido a que la convocatoria de la CGT tendría una mayoría abrumadora respecto de la convocatoria a Comodoro Py, quizá a la falta de voluntad para asumir el costo político de ser identificados socialmente como los responsables del fracaso del proceso de unidad, o a un simple cálculo político basado en el agotamiento de la paciencia social y la eventual reproducción, más temprano que tarde, de un nuevo “que se vayan todos”, los diversos sectores que componen la diáspora peronista aceptaron la paciente convocatoria de Fernando Espinosa y participaron de un nuevo cónclave del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires. El documento final, pese a sus necesarias generalizaciones -propias, por otra parte, del nivel incipiente del proceso de unificación-, es, de todos modos, una brillante carta de intención, no sólo en lo referido a la identificación del adversario, sino también en su crítica contundente a las políticas implementadas por Cambiemos, tanto en Nación como en provincia, a su explícita inclusión de los Gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner dentro de la saga partidaria y la condena a la injustificada detención de Milagro Sala, así como a la persecución judicial de CFK. También formula una clara reivindicación de la doctrinas y de las banderas históricas del peronismo, su apuesta por el trabajo, la producción y la igualdad, para concluir expresando la determinación común de postergar las diferencias internas en beneficio de la unidad reclamada por la mayor parte de la sociedad argentina.

Tal vez el momento más emotivo del cónclave tuvo lugar durante la breve exposición del Diputado Oscar Romero, Presidente del Bloque Justicialista e histórico referente de Smata -uno de los sindicatos más

golpeados por la política de ajuste de Cambiemos-, quien, en lenguaje llano y directo, llamó la atención sobre la gravedad de la situación de miles de trabajadores argentinos, y la necesidad de preservar las fuentes de trabajo, ya que ante la necesidad, más allá de las diferencias, “primero deben estar nuestros compañeros”. “Una cosa es hacer una movilización para ir a reclamar una mejora salarial. Pero muy diferente es hacer una movilización o tomar una medida de fuerza para defender una fuente de laburo. Yo no sé cuantos de aquí le han visto la cara a un compañero cuando recibe un telegrama de despido o un telegrama de suspensión.”

No es casual que, en un contexto de estas características, sea un dirigente de origen sindical -desprovisto de una retórica florida pero extremadamente contundente en sus apreciaciones-, uno de los principales sostenes del proceso de unidad frente al proyecto gobernante. No lo es, tampoco, que los intendentes peronistas, que nada conservan de aquellos antiguos barones del conurbano, y con elevadísimos índices de respaldo popular a su gestión, se constituyan en garantes e impulsores de ese mismo proceso. “Como los intendentes, los dirigentes sindicales siempre hemos estado al lado de los compañeros.”-señalaría Romero en otro momento de su alocución. Unos y otros son los que cotidianamente le “ven la cara a los trabajadores”, situación que les provee de un inmejorable termómetro social cuya temperatura, desde hace más de un año, está en permanente alza. Son aquellos para quienes la tesis de que “cuanto peor, mejor”, no tiene cabida ni consideración posible, ya que cada empeoramiento implica más hambre, menos educación, más exclusión social. Indicadores que pueden valorarse desde la teoría del internacionalismo revolucionario, pero no desde la sensibilidad y la doctrina peronista.

Romero realizó un emotivo llamado a realizar un esfuerzo supremo a favor de la unidad. “Nuestro enemigo es el Gobierno y se llama Mauricio Macri.” Y reafirmando sus palabras con el ejemplo, agregó inmediatamente que: “Debemos dejarnos de agredirnos entre nosotros. Al movimiento obrero también se lo debe respetar. Como lo hizo Perón, como lo hizo Evita Como lo hizo Néstor y como también lo hizo Cristina. El movimiento obrero es la columna vertebral del peronismo.”-afirmó, en medio de una verdadera ovación de los asistentes.

En concordancia con la reunión del Congreso del PJ en San Vicente, se sumaron otros elementos que sumaron vigor al proceso de unidad partidario. Por un lado, las declaraciones de un Julián Domínguez decidido a jugar en la interna partidaria, en lo posible en compañía de un Florencio Randazzo cada vez más activo, y de quien se espera un mayor protagonismo a su retorno de Roma. Por el otro lado de lo que se dibuja como una eventual interna, llamó la atención la predisposición de Cristina Fernández de Kirchner a asumir un rol más histórico en el amplio espectro del movimiento nacional, tal como lo impone la hora, por encima de las consideraciones sectorial es de las agrupaciones militantes k. Así parece evidenciarlo sus declaraciones instándolas a que no caigan “en la trampa” y no se manifiesten el martes 7 de marzo en los tribunales de Comodoro Py, y en su recomendación de que se sumen a la marcha de la CGT porque “la gente no llega a fin de mes”. “El 7 -concluyó CFK- , yo lo veo a Bonadio, pero por favor… Ustedes hagan que el Gobierno vea al Pueblo. Marchen junto a los trabajadores y trabajadoras.”

Tal como aseguraba Juan Domingo Perón, sobre la marcha se van acomodando los melones, y en esta última semana la carreta del peronismo parece haber comenzado a andar. Todavía es muy temprano para predecir la suerte que le aguardará en su marcha. Sin embargo, algo resulta muy evidente, y es la convicción de la dirigencia partidaria de que el mes de octubre es un horizonte todavía muy lejano, no para los tiempos de las negociaciones políticas, sino para la contención de los humores sociales en creciente proceso de ebullición. De este modo, los más experimentados consideran que mientras un peronismo unido es garantía de contención y conducción hacia una meta de reivindicaciones de los intereses populares, el fracaso de esa unidad posiblemente nos pondría de caras a graves situaciones sociales, cuya magnitud y consecuencias resultan difíciles de prever.

También queda claro que el Gobierno debe realizar sus propias jugadas, y decidir internamente si continúa en una línea de beneficio unilateral de los intereses económicos más concentrados, exponiéndose así a una dramática derrota electoral, que anticiparía un complejo trayecto durante la segunda mitad de su mandato, o bien acepta recalcular, modificar su composición y sus políticas, asignando más espacio a su ala política en detrimento de las imposiciones de CEO’S y brokers corporativos, para de este modo aguardar con mejores expectativas al futuro y a su eventual continuidad institucional.

Por último, es llamativo el silencio de radio que experimenta orgánicamente el Frente Renovador, acotado en las últimas semanas a iniciativas aisladas a favor de la paridad de género, la igualdad en la representación política y algunas críticas a las políticas oficiales. Queda claro que el escenario de polarización que auspician tanto el Gobierno Nacional como el cristinismo parece resultarle tan desfavorable como en 2015, y que distintas cuestiones que implican definiciones de principios han calado hondo al interior de ese espacio político. No es precisamente un secreto que los posicionamientos en torno de la detención de Milagro Sala han significado un verdadero parteaguas, del mismo modo que la definición de una matriz opositora diferenciada del peronismo frente a la gestión de Cambiemos. Adicionalmente, muchos de sus referentes caracterizados no han ocultado su deseo de retornar al PJ y participar de la interna partidaria. El caso de Felipe Solá, por ejemplo, quien es visto como un excelente candidato para encabezar un Frente político articulado en torno al peronismo en la CABA, con al apoyo del FR y de un amplio segmento del justicialismo local, distanciado de las agrupaciones militantes, merece ser analizado con detenimiento, en el marco del proceso de reunificación peronistas.

Estos y otros desafíos no menos urgentes deberán ser resueltos con inmediatez por Sergio Massa, a quien algunos quieren jugando en la interna del Peronismo y otros expulsarlo a la de Cambiemos. En lo que la mayoría parece estar de acuerdo, naturalmente a excepción de sus propios partidarios, es en pronosticar que el Frente Renovador no tendría posibilidades de un crecimiento real, al margen de establecer alguna de estas alianzas. Pero, como sabemos, la política nos da sorpresas cotidianamente, que a menudo los pronósticos de los aprendices de brujo están teñidos con intereses espurios y que en nada está dicha la última palabra.



Alberto Lettieri exclusivo para Cadena BA. 25/02/2017
(Historiador) @albertolettieri
Doctor en Historia, Ex Director Académico del disuelto Instituto de Revisionismo historico Manuel Dorrego, Prof. Tit. UBA, Investigador Conicet, Escritor.


lunes, 27 de febrero de 2017

Sin Jauretche, la oscuridad

Por GABRIEL FERNÁNDEZ

Cuando uno descubre la actividad que realmente lo apasiona, algo no tan habitual en la vida de los seres humanos, intenta realizarla siempre. Esto no implica dejar de lado afectos y vínculos. Pero condiciona el armado mismo de la vida en derredor de una tarea. Precisamente porque no se siente como una tarea, sino como un placer, en tanto se admita que el placer se desarrolla cuando es en serio. No me atrae un montón de papafritas que resuelven simplemente reír y decirse a sí mismos qué bien la pasamos. El gusto pleno por un trabajo se percibe al encararlo con dedicación, tiempo y convicción.

Todas las cosas pueden remitirse alfútbol, claro. Allí encontraremos el sentido profundo de la realización. Quien piense que jugar o ver fútbol es “divertido” y pretenda identificar la complejidad del juego en un festejo, se equivocará de palmo a palmo. Habrá algún caso extraordinario de quien pueda jugar bien sin entrenar, pero es una rotunda excepción. Quien no está dispuesto a las dificultades de la práctica, no estará genuinamente capacitado para el clímax que implica la contienda en sí misma.¿Adónde voy? Bueno, estoy hablando de periodismo.

Esta es una nota que me debo hace rato. Viene rondando mi cabeza desde las épocas lejanas de laAgencia Latinoamericana Prensa Latina. Se reforzó en Question Latinoamérica y se corroboró por estos tiempos con el trabajo en La Señal Medios entre varios espacios. Ha sido parte de las conversaciones con varios compañeros; entre otros Julio Fernández Baraibar, con quien nos dedicamos a desmalezar la información internacional para hallar la punta correcta de la razón en informaciones confusas y con ejes zigzagueantes. Vamos a una aseveración inicial, ligada al arranque: no se debe ejercer el periodismo sin leer.

Alguien objetará “no se puede” y aclaro que si, como se visualiza día a día, se puede; sólo que me siento obligado a sincerar el planteo y decir que no está bien, porque así se generan productos de baja calidad y superficialidad analítica. La franqueza no nos hará libres, sólo nos deparará nuevos adversarios, pero en determinada instancia, resulta inevitable: en este rubro comunicacional hay una gran masa de trabajadores de prensa que no logra percibir lo que tiene delante ni hilvanar las conexiones existentes entre los distintos hechos que narra día a día. Serán buenos tipos, amables contertulios, pero en el trasfondo de sus artículos se percibe que no captan historia, entorno, intereses, sentido de lo que están indicando.

Este grupo masivo está expuesto a adoptar como propios los lineamientos editoriales ajenos y no sólo por pertenecer a un medio, es decir, por un vínculo contractual con una empresa, sino porque terminan creyendo en esas ideas. Así pueden llegar a suponer que una recriminación a CNN es un atentado contra la libertad de prensa; que –caso contrario- esa libertad implica adjetivar a diestra y siniestra comoburgueses, explotadores y opresores; o, quizás peor, recurrir de continuo afrases genéricas sobre la libertad y los derechos civiles extrapoladas y descontextuadas con las cuales logran quedar bien ante tirios y troyanos en las redes sociales. Hay más, pero esos tres casos son bien característicos.

Si quieren escribir sobre algo, amigos, no hay atajos: es preciso adentrarse en la historia de ese algo. Las secciones pueden ser política nacional, internacional, cultura, espectáculos, deportes, o la que deseen. Pero sea cual fuere el ítem, es preciso conocer lo que ha ocurrido y lo que ocurre en la zona abordada. De otro modo –en el fútbol esto es habitual- se recurre al “antes esto no pasaba” o “en otros tiempos se jugaba mejor” o “ahora el juego carece de técnica”. Tonterías generales que se escuchan a diario y están asentadas en el desconocimiento profundo de la disciplina que se está cubriendo. Ni hablar de asuntos políticos (nos vamos zambullendo en el nudo del artículo, fíjense): ya está bien de periodistas latinoamericanos que se refieren al peronismo como una “fuerza de derechas” o que utilizan sin especificar el concepto “liberal” como si encarnara lo mismo en el Sur que en el Norte. 

Después de ese grupo de colegas amplio, emerge una zona importante del gremio con cierto “nivel analítico”. Está compuesta por aquellos periodistas que, efectivamente, conocen trayectorias y antecedentes, están bien informados sobre la actualidad y tienden a proyectar algunos desarrollos y consecuencias. En ocasiones, pese a las diferencias ostensibles que surgen entre sus orientaciones, brindan datos relevantes y logran situar al lector en el lugar de conocimiento adecuado para empezar a entender lo que se está informando. Se han preocupado por horadar la cuarta pared que nos separa del ayer y, lejos de englobar lo pasado, intentan reconocer procesos y diferenciar períodos. 

Por ejemplo, vienen surgiendo escritores que más allá de escandalizarse y denunciar los crímenes de Al Qaeda y su hijo predilecto, el ISIS, rastrean un poco y se preguntan “¿puede ser que los pueblos árabes sean responsables de esto? ¿quién provee armamentos a tales organizaciones? ¿de dónde sacan sus recursos? ¿porqué atacan a quienes atacan?”. Naturalmente, estas preocupaciones implican, para el receptor, un nivel más elevado de intelección que las campañas contra morenos y barbudos tan habituales en los medios concentrados. Lo mismo para aquellos que al hablar de mediocampistas dejan de focalizar todo en la dualidad comparativaMaradona – Messi y evocan a Bochini, Alonso, Jota Jota, Brindisi, pero no olvidan a los de contención, tantos cincos que facilitaron la gestión de las grandes estrellas.

Es decir, la formación, la lectura, ayudan. Pero el lector perspicaz ya entenderá que falta algo. Que lo afirmado está bastante bien pero necesita un giro más de taladro para ahondar en algo semejante a la verdad. Voy de lleno entonces, a lo que podríamos llamar periodismo latinoamericano popular, progresista, izquierdista. Involucra a una gran cantidad de compañeros de todo el subcontinente. DesdePrensa Latina hasta Página 12, desdeLa Jornada hasta Marcha, desdeTelesur hasta C5N, desde Le Monde Diplomatique hasta Raíces, desde Red Voltaire hasta El Argentino. Y los demás que le vengan a la memoria, también.

Esto es delicado, porque todo el mundo tiene derecho a creer en lo que cree; pero el comentario presente se basa en la obligación adquirida de jugar en serio. Es decir, de formarse con todos los elementos disponibles. El periodismo no suele ser, salvo algunas excepciones, un oficio escogido por descarte. Tal vez algunos, en ciertos momentos de la vida, quisimos ser astronautas o futbolistas, pero a decir verdad quien trabaja en este mundo de diarios, webs, revistas, canales y radios lo hace porque le agrada, porque anhelaba hacerlo. Para concretar su aspiración, insisto con el arranque, necesita entrenarse. Si no, como ha dicho el amigo antes citado, “yo quiero saber hablar chino pero no tengo la menor intención de sentarme a estudiarlo”. Es decir, no deseo hacerlo realmente.

Ahí voy: tantas décadas después de su elaboración y desarrollo, es inadmisible que el periodismo popular latinoamericano se siga guiando únicamente por autores europeos o seguidores de los mismos, sin asomarse al pensamiento nacional surgido en el Sur del continente. Como dato vale añadir que este, a su vez, está ligado a escritores del Sur – Centro que se conocen pero no se vindican adecuadamente, como Raúl Haya de la Torre, Juan Carlos Mariátegui, o el mismo Hugo Chávez. Sólo por citar algunos enormemente mencionados.El desconocimiento de la tarea político cultural de analistas de primerísimo primer nivel como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, daña las posibilidades de análisis de actualidad.

Sin anestesia: la tarea de las izquierdas argentinas desde 1940 hasta el presente, con excepción de la llamada Izquierda Nacional y varias dignas variantes con orientación latinoamericana, no ha sido otra, en el plano subcontinental, que explicar que el peronismo era el modo burgués escogido en la Argentina para evitar el avance hacia el socialismo de nuestro pueblo. Esa definición que, palabras más, palabras menos, incluía motes comoautoritarismo, fascismo y el ya consabido populismo, calzó profundo en el resto de los movimientos populares de la región y persiste como una pesadilla en la mente de las generaciones presentes. La efectividad de la prédica ha resultado intensa debido a que se combinó con la gran labor de inteligencia inglesa y norteamericana a través de sus medios y sus políticos, para identificar al peronismo con el hitlerismo.

Claro: si los pueblos, y los periodistas latinoamericanos, recibieron durante más de siete décadas la advertenciadel Partido Comunista y de laSociedad Interamericana de Prensa sobre la orientación derechista del peronismo, ¿cómo iban a confiar en sus principales pensadores? Los resultados son dolorosos en el ámbito del reconocimiento a varios luchadores, y dramáticos en el del análisis político concreto de actualidad. El primer punto lo quiero mencionar pues lo tengo atorado desde hace mucho y sólo me parece justo, aunque quizás sin derivación: enCuba pocos evocan a Rodolfo Walsh, John William Cooke, Gustavo Rearte y menos aún se animan a historiar profundamente a Juan Domingo Perón. En Venezuela no hay un solo profesional de prensa que conozca el pensamiento nacional argentino, pese a que Chávez se nutrió insistente y lúcidamente de Perón, Jauretche, Galasso, entre tantos.

Este párrafo reciente merece una aclaración, pues nace del conocimiento directo. La mayor parte del plantel de Prensa Latinarara vez oyó hablar de Walsh, quien junto a Jorge Ricardo Mascetti fundó la experiencia. Intenté vanamente introducir elementos analíticos que fueran más allá del esquemaizquierda – derecha para situarse ennación – antinación y sólo en determinadas ocasiones lo logré. Como he narrado en otra ocasión, cuando tuve la posibilidad de dialogar mucho tiempo con Fidel Castro, le pregunté por Perón y me respondió “siempre actuó a favor nuestro”. En cuanto a la patria bolivariana: Hugo Chávez pedía insistentemente al director de Question en Venezuela, Aram Aharonián, textos como los que estamos nombrando. Con el “Turco” los reuníamos acá y se los enviábamos; el líder los devoraba y cuando venía a la Argentina afirmaba a voz en cuello “soy peronista”. ¡Es que ambas revoluciones eran a su vez sociales… y nacionales!

Ahora bien, vamos a lo más grave. En la década reciente, América latina se encaminó –y lo seguirá haciendo en el futuro pese a los vaivenes que suele prodigar la historia- hacia una unidad con rasgos terceristas y confederados con proyectos locales asentados en economías mixtas: rol rector del Estado, impulso a los emprendimientos sociales y lugar controlado para la empresa privada. Prioridad productiva por sobre la financiera. Derechos sociales extendidos y alza de los consumos internos. Como los medios antes mencionados, entre tantos, insisten en desconocer la labor interpretativa jauretcheana (es una flecha, un cursor indicativo, pues tenemos que señalar a Scalabrini, Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Jorge Spilimbergo, Alberto Methol Ferré,  Cooke, Walsh, Fermín Chávez y tantos más), terminan reduciendo semejantes construcciones complejas a la dualidad izquierda – derecha que empobrece el análisis y deja al lector inerme ante las maniobras de los espacios comunicacionales concentrados.

De ahí, en buena medida, la efectividad de la prédica antinacional y antipopular de los medios corporativos en Venezuela, Brasil, Argentina y tantos otros lugares clave del continente. Nuestros colegas no comprenden lo que está pasando ante sus narices y caracterizan de fascistas, xenófobos, antidemocráticos a conjuntos políticos y culturales variados en realidad situados en un renglón que amerita análisis profundos. Repasemos las temáticas: los nacionalismos populares en Medio Oriente, el emerger de los acuerdos chino – ruso, el armado regional interior del PT, los gobiernos kirchneristas, las elecciones en los Estados Unidos, la política interna mexicana, el rol de los socialistas chilenos, la identidad social tejida en derredor del sandinismo nicaragüense, los discursos patrióticos encendidos de Chávez. ¡La función política de Jorge Bergoglio como Papa y el sentido simultáneo de Techo Tierra Trabajo y Estamos en Guerra!

En charlas recientes con analistas políticos venezolanos me encontré con estas aseveraciones: “nosotros sabemos que el chavismo es de izquierda, por eso lo apoyamos; con el peronismo no nos metemos, Argentina es muy complicado y no tenemos opinión al respecto”. Casi textual, si la memoria no me falla. Esto no es un tema de orgullo nacional: no me importa que no comprendan lo que pasa en nuestro país; es ostensible que esa lejanía de autores que están en la web tan al alcance de la mano como Eduardo Galeano o Ignacio Ramonetdamnifica su propia capacidad de análisis sobre los procesos que están atravesando en vivo y en directo. Y así se termina confundiendo a Chávez con un marxista clásico, a Perón con un populista de derechas y a Cristinacomo alguien “que ha hecho muy bien en alejar al pueblo del peronismo”.Esta última frase también SIC y hay que tener panorama para entenderla y cuestionarla a fondo.

El volumen de lo realmente existente pesa aunque se lo niegue. Es más, si se lo barre bajo la alfombra como inexistente, se genera una distorsión. Es decir: el pensamiento nacional argentino es creación de una región de los pueblos latinoamericanos. Como la obra deGarcía Márquez, los postulados dePaulo Freire; más lejos, la sagacidad de José Martí, o más cerca, la hondura de García Linera. Entre tantos. La justa absorción de estos amerita la consideración de los otros. Aquella vulgar campaña propagandística surgida de la inteligencia estratégica de Winston Churchill y el alineamiento externo de Vittorio Codovilla, opaca la mirada de quienes la obedecen sin sospechar su origen y el sentido de semejantes mandatos.

Como en otros textos escritos estos meses, el presente configura un alivio para mí. Ojalá sirva para algo. Pero, sin claudicar en un realismo que fuerza el optimismo a la hora de evaluar el andar de nuestros pueblos, mantengo mi prevención ante las capas intelectuales que protagonizan la comunicación popular en la región. Adecuar los procesos a la idea previa, sin preguntarse por qué la interpretación no cierra, puede constituirse en un vicio cómodo; y lo que es peor, prestigioso. La gran obra colectiva de los pueblos latinoamericanos merece “ojos mejores” para ver la Patria Grande. (La expresión corresponde a don Arturo, en polémica abierta con Payró. ¿Vale la aclaración?)


·         Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

domingo, 12 de febrero de 2017

Cristina-Scioli le saca 14 puntos a Cambiemos. Qué pasa si el candidato es Randazzo



Una nueva encuesta, en este caso de Rouvier y Asociados, vuelve a poner al peronismo a la cabeza de las preferencias de los electores de la provincia de Buenos Aires. Según la consultora de Ricardo Rouvier, una fórmula compuesta por Cristina Kirchner como candidata a senadora y Daniel Scioli como postulante a diputado alcanzaría el 35,6% y superaría al Frente Renovador y Cambiemos.
Este sondeo, hecho en base a 1.200 casos telefónicos entre el 27 de enero y el 6 de febrero en todo el territorio bonaerense, asegura que detrás del Frente para la Victoria se ubicaría una eventual fórmula entre Sergio Massa (senador) y Margarita Stolbizer (diputada), con el 28,4%. En tercer puesto, la dupla compuesta por Elisa Carrió y Cristian Ritondo, con el 21,3%. Un 6,2% aún no decidió a quién votar.
Como el margen de error para esta encuesta es de 2,8%, significa que CFK-Scioli tiene una intención de voto de entre 32,8 y 38,4%. El FR oscila entre 25,6% y 31,2% y Cambiemos, 18,5-24,1.
La consultora consultó que pasaría si Cristina y Scioli no se presentaran a las elecciones y la fórmula del peronismo fuera con Florencio RAndazzo y Julián Domínguez, y allí gana el peronismo, pero por un margen muy pequeño. En ese caso, Randazzo-Domínguez obtendrían el 30,6%, seguido de Massa-Stolbizer por el 26,9% y por último Carrió-Ritondo con 21,8%. En este caso, crece el número de indecisos: 9,1%.
Otras encuestas. En las últimas horas, Analogías presentó otra encuesta que le da a CFK y al peronismo un 33,19% sobre el 26% de Macri-Vidal y un 19,4% de Massa-Stolbizer.

Por su parte, la consultora Dicen en la última encuesta le da 40 puntos a la fórmula Cristina-Scioli sobre 24 de Carrió-J.Macri y un 17 de Massa-Stolbizer.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Las ideas no se matan

Quiero responder con esta columna al estimado sociólogo Horacio Gonzalez: si lo vimos. El "macaneo" del macrismo se vio venir antes de los timbres: con los globos. Con esos globos vacíos. Con esas falsas promesas. Con ese color amarillo copiado del liberalismo conservador alemán (FDP), partido precipitado en crisis. Con ese color amarillo de pro(segur), empresa que vende seguridad privada, ante la crisis de todo lo que provenga de la esfera "pública", de la res publica. Porque ni los colores son casuales: el amarillo (amarillismo) de las radios que promueven en los taxis el sensacionalismo-amarillismo (estigmatización/linchamiento) constante. El no dialogo político.

"Seguramente pasarán muchos menos para que una verdadera movilización de las fuerzas culturales, humanísticas, críticas, analíticas, científicas y tecnológicas del país, reaccione con argumentos novedosos y congregantes ante estos macaneos vergonzosos, al gusto de una nueva clase de lúmpenes-empresarios. Hay que decirles que están secas las pilas de esos timbres que van a apretar", afirma Gonzalez.

El falso "bus“ donde Macri simula estar con "pasajeros" de verdad, es un resumen de su política comunicacional: demagogia y simulación. Vender mentiras. Puestas en escena. Globos de colores. Mise en Scene: lo único que podemos hacer desde la cultura para contrarrestar esto, estimado Horacio, es apelar a lo único que sabemos hacer: frente al marketing y el vaciamiento de las ideas y los debates (el vaciamiento de la palabra, de la noción de deber civil, frente a la banalización constante del compromiso político, frente a la banalización de la militancia), responder con la cultura, la palabra, la poesía: la política. Volver a situar el discurso político como discurso develador de verdades incómodas y criticas con el verdadero poder, aquel que como dijo Saramago, es invisible, no se muestra, y no va a elecciones. Nadie lo elige y no se hace ver: y no le gusta que lo nombren. Que lo señalen con el dedo. Y eso fue lo que se hizo durante una década: mostrar lo que no podia ser mostrado (el verdadero poder detrás del poder formal), juzgar lo que no podia ser juzgado, decir lo que estaba prohibido mencionar. Volver más democrática la cultura y la sociedad, visibilizando poderes que condicionan nuestra vida, pero no se hacen ver, no se dejan ver, no van a elecciones. Mostrando al pais la verdad. Hacerlo tiene un costo. Nada es gratis. Nada es fácil. La gran victoria de la oposición mediática fue precisamente esa: no haber enhebrado un discurso consistente propio (que no tienen), sino haberle quitado valor, espesura, "peso ético" y moral a nuestra palabra. Nos han robado la palabra. Y lo han hecho de un modo muy sencillo, ya estudiado por Ibsen y las neurociencias: la estigmatización. Con la estigmatización lograron proscribir e imponer el silencio, renunciando a todo debate politico. (Hay honrosas excepciones en todos los medios, gente digna que aun intenta debatir, dialogar, decir verdades incómodas)

Reemplazando la palabra politica (que ponia y puso esos poderes en cuestión, los nombra, los desvela en los dos sentidos de la palabra, en una ambigüedad sugestiva) por el marketing y el "managment", por el "coaching" de ocasión de gurues extranjeros. Gonzalez olvida una pata importante de la propaganda pro-amarilla-globos vacios: la estigmatización a priori del que piensa diferente. Una vez estigmatizando todo lo "K", el terreno arrasado queda listo para una verdadera puesta en escena, donde se desdibuja –desdibujada la palabra política- la linea tajante entre mentira y verdad. En el marketing nada es mentira y nada es verdad. En la política si. En el marketing la palabra no cuenta. No sirve. Se puede contratar actores para que simulen ser pobres pasajeros al costado de un camino en un bus rodeado de guardaespaldas. Esa escenificación es lo que se "ve". Lo que tenemos que hacer, Horacio, como en el caso del Bus, es mostrar el "detrás de escena", donde se esconde lo "falso" (y a su vez verdadero: el verdadero poder, que usa, incluso al presidente, junto a los otros "actores", como genuinos "títeres").
Mostrar donde están y quién mueve los hilos, incluyendo los hilos detrás del presidente, que es otro actor. Son todos actores. Por eso Duran Barba dice con razón que el "no trabaja para el gobierno ni el Pro". Está por encima. La tarea es descubrir quien es el títere y quien lo mueve. Y para qué. De qué se trata el espectáculo que vemos. A donde apunta. Donde termina. A donde nos conduce. El presidente, en ese bus falso, no es el presidente: es un actor más. Son todos actores: pasajeros falsos y ministros "falsos". Incapaces de decir la verdad. Lo único que nos queda es empezar un nuevo camino político y cultural, donde la palabra (la palabra prohibida, la palabra política, que señala a esos verdaderos poderes, que manejan los hilos) vuelva a contar. Vuelva a nombrar. Vuelva a mostrar. Donde la verdad vuelva a tener un sentido critico. Donde la mentira y la verdad no sean simples puestas en escenas, meros "relatos".

Durán Barba simplemente Horacio, vio una oportunidad y la aprovechó. Vio que los medios no generaban debate, no generan conciencia: vio que podian ser funcionales a un candidato vacío, light, anti politico. Sin programa. Sin discurso. Donde todo es show. Donde todo es como el bus detenido: algo falso. Una puesta en escena. Un engaño a la sociedad. Una falsa promesa de “cambio” en lo que no se puede cambiar. Para luego hablar de que los pobres son “estructurales”, son “estructura”, y de que todos los planes para sacarlos del pozo y el olvido tienen un enorme “costo” fiscal, que no analizan a la hora de sobreendeudar al país en los centros financieros, que solo especulan, nunca producen nada. Fugan ganancias. Juegan con el hambre.

Los medios tienen la capacidad de revertir esto, de advertirle esto a sus lectores. No lo han hecho. Ni antes ni ahora. Ni en dictadura ni en democracia se han atrevido a cruzar esa linea, a dar ese paso, que supone dejar la banalización, dejar el espectáculo, decir las cosas. (porque hacerlo supondría quedarse sin “lectores”, ese es el “precio a pagar”, dijo Rousseau: quedarse solo)

Pero ser íntegro, tener unos principios. Ettiene de la Boetie ya lo vio en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Llamar a las cosas por su nombre. De eso se trata la política. El pan y circo no quiere que las cosas lleven un nombre. Prefiere que ciertos mecanismos queden invisibles y que la política sea “distracción”, show, mirar para otro lado. No donde hay que mirar, poner los ojos. No ver. Como con el obelisco de pan dulce, 1979: 30 mil muestras de pan. Eso comieron los paseantes. Eso era el “arte”. Hoy volvemos a re-discutir el número. Pero no lo que pasó. Lo tienen que hacer (nombrar) la cultura y la política. La palabra. La reacción es empezar por asumir el discurso prohibido. No desligarse de él, siendo funcional a la apatía política y la escenificación. Mostrar que lo verosímil (el diálogo de un presidente con pasajeros de un bus detenido en Pilar) puede ser falso. Un engaño deliberado y estudiado minuciosamente: organizar y estudiar la capacidad de mentir. Eso es el marketing. Eso no es la política.
Del Blog: Será Justicia https://gcroxattoblog.wordpress.com


Cristina Fernandez de Kirchner 

lunes, 12 de septiembre de 2016


Por Roberto Caballero



Tardío homenaje le hizo un sector del PJ a Antonio Cafiero recordando su triunfo de 1987, cuando derrotó en provincia de Buenos Aires al radicalismo hegemónico posdictatorial y aseguró el éxito de la renovación peronista, jugando por afuera de un aparato partidario anquilosado. No se recordó durante la ceremonia, sin embargo, la mejor versión de Cafiero (los nombramientos de Luis Brunati, Floreal Ferrara, los Atamdos, la firme defensa de la democracia frente a la extorsión carapintada, la constitución provincial progresista), sino que sobrevoló en el NH la más edulcorada, acuerdista y bipartidaria que también habitó entre los pliegues de su pródiga figura.
La movida, en verdad, fue más un rescate a sus buenos modales que al núcleo de su legado político y, bajo una mirada más severa, reveló la pavloviana intención de un sector del peronismo por juntarse a armar una corriente que pueda surfear en la misma ola en la que hoy lo hacen el massismo y el macrismo, tras la derrota de noviembre pasado, despojándose de todo el kirchnerismo.
La figura de Cafiero, en realidad, fue una excusa para juntar lo que debería estar junto y hoy no lo está; y dejar atrás el revés electoral –con lecturas incompletas y autoindulgentes sobre sus razones- en manos de los candidatos que la encarnaron ocasionalmente, para avanzar sin lastres hacia un supuesto nuevo triunfo electoral. En el ’87 era Herminio Iglesias y su patota, que Cafiero barrió con la Renovación. En 2017, Cristina Kirchner y sus fanáticos, a quienes este armado dirigencial poskirchnerista identifica, junto a la prensa antiperonista, como mariscales de la derrota. 
Algunos de los discursos, siendo un acto peronista, sorprendieron por su escasa dosis de peronismo en sangre. Los criterios de éxito y fracaso allí expuestos fueron los de una cooperativa de reparto electoral, casi calcados a los que se escucharon en las últimas convenciones radicales que dieron vía libre al acuerdo con el PRO de Mauricio Macri. Volver al gobierno, de cualquier manera, pero volver, todos juntos, cantando la marcha. Habría que refrescarles a algunos de los dirigentes que ser peronista no es ser exitoso siempre; a veces, muchas veces, al peronismo le tocó perder. Por errores propios o por éxitos ajenos, o por ambas cosas a la vez. La historia demuestra que el movimiento nacido el 17 de octubre de 1945 atravesó golpes, proscripciones, traiciones, persecuciones, encarcelamientos, asesinatos, desapariciones, humillaciones electorales, demonizaciones y difamaciones como ningún otro espacio político nacional. Ser peronista nunca fue retozar en un lecho de rosas, porque nunca lo es discutir el patrón de distribución de la economía, convertir a las mayorías en sujetos democráticos con derechos y autonomizarse de las políticas del Departamento de Estado para la región, decisiones fundantes del primer peronismo, el clásico, el de Perón y Evita. Y también el de los años del kirchnerismo. 
Las lecturas almibaradas sobre el “ser peronista”, traducido como fatalidad exitosa permanente son un extravío conceptual. El creer que el peronismo es un partido de Estado y su razón de existir está exclusivamente atada a los triunfos electorales de coyuntura y los distritos que gobierne evita reconocer que el peronismo estuvo, del '55 en adelante, más tiempo en el llano que en el gobierno. Más en las casas y los sindicatos que en los despachos oficiales. 
Tres en los '70, 10 en los '90 y los últimos 12 con Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner. Son 25 años de peronismo contra 33 de gobiernos radicales y dictaduras militares. Sin contar que buena parte del peronismo, sobre todo sus bases, terminaron por considerar el gobierno de Menem como un gobierno no peronista cuando comenzó a aplicar planes neoliberales alejados de las tres banderas históricas del movimiento. 
Otro mito derrumbado. Ser peronista, en definitiva, no es ganar siempre, también es perder. Por lo tanto, el exitismo no es constituyente de su identidad política, ni una derrota electoral es un llamado a replanteársela en su conjunto. El peronismo exitoso de Menem fue una derrota de su doctrina esencial. Es verdad, hubo muchos cargos, ministerios, gobernaciones, presupuestos para repartir durante una década. Pero al país le fue pésimo y el peronismo neoliberal fue derrotado por la Alianza. 
Hasta que llegó Néstor Kirchner, el gran renovador del peronismo del siglo XXI, y construyó las bases de un nuevo éxito, esta vez, electoral, social y doctrinario, por otra década. Muchos de los que estaban el otro día en el homenaje a Cafiero también les deben a Néstor y a Cristina Kirchner sus gobernaciones, diputaciones, intendencias, cargos y presupuestos. Desde una perspectiva moral, que hoy pretendan mostrarse lejos de esos liderazgos que le permitieron crecer hasta poder llamarse a sí mismo dirigentes, habla de cierta priorización de la deslealtad como motor de superación. Es cierto eso. Pero ver la política, exclusivamente, con anteojos de moralidad, no es aconsejable. La astucia y el oportunismo juegan también su papel, siempre. 
La pregunta que deberían hacerse los participantes del encuentro es qué tan oportuno es tomar distancia de Cristina Kirchner cuando ella está siendo acosada mediática y judicialmente, sin piedad. No en términos personales, porque al fin y al cabo es natural que nadie quiera atravesar idéntico calvario. El miedo a verse envueltos en causas penales o campañas de difamación continuas es humano. La indagación, más bien, es de carácter político. El votante peronista kirchnerista y el votante kirchnerista no peronista existen, aunque los poskirchneristas, aupados por el dispositivo massista y macrista, traten de barrerlos al tacho de la historia. El nuevo diseño con el que sueñan, el de ser opositores blandos a un proyecto duro, supuestamente de época, ya lo probó Cafiero con el Alfonsín modernizador de los ’80, y la interna a la presidencia se la terminó ganando finalmente Menem, ofreciendo lo que Cafiero no tenía: distancia del último Alfonsín que, agobiado por los grupos de poder y el FMI cedió hasta enfrentarse con la CGT por sus planes de ajuste y olvidándose de las premisas progresistas esbozadas en el Consejo para la Consolidación de la Democracia. 
Cafiero era, para el votante peronista, demasiado parecido a Alfonsín, cuando Alfonsín ya no era el mismo que había ganado en el ’83. No encarnaba una esperanza, sino un presente de carencias. 
La caracterización que el peronismo poskirchnerista hace de Macri, de su modelo económico y de su alineamiento internacional es débil, insuficiente para explicar por qué están entregados a alejarse de un votante al que van a tener que convocar, aún por cuestiones de pragmatismo, para las elecciones que vienen. Porque el resto de los votantes ya tienen a quién elegir: Massa o Macri. La representación ausente, la que el peronismo debería encabezar por historia y doctrina, es toda aquella que reúne a los que no van a votar a los candidatos del ajuste porque el ajuste les va a resultar insoportable. 
Una parte grande de esos votantes tiene un liderazgo. El de Cristina Kirchner. Lo menos parecido a Macri y a Massa. El poskirchnerismo que ahora quiere lanzar “La Cafiero” corre un riesgo enorme, inaceptable en dirigentes que se dedican a la política full time: parecerse demasiado a lo que la gente tarde o temprano va a terminar rechazando. Le pasó a Cafiero con Alfonsín. Le va a pasar al poskircherismo del NH Hotel con Macri y con Massa. 
Decir, como acusan, que Cristina es maltratadora y sectaria probablemente los ayude a amontonarse, pero revela un profunda desconexión e incomprensión de lo que pasa en el mundo y en la región con los liderazgos populares y su construcción. Son críticas de cabotaje, rezongos infantiles. Como cuando hablan de “la unidad” en abstracto. Si el peronismo hubiera ido unido en 2003, Menem hubiera vuelto a ser presidente; y si no era Menem, podría haber sido López Murphy. Cualquiera de las dos variantes era neoliberal. 
Si quieren volver a ganar, de verdad, van a tener que reivindicar al kirchnerismo y su modelo -del que fueron parte-, y a sus votantes, porque es lo contrario de lo que se viene haciendo ahora, es la memoria reciente de que se puede vivir distinto. Salvo que por toda misión en la vida quieran pararse al costado de la historia, saldar cuentas con su antigua jefa viendo cómo la despedazan en Comodoro Py y Clarín, ignorando que esa situación es apenas un anticipo de lo que también les espera, si el proyecto de Massa y Macri prospera y se consolida en el tiempo sin oposición peronista real. 

Eso que la gente no vio en Cafiero, allá por los ’80, y eligió castigar con Menem.