Por GABRIEL FERNÁNDEZ
Cuando uno descubre la actividad que realmente lo apasiona, algo no tan
habitual en la vida de los seres humanos, intenta realizarla siempre. Esto no
implica dejar de lado afectos y vínculos. Pero condiciona el armado mismo de la
vida en derredor de una tarea. Precisamente porque no se siente como una tarea,
sino como un placer, en tanto se admita que el placer se desarrolla cuando
es en serio. No me atrae un montón de papafritas que resuelven
simplemente reír y decirse a sí mismos qué bien la pasamos. El gusto pleno por
un trabajo se percibe al encararlo con dedicación, tiempo y convicción.
Todas las cosas pueden remitirse alfútbol, claro. Allí encontraremos
el sentido profundo de la realización. Quien piense que jugar o ver fútbol es
“divertido” y pretenda identificar la complejidad del juego en un festejo, se
equivocará de palmo a palmo. Habrá algún caso extraordinario de quien pueda
jugar bien sin entrenar, pero es una rotunda excepción. Quien no está
dispuesto a las dificultades de la práctica, no estará genuinamente capacitado
para el clímax que implica la contienda en sí misma.¿Adónde voy? Bueno,
estoy hablando de periodismo.
Esta es una nota que me debo hace rato. Viene rondando mi cabeza desde las
épocas lejanas de laAgencia Latinoamericana Prensa Latina. Se reforzó
en Question Latinoamérica y se corroboró por estos tiempos con
el trabajo en La Señal Medios entre varios espacios. Ha sido
parte de las conversaciones con varios compañeros; entre otros Julio Fernández
Baraibar, con quien nos dedicamos a desmalezar la información internacional
para hallar la punta correcta de la razón en informaciones confusas y con ejes
zigzagueantes. Vamos a una aseveración inicial, ligada al arranque: no
se debe ejercer el periodismo sin leer.
Alguien objetará “no se puede” y aclaro que si, como se visualiza día a
día, se puede; sólo que me siento obligado a sincerar el planteo y decir que no
está bien, porque así se generan productos de baja calidad y
superficialidad analítica. La franqueza no nos hará libres, sólo nos
deparará nuevos adversarios, pero en determinada instancia, resulta inevitable:
en este rubro comunicacional hay una gran masa de trabajadores de
prensa que no logra percibir lo que tiene delante ni hilvanar las conexiones
existentes entre los distintos hechos que narra día a día. Serán
buenos tipos, amables contertulios, pero en el trasfondo de sus artículos se
percibe que no captan historia, entorno, intereses, sentido de lo que están
indicando.
Este grupo masivo está expuesto a adoptar como propios los lineamientos
editoriales ajenos y no sólo por pertenecer a un medio, es decir, por un
vínculo contractual con una empresa, sino porque terminan creyendo en
esas ideas. Así pueden llegar a suponer que una recriminación a CNN es
un atentado contra la libertad de prensa; que –caso contrario- esa libertad
implica adjetivar a diestra y siniestra comoburgueses, explotadores y
opresores; o, quizás peor, recurrir de continuo afrases genéricas sobre
la libertad y los derechos civiles extrapoladas y descontextuadas con las
cuales logran quedar bien ante tirios y troyanos en las redes sociales. Hay
más, pero esos tres casos son bien característicos.
Si quieren escribir sobre algo, amigos, no hay atajos: es preciso
adentrarse en la historia de ese algo. Las secciones pueden ser política
nacional, internacional, cultura, espectáculos, deportes, o la que deseen. Pero
sea cual fuere el ítem, es preciso conocer lo que ha ocurrido y lo que ocurre
en la zona abordada. De otro modo –en el fútbol esto es habitual- se recurre al
“antes esto no pasaba” o “en otros tiempos se jugaba mejor” o “ahora el juego
carece de técnica”. Tonterías generales que se escuchan a diario y están
asentadas en el desconocimiento profundo de la disciplina que se está
cubriendo. Ni hablar de asuntos políticos (nos vamos zambullendo en el nudo del
artículo, fíjense): ya está bien de periodistas latinoamericanos que se
refieren al peronismo como una “fuerza de derechas” o que utilizan sin
especificar el concepto “liberal” como si encarnara lo mismo en el Sur que en
el Norte.
Después de ese grupo de colegas amplio, emerge una zona importante del
gremio con cierto “nivel analítico”. Está compuesta por
aquellos periodistas que, efectivamente, conocen trayectorias y antecedentes,
están bien informados sobre la actualidad y tienden a proyectar algunos
desarrollos y consecuencias. En ocasiones, pese a las diferencias ostensibles
que surgen entre sus orientaciones, brindan datos relevantes y logran situar al
lector en el lugar de conocimiento adecuado para empezar a entender lo que se
está informando. Se han preocupado por horadar la cuarta pared que nos
separa del ayer y, lejos de englobar lo pasado, intentan reconocer procesos y
diferenciar períodos.
Por ejemplo, vienen surgiendo escritores que más allá de escandalizarse y
denunciar los crímenes de Al Qaeda y su hijo predilecto, el ISIS, rastrean un
poco y se preguntan “¿puede ser que los pueblos árabes sean
responsables de esto? ¿quién provee armamentos a tales organizaciones? ¿de
dónde sacan sus recursos? ¿porqué atacan a quienes atacan?”. Naturalmente,
estas preocupaciones implican, para el receptor, un nivel más elevado de
intelección que las campañas contra morenos y barbudos tan habituales en los
medios concentrados. Lo mismo para aquellos que al hablar de mediocampistas
dejan de focalizar todo en la dualidad comparativaMaradona – Messi y
evocan a Bochini, Alonso, Jota Jota, Brindisi, pero no olvidan a los de
contención, tantos cincos que facilitaron la gestión de las
grandes estrellas.
Es decir, la formación, la lectura, ayudan. Pero el lector perspicaz ya
entenderá que falta algo. Que lo afirmado está bastante bien pero necesita un
giro más de taladro para ahondar en algo semejante a la verdad. Voy de lleno
entonces, a lo que podríamos llamar periodismo latinoamericano popular,
progresista, izquierdista. Involucra a una gran cantidad de compañeros de
todo el subcontinente. DesdePrensa Latina hasta Página 12,
desdeLa Jornada hasta Marcha, desdeTelesur hasta C5N,
desde Le Monde Diplomatique hasta Raíces,
desde Red Voltaire hasta El Argentino. Y los demás
que le vengan a la memoria, también.
Esto es delicado, porque todo el mundo tiene derecho a creer en lo que
cree; pero el comentario presente se basa en la obligación adquirida de jugar
en serio. Es decir, de formarse con todos los elementos disponibles. El
periodismo no suele ser, salvo algunas excepciones, un oficio escogido
por descarte. Tal vez algunos, en ciertos momentos de la vida,
quisimos ser astronautas o futbolistas, pero a decir verdad quien trabaja en
este mundo de diarios, webs, revistas, canales y radios lo
hace porque le agrada, porque anhelaba hacerlo. Para concretar su
aspiración, insisto con el arranque, necesita entrenarse. Si no, como ha
dicho el amigo antes citado, “yo quiero saber hablar chino pero no tengo la
menor intención de sentarme a estudiarlo”. Es decir, no deseo hacerlo
realmente.
Ahí voy: tantas décadas después de su elaboración y desarrollo, es
inadmisible que el periodismo popular latinoamericano se siga guiando
únicamente por autores europeos o seguidores de los mismos, sin asomarse al
pensamiento nacional surgido en el Sur del continente. Como dato vale añadir
que este, a su vez, está ligado a escritores del Sur – Centro que se conocen
pero no se vindican adecuadamente, como Raúl Haya de la Torre, Juan
Carlos Mariátegui, o el mismo Hugo Chávez. Sólo por citar
algunos enormemente mencionados.El desconocimiento de la tarea político
cultural de analistas de primerísimo primer nivel como Arturo Jauretche y Raúl
Scalabrini Ortiz, daña las posibilidades de análisis de actualidad.
Sin anestesia: la tarea de las izquierdas argentinas desde
1940 hasta el presente, con excepción de la llamada Izquierda Nacional y varias
dignas variantes con orientación latinoamericana, no ha sido otra, en el plano
subcontinental, que explicar que el peronismo era el modo
burgués escogido en la Argentina para evitar el avance hacia el socialismo de
nuestro pueblo. Esa definición que, palabras más, palabras menos, incluía motes
comoautoritarismo, fascismo y el ya consabido populismo, calzó profundo
en el resto de los movimientos populares de la región y persiste como una
pesadilla en la mente de las generaciones presentes. La efectividad de la
prédica ha resultado intensa debido a que se combinó con la gran labor de inteligencia
inglesa y norteamericana a través de sus medios y sus políticos, para
identificar al peronismo con el hitlerismo.
Claro: si los pueblos, y los periodistas latinoamericanos, recibieron
durante más de siete décadas la advertenciadel Partido Comunista y
de laSociedad Interamericana de Prensa sobre la orientación
derechista del peronismo, ¿cómo iban a confiar en sus principales pensadores?
Los resultados son dolorosos en el ámbito del reconocimiento a varios
luchadores, y dramáticos en el del análisis político concreto de actualidad. El
primer punto lo quiero mencionar pues lo tengo atorado desde hace mucho y sólo
me parece justo, aunque quizás sin derivación: enCuba pocos evocan
a Rodolfo Walsh, John William Cooke, Gustavo Rearte y menos
aún se animan a historiar profundamente a Juan Domingo Perón.
En Venezuela no hay un solo profesional de prensa que conozca
el pensamiento nacional argentino, pese a que Chávez se nutrió
insistente y lúcidamente de Perón, Jauretche, Galasso, entre
tantos.
Este párrafo reciente merece una aclaración, pues nace del conocimiento
directo. La mayor parte del plantel de Prensa Latinarara vez oyó
hablar de Walsh, quien junto a Jorge Ricardo Mascetti fundó
la experiencia. Intenté vanamente introducir elementos analíticos que fueran
más allá del esquemaizquierda – derecha para situarse ennación –
antinación y sólo en determinadas ocasiones lo logré. Como he narrado
en otra ocasión, cuando tuve la posibilidad de dialogar mucho tiempo con Fidel
Castro, le pregunté por Perón y me respondió “siempre
actuó a favor nuestro”. En cuanto a la patria bolivariana: Hugo Chávez pedía
insistentemente al director de Question en Venezuela, Aram Aharonián,
textos como los que estamos nombrando. Con el “Turco” los reuníamos acá y se
los enviábamos; el líder los devoraba y cuando venía a la Argentina afirmaba a
voz en cuello “soy peronista”. ¡Es que ambas revoluciones eran a su vez
sociales… y nacionales!
Ahora bien, vamos a lo más grave. En la década reciente, América
latina se encaminó –y lo seguirá haciendo en el futuro pese a los
vaivenes que suele prodigar la historia- hacia una unidad con rasgos
terceristas y confederados con proyectos locales asentados en economías
mixtas: rol rector del Estado, impulso a los emprendimientos sociales y
lugar controlado para la empresa privada. Prioridad productiva por sobre la
financiera. Derechos sociales extendidos y alza de los consumos internos. Como
los medios antes mencionados, entre tantos, insisten en desconocer la labor
interpretativa jauretcheana (es una flecha, un cursor
indicativo, pues tenemos que señalar a Scalabrini, Hernández Arregui,
Jorge Abelardo Ramos, Jorge Spilimbergo, Alberto Methol Ferré, Cooke,
Walsh, Fermín Chávez y tantos más), terminan reduciendo semejantes construcciones
complejas a la dualidad izquierda – derecha que empobrece el
análisis y deja al lector inerme ante las maniobras de los espacios
comunicacionales concentrados.
De ahí, en buena medida, la efectividad de la prédica antinacional
y antipopular de los medios corporativos en Venezuela, Brasil, Argentina y
tantos otros lugares clave del continente. Nuestros colegas no comprenden
lo que está pasando ante sus narices y caracterizan de fascistas, xenófobos,
antidemocráticos a conjuntos políticos y culturales variados en realidad
situados en un renglón que amerita análisis profundos. Repasemos las
temáticas: los nacionalismos populares en Medio Oriente, el emerger de
los acuerdos chino – ruso, el armado regional interior del PT, los gobiernos
kirchneristas, las elecciones en los Estados Unidos, la política interna
mexicana, el rol de los socialistas chilenos, la identidad social tejida en
derredor del sandinismo nicaragüense, los discursos patrióticos encendidos de
Chávez. ¡La función política de Jorge Bergoglio como Papa y el sentido
simultáneo de Techo Tierra Trabajo y Estamos en Guerra!
En charlas recientes con analistas políticos venezolanos me encontré con
estas aseveraciones: “nosotros sabemos que el chavismo es de izquierda,
por eso lo apoyamos; con el peronismo no nos metemos, Argentina es muy
complicado y no tenemos opinión al respecto”. Casi textual, si la
memoria no me falla. Esto no es un tema de orgullo nacional: no me importa que
no comprendan lo que pasa en nuestro país; es ostensible que esa lejanía de
autores que están en la web tan al alcance de la mano como Eduardo
Galeano o Ignacio Ramonet, damnifica su propia
capacidad de análisis sobre los procesos que están atravesando en vivo y en
directo. Y así se termina confundiendo a Chávez con
un marxista clásico, a Perón con un populista de derechas y
a Cristinacomo alguien “que ha hecho muy bien en alejar al
pueblo del peronismo”.Esta última frase también SIC y hay que tener
panorama para entenderla y cuestionarla a fondo.
El volumen de lo realmente existente pesa aunque se lo niegue. Es más, si
se lo barre bajo la alfombra como inexistente, se genera una distorsión. Es
decir: el pensamiento nacional argentino es creación de una región de
los pueblos latinoamericanos. Como la obra deGarcía Márquez, los
postulados dePaulo Freire; más lejos, la sagacidad de José Martí,
o más cerca, la hondura de García Linera. Entre tantos. La justa
absorción de estos amerita la consideración de los otros. Aquella vulgar
campaña propagandística surgida de la inteligencia estratégica de Winston
Churchill y el alineamiento externo de Vittorio Codovilla,
opaca la mirada de quienes la obedecen sin sospechar su origen y el sentido de
semejantes mandatos.
Como en otros textos escritos estos meses, el presente configura un alivio
para mí. Ojalá sirva para algo. Pero, sin claudicar en un realismo que fuerza
el optimismo a la hora de evaluar el andar de nuestros pueblos, mantengo mi
prevención ante las capas intelectuales que protagonizan la comunicación
popular en la región. Adecuar los procesos a la idea previa, sin preguntarse
por qué la interpretación no cierra, puede constituirse en un vicio
cómodo; y lo que es peor, prestigioso. La gran obra colectiva de los pueblos
latinoamericanos merece “ojos mejores” para ver la Patria Grande. (La
expresión corresponde a don Arturo, en polémica abierta con Payró. ¿Vale la
aclaración?)
·
Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio
Gráfica.
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