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lunes, 28 de febrero de 2011

1 de Marzo de 1948 El Estado nacional de Argentina toma posesion de los FF.CC. nacionalizados por el General Perón.

LA NACIONALIZACIÓN DE LOS FERROCARRILES

(Y EL OLVIDO CONCESIONARISTA)

(Parte I)

Por Juan Carlos Cena

Especial para ARGENPRESS.info

Fecha publicación:14/02/2006

El 13 de febrero de 1948, el entonces presidente Juan Domingo Perón realiza el trámite definitivo para que los ferrocarriles ingleses y franceses fueran nacionalizados.

El olvido es una herramienta de la clase dominante, es la ausencia inducida de memoria, base fundamental de todos estos años, para llevar adelante una política de desguace del patrimonio nacional.

La memoria es un proceso social, no hay un solo memorioso, todos debemos ser memoriosos, todos debemos olvidar al olvido.

Aventuras, desventuras y el olvido

No es que me haya olvidado del aniversario de la nacionalización de los ferrocarriles, no, ni mucho menos, sino que quería sorprenderme y convencerme a la vez, de que tan grande es el olvido, para eso debía esperar, esperar para poder apreciar el volumen infinito de esa omisión, de que tan grande es el extravío, la desmemoria, los estados amnésicos, las amnesias políticas, las gremiales, la de los gremios ferroviarios…los que se golpean el pecho de que son más peronistas que los otros, los progres escuálidos, sin definiciones, anémicos por la invasión de glóbulos que le fortalecen la naturaleza cobarde.

Nadie dijo nada.

Todos alineados.

Obediencia debida y rigidez de columnas vertebrales, sólo un movimiento permitido: el de la genuflexión.

Todo el abanico político, de derecha a izquierda en silencio sepulcral.

Pero vayamos a contar un poco este hecho, el de la nacionalización

Aventuras

Después de la Segunda Guerra Mundial los norteamericanos salieron gananciosos de este conflicto bélico, e imponen un nuevo eje en la correlación de fuerzas en el mundo capitalista.

Los británicos habían sufrido un gran descalabro en toda su organización productiva, ciudades enteras fueron destruidas, sobre todo donde estaban radicadas las más importantes industrias.

La ayuda americana consistió en un préstamo de 3.750 millones de dólares que permitió comenzar su reconstrucción.

Pero los norteamericanos exigieron que Inglaterra apelara para su recuperación, en primer término, a los medios que aún disponía, entre los que se encontraban los enormes activos ingleses radicados en el exterior.

Los ingleses presionados por este nuevo centro de poder comenzaron a desprenderse de las empresas instaladas en sus colonias Australia, Argentina, Nueva Zelanda, es decir, todo lo que correspondía al Commenwhalt, ferrocarriles, puertos, energía, frigoríficos, agua, etc., pero ajustaron pactos, que tenían que ver con sus intereses económicos-financieros, con los Estados coloniales en ese retiro.

Debemos tener en cuenta alguno de estos actos, como el Pacto Roca-Runciman, en 1933 que otorga a los ingleses un trato preferencial y que compromete -al Estado Argentino- el incremento de las compras en el mercado británico.

Otro hecho fue en 1935 con la creación del Banco Central de carácter mixto con participación de ingleses en el directorio, consagrando, de esta manera, el control británico sobre el sistema financiero.

Este gobierno conservador concedió al Estado un papel subsidiador al sector público, al conformar la Corporación de Transporte de Buenos Aires en 1936.

El aporte consistió en la indulgencia a sus deudas fiscales, dispensándoles, además, indulgencias impositivas para el mañana.

En 1937, diez años antes de la nacionalización, muchos ingleses, entre ellos directores de empresas y miembros del parlamento, consideraban que la compra por el Estado Argentino era la única salida posible para desprenderse de la crítica situación de las empresas ferroviarias británicas en la Argentina.

Es decir, los británicos se iban retirando, pero ajustando, a su vez, pactos con la administración conservadora que ejercía el poder sobre ese Estado colonial, que los beneficiaba plenamente.

El diario La Prensa, del 29 de octubre de 1937, reflejaba que en la asamblea anual del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, en Inglaterra, el vizconde Saint Davids expresó a los tenedores de acciones que posiblemente se acercaba el día en que el gobierno argentino pueda comprar todos los ferrocarriles en la Argentina.

Decía esto al pasar revista a las fuertes pérdidas experimentadas con motivo del cambio en los últimos cuatro años.

Y, así, el diario La Prensa de esa época, reflejaba como nadie los bienes e intereses de los accionistas británicos en la Argentina.

La nacionalización de los ferrocarriles fue planteada, además, por Federico Pinedo en 1940, por ese entonces Ministro de Hacienda y abogado de los ferrocarriles Ingleses, simultáneamente, sin disimulos; es decir, era el delegado de los capitales británicos dentro del Estado Argentino.

Es bueno ir reflexionando y pensando ¿qué es el Estado, el papel que juega y, a quién representa? Porqué éste, el Estado, no es, una cosa etérea, ni algo sin forma, nuboso e inalcanzable, ¡no!, es concreto, tiene forma, cuerpo y se puede agarrar.

En 1946, los ferrocarriles privados en Argentina estaban en crisis total.

Sus dueños, en su mayoría británicos, enfrentaban tres posibilidades: formar una empresa mixta con el Estado, en la que el Estado hiciera las inversiones necesarias para renovar el parque rodante e infraestructura, y ellos asegurarse las ganancias como gerenciadores. (Un Enarsa Ferroviario)

En buen romance las pérdidas se debían socializar, los beneficios privatizar. Esta era una de las soluciones.

El objetivo principal buscado por Sir Montangue Eady, Presidente de dos de las cuatro líneas de Ferrocarriles en Argentina y director de los otras dos, era la venta total de las empresas ferroviarias.

La presión de los EEUU, de quién Inglaterra dependía después de la guerra, obligó a desistir a una de sus variantes: la empresa mixta.

“La críticas norteamericanas al convenio anglo-argentino de 1946 (el de la empresa mixta ferroviaria) obedecían principalmente a que el convenio establecía que las libras esterlinas que la Argentina tenía, en el Banco de Inglaterra, sólo podían ser utilizadas en el área de la esterlina, lo cual restringía el mercado argentino para las exportaciones norteamericanas. Esto violaba condiciones impuestas por Estados Unidos como requisito de su empréstito de 1945 a Gran Bretaña”. (La clase dirigente argentina frente al imperialismo - Milcíades Peña - Ediciones Fichas)

Había tres proyectos en danza, venderle las empresas al Estado Argentino, formar una empresa mixta con los ingleses (Enarsa Ferroviario), y la otra, que no estaba en los cálculos de los británicos, era que el Estado Argentino no las comprara.

Para forzar un desenlace final a las negociaciones sobre los ferrocarriles y el problema de la deuda en libras esterlinas que Inglaterra le debía a la Argentina, y llegar a buen puerto, debió intervenir Perón y Juan Atilio Bramuglia.

La actitud de Miranda era muy firme y rígida, sostenía que se debían discutir los fondos bloqueados, es decir, las libras esterlinas adeudadas al Estado Argentino; fijar pagos para futuros abastecimientos; mutuos de suministros incluyendo cuotas y precios.

Miranda les repitió a los ingleses que el Gabinete había decidido no comprar los ferrocarriles.

- Nosotros -dicen los británicos negociadores- forzamos una discusión acerca de nuestra posición con respecto a los ferrocarriles y nuestro reclamo de que los mismos representan para nosotros un acervo tan importante como la deuda en esterlina para él. Estos (los ferrocarriles-subrayado es mío) eran patrimonio del pueblo inglés así como la deuda en esterlinas representaba el dinero del pueblo argentino. Miranda respondió tajante a este crucial argumento, con una rotunda negativa a discutir los ferrocarriles y otros temas hasta haber resuelto el tratamiento que se debía dar a la deuda en esterlinas. (Carpeta del Foreing Office. Expte AS4053/15/7)

Perón y Bramuglia colocaron en el otro plato de la balanza el interés político de mantener buenas relaciones con Inglaterra que tan beneficiosa resultara durante la guerra y la inmediata post guerra, frente a la actitud por demás agresiva que eran la de los Estados Unidos al finalizar la contienda. El Coronel Perón asumió en consecuencia el control de las negociaciones y llegó a un acuerdo con Sir. M. Eady por el cual los $. 64.000.000., se redujeron a $. 23.000.000. (Carpeta del F.O. Expte.371/44716)

Esta nacionalización a presión, tenía un gran valor para los EEUU porque despojaba a la Argentina del capital necesario para el reequipamiento de las empresas y expansión de la industria ferroviaria.

Los británicos a su vez, presionaron a Perón con no pagarle una importante deuda en libras esterlinas, que estaban congeladas en sus bancos, sino nacionalizaba los ferrocarriles.

Fueron arduas las negociaciones.

A pesar de que Bramuglia empleaba otro tono, la misión británica informaba al Foreing Office que la reunión del 14 de agosto, los argentinos se mostraron inflexibles en su posición de llegar a un acuerdo sobre la deuda como punto previo.

Bramuglia -informan- explicó enfáticamente que el gobierno no encontraría soluciones satisfactorias en el problema de los ferrocarriles si no llevaban al Congreso una solución al problema de la deuda.

Por otro lado la misión británica respondió que si no se discutía el tema de los ferrocarriles, las negociaciones se darían por cerradas.

Y terminaba el diplomático británico diciendo: “Si las negociaciones fracasan, debemos pelear cada punto. Hemos sobrevivido a crisis peores que ésta” (Carpeta del F.O. Expte. 371/51762)

Así continuaron las negociaciones hasta llegar al punto del pago de los ferrocarriles y del cobro de la deuda, donde se incluyó la carne y otros productos como parte de todo un convenio comercial.

Los ferrocarriles estaban en un grave estado de deterioro.

Lo ideal hubiera sido nacionalizarlos sin pago, como que ya estaban pagadas cien veces por el país, o en última instancia pagarlos en pesos argentinos.

El problema de la nacionalización se debatía y fue instalado por las propias empresas británicas.

Ya no daban las fabulosas ganancias de ayer, en consecuencia intentaban venderlos al Estado argentino que los había subvencionado desde su instalación.

Desde 1930 estas compañías sólo obtenían un escaso 4% de ganancia. Durante el gobierno de Ortiz en 1938, las empresas privadas le proponen, oficialmente, al Estado Argentino la nacionalización de los ferrocarriles, pero en 1937 ya se debatía en Inglaterra este tema. Y así, se van reiterando los británicos con mucho énfasis hasta la fecha de la nacionalización definitiva.

Como hecho político fue positivo, los ferrocarriles pasaron a manos del Estado.

Este era una importante herramienta integradora, además, una variable que incidía en forma fundamental en la economía de cualquier país.

El camino que tomó Perón fue la compra de los ferrocarriles.

Los nacionalizó.

Después del anuncio de la nacionalización la primera algarada que apareció: fue la alegría.

El gozo de hombres y mujeres sencillos fue espontáneo, sin especulaciones. Se manifestó el ferroviario, explotado por los ingleses o franceses, en miles de asomos y formas, en cantos y gritos de regocijo,...todo estalló ese día:

“En casa, los ferroviarios, el pueblo y los amigos festejaron la nacionalización de los ferrocarriles con un asado a puertas abiertas.


Desde temprano, llegaron unos ferroviarios a cortar leña. Hicieron una inmensa fogata y de una zorra de la cuadrilla de vía y obras bajaron parrillas enormes. Prepararon asado como para un ejército.

Mi viejo encerró a la perra Diana en el gallinero, y se abrieron los portones de la casa. Entraba el que quería. Bajo los pinos, la parrilla cubierta de chorizos, achuras, morcillas, un costillar en cruz, chorreando y crepitando.


En la gran galería se instalaron las mujeres con empanadas, ensaladas, sopas, tortas, pastelitos. Nosotros corríamos, jodíamos por todos lados, como si el destino de los chicos fuera siempre correr.

No recuerdo si hubo discursos, pero los vivas a Perón resonaron por todos los rincones, y más de un mamao, baboso de alegría, puteó a los antiguos patrones ferroviarios, franceses o ingleses por igual.

Hasta los polacos, que eran peones de vía, gritaban un Viva Perón extraño, apolacado, también rechupadazos. Estos rubios muy rubios se mezclaban con el morochaje que los estrujaba y los cargoseaba.

Todo el día estuvo el fuego encendido. Algunos carniceros y almaceneros entraban a hacer su aporte. Vino todo el mundo y a nadie se le preguntó nada. Solamente los muy gorilas no vinieron, pero pasaban en sus carros o sulkys compadrones, bichando la fiesta de la negrada ferroviaria. Del libro de Juan Carlos Cena: El Guardapalabras, memoria de un ferroviario -Estación San Cristóbal- (Festejo por la nacionalización)

Como en este festejo, en muchos lugares del país ferroviario, y no tanto, la alegría se hizo presente.

Era la presencia directa de los trabajadores ferroviarios aprobando tal medida. ¡No más yugo inglés ni francés!: -decían. Nadie preguntó cuanto se abonó.

Eso sí, los ferroviarios contabilizaron e hicieron cuentas, pero de la explotación descarnada que habían sufrido por generaciones; y la de ir percibiendo esa nueva sensación que se aproximaba, la de la pertenencia: los ferrocarriles son nuestros.

Venía otra etapa, nueva, impresionante ¿Cómo seríamos? ¿Cómo sería todo? Nada más que eso. Nadie interrogaba inquisidoramente.

La exteriorización del júbilo, la exultación, la alegría escondida, aparecía como respuesta a todo.

Más tarde, vinieron desde otros lugares, críticas y más críticas. Y alabanzas a la medida de fuerte tono oportunista.

Todas, sin contabilizar al ser humano, fundamental factor, que siempre se lo dejó de lado, como si éste no fuera el protagonista principal de los cambios sociales y políticos.

“Es completamente falso, “resta valor” a las nacionalizaciones porque ellas hayan sido con pago y afectasen a empresas que habían dejado de ser lucrativas para el imperialismo. En el futuro se olvidarán los aspectos secundarios del proceso de nacionalizaciones y sólo se tendrá en cuenta el hecho decisivo de la nacionalizaciones” (Rodolfo Puiggros- Carácter y Perspectivas de la Revolución Peronista, en la Clase Obrera, Bs.As abril 1954)

“La inminente caducidad de la Ley 5315 llamada Mitre, aparentaba terminar con cuarenta años de discrecionalidad, privilegios e insolencia de los ferroviarios ingleses en nuestro país. Adquirir pues, en dichas circunstancias los Ferrocarriles, era algo así como salvar del infierno a un pecador ya condenado. La Ley Mitre no caducaba, ni los ingleses iban al infierno. Desafortunadamente, los mitos encierran una fuerza superior a la realidad misma, al que no es ajeno la información mezquina, la propaganda interesada y por sobre todo, la incapacidad de comprender el problema ferroviario integrado en una totalidad económica nacional...la operación comercial es meramente accidental, aunque naturalmente, para los accionistas de la rubia Albión contaran los metros de gastados rieles y la victorinas casillas, solemnemente llamadas Estaciones” - A. Peña Lillo -Prólogo del Libro de R. Scalabrini Ortiz - Los ferrocarriles deben ser argentinos,

“La nacionalización de los ferrocarriles es el primer paso ineludible de la liberación económica. La liberación económica no es más que la puerta que se abre a un destino llamado a perdurar cono sus caracteres propios en la memoria del espíritu humano”

“No es posible opinar sobre la oportunidad y conveniencia de la nacionalización ferroviaria si se desconoce la capacidad de poder y de acción de los ferrocarriles” Raúl Scalabrini Ortiz -Los Ferrocarriles deben ser Argentinos- A. Peña Lillo, Editor 1965.

“En nuestro país la nacionalización de los Ferrocarriles posee el valor de una de las más preciadas reivindicaciones nacionales, el de rescate de uno de los engranajes fundamentales con que se contaba para el mantenimiento de la dependencia y el atraso del país, asegurando así su posición privilegiada en el reparto de la renta nacional.” Asociación del Personal de Dirección (APDFA) - Objetivos y Pautas para la Confección de un Plan Ferroviario - 1974

El recuperar ese medio de transporte, el ferrocarril, fue un acto de soberanía.

Que el Estado tenga en sus manos el transporte, la energía y las comunicaciones es una cuestión de soberanía nacional, y la de posesionarse como Nación Soberana frente al mundo.

Apropiarse de cualquier manera de esos resortes fundamentales del desarrollo, tiene que ver con objetivos nacionales estratégicos irrenunciables.

El Estado actuó como Nación soberana. ¿Pagó lo que no debía?

En primer lugar, se recuperaron todas las tierras y propiedades, más la inmensa infraestructura, donde 37 talleres constituían un gran complejo industrial, sin contar los depósitos de locomotoras, vagones y coches de mantenimiento y alistamiento, y los medios de comunicación como teléfonos, telégrafos y estafetas que brindaban y brindaron después un enorme beneficio social y una mano de obra calificada que hacía marchar esa inmensa red de 44.000 km.

Cualquiera fuera su costo, el país no podía prescindir del servicio y que la explotación de los mismos, no podía en los hechos, ser abordada por los intereses privados.

Hemos visto como el transporte fue arma de atraso y dependencia.

La función que antes cumplía el ferrocarril, -el interés privado- desde ese momento, los actos a cumplir, serian fijados a través de la necesidades nacionales.

El Estado Nacional debe ser el responsable de fijar esas metas. No hay capitales privados capaces en el mundo que puedan desarrollar emprendimientos nacionales.

En la nacionalización se deben evaluar los beneficios que esa nacionalización deparó a la Nación. Dejó de ser una herramienta de la dependencia y el atraso.

-Fueron, los nuestros, ferrocarriles coloniales destinados a mantenernos en la rutina sin salida del primitivismo agropecuario: R. Scalabrini Ortiz.

Valorizar este hecho, sin tener, además, en cuenta el marco, las circunstancias nacionales e internacionales, resulta ser al final, una valoración parcial.

Le piden a Perón una expropiación revolucionaria. Perón no lo era. Perón era otra cosa, y por ser otra cosa, no concretó ese tipo de expropiación.

Perón era lo que en esa época, después de la segunda guerra mundial, se denominaban populistas, keynesianos.

Pero, estos populismos ya venían expropiando como el general Lázaro Cárdenas en México el petróleo y los ferrocarriles; Siles Zuazo el estaño en Bolivia; la nacionalización del cobre en Chile...

En Argentina, un sector militar levantaba la banderas de que los hidrocarburos, el acero, las comunicaciones, las vías navegables, el transporte, y otros resortes del desarrollo estratégico, deberían estar dentro de la órbita del Estado Nacional.

El general Mosconi, Savio, entre otros fueron los precursores.

Perón estaba influenciado por ese sector, y la Cuestión Nacional, el Estado Nación eran parte de su pensamiento.

Lo que se nacionalizó

El 18 de noviembre de 1946 el Gobierno Nacional adquiere las compañías de ferrocarriles de capitales franceses: Compañía General de Ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires, Compañía Francesa de Ferrocarriles de Santa Fe y Compañía del Ferrocarril de Rosario a Puerto Belgrano, en la suma de pesos 182.796.173,98.

Unos meses después, el 13 de febrero de 1947, se suscribe, también, el convenio por la venta a la Nación de las empresas ferroviarias de capitales ingleses: Ferrocarril del Sud, Ferrocarriles del Oeste, Ferrocarril Central Argentino, Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, Ferrocarril Central Buenos Aires, Ferrocarril Midland de Buenos Aires y Ferrocarril Noroeste Argentino, por las que se pagó 280.000.000 de libras esterlinas.

La nacionalización dio lugar al cambio de denominaciones de las distintas líneas, la que pasaron a ser designadas de la siguiente manera:

· Ferrocarril Nacional General Belgrano:

· Todas la líneas de trocha angosta: Ferrocarriles del Estado, Ferrocarril Santa Fe, Ferrocarril Compañía General Buenos Aires, Ferrocarril Midland de Buenos Aires y Ferrocarril Provincial Buenos Aires (estas tres líneas se integraron a ese ferrocarril en 1954, dado que anteriormente integraron lo que se denominó Ferrocarril Provincial Buenos Aires).

· Ferrocarril Nacional General Urquiza:

· Todas las líneas de trocha media (1,435 m): Ferrocarril Central Entrerriano, Ferrocarril Central Buenos Aires, Ferrocarril Nordeste Argentino y Ferrocarril del Este (Estado.

· Ferrocarril Nacional Domingo Faustino Sarmiento:

· La línea de trocha ancha (1,676) del Ferrocarril del Oeste

· Ferrocarril Nacional General Roca:

· Las líneas de trocha ancha del Ferrocarril del Sud, incluyendo -luego de 1956- la líneas del Estado, de Puerto Deseado a Colonia La Heras y de Comodoro Rivadavia a Colonia Sarmiento, que luego de la nacionalización se denominaron: “Ferrocarriles Patagónicos”.

· Ferrocarril Nacional General Bartolomé Mitre:

· Las líneas de trocha ancha del Ferrocarril Central Argentino y Ferrocarril de Rosario a Puerto Belgrano.

· Ferrocarril Nacional General San Martín:

· El ferrocarril de trocha ancha denominado de Buenos Aires al Pacífico.

Primeros fenómenos generales

Una vez nacionalizados los ferrocarriles pasaron a constituir un sistema de transporte integrado que se inscribía dentro de un proyecto de desarrollo y crecimiento del país, donde el modo ferroviario se constituía en un factor de progreso, integrador y articulador de los espacios económicos y sociales, expandiéndose por toda la geografía nacional.

Este pasa a ser un elemento solidario, comunicador, de conexión entre las distintas regiones del país y, va a contribuir al desarrollo de las economías regionales, todo enmarcado dentro de un proyecto de Nación.

A través de la Comisión Nacional de Orientación Profesional, se crearon las Escuelas Fábricas, y en cada taller del ferrocarril había una. Se egresaba como técnico ferroviario con alguna especialidad. Eran escuelas creadas dentro un proyecto de desarrollo nacional

El decreto 20.024 de 1948, convierte a cada línea (San Martín, Belgrano, Mitre, Urquiza, Roca, Sarmiento y Patagónico) entonces existente, en empresas del Estado, sujeta a las disposiciones de las ley 13.653 (régimen de empresa del Estado).

El decreto 15.778/56 termina con esa experiencia de descentralización, uniendo a las diversas empresas en una única Empresa Ferrocarriles del Estado (E.F.E.A.).

La E.F.E.A. tuvo a lo largo del tiempo varias modificaciones estatutarias y organizativas que tendían cada vez más a la centralización de las funciones. La ley 18.360/65 crea la empresa Ferrocarriles Argentinos (F.A).

Su estructura se modificó con el decreto 5481/69, que creó el Organismo Central, en el que se concentraron funciones administrativas, comerciales y operativas comunes a todas las líneas, superponiendo y duplicando funciones con las Líneas.

Los tiempos del Onganiato, fueron tiempos de centralización del aparato del Estado y de las Empresas que de él dependían.

JCC/

N&P: El Correo-e del autor es Juan Carlos Cena ferrocena2003@yahoo.com.ar

EL PERONISMO NO TIENE INTELECTUALES, TIENE PENSADORES (A propósito de la muerte de Enrique Oliva)

Por Alberto Buela (*)

En el seno de la modernidad, este gran movimiento que nace casi en la misma época del descubrimiento de América por los europeos, se da una polémica ideológica entre dos grandes corrientes de pensamiento: la ilustración y el barroco.

El mundo de los intelectuales, aquellos que pertenecen a la república de las letras, forma parte de la tradición ilustrada que tiene su esplendor en el iluminismo racionalista de los siglos XVIII y XIX, cuyas consecuencias politológicas fueron el liberalismo y el socialismo (sus derivados como el democratismo y el marxismo).

En este enfrentamiento triunfó la ilustración cuyas consecuencias, luego de dos siglos y medio de ejercicio del poder, terminó con la hecatombe de la Segunda guerra mundial.

Es a partir de allí, cuando los productos más selectos del racionalismo ilustrado- las bombas atómicas- muestran de facto sus contradicciones internas.

El peronismo surge como una respuesta, entre otras, a esta contradicción fundamental del pensamiento ilustrado y Enrique Oliva nace con él, en la lejana Mendoza, a la vida política y cultural del final de la gran guerra.

Oliva nunca fue ni se creyó un intelectual, siempre se consideró un militante de la revolución peronista (fue secretario de John William Cooke y termina ofreciendo las flores de su velorio a un comedor infantil de un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires).

Fue doctor en dos disciplinas: la política y las relaciones internacionales. Secretario académico de la Universidad de Cuyo y primer rector de la del Comahue. Miembro de la Academia nacional de periodismo.

Fue durante diecisiete años corresponsal de Clarín en Europa con sede en París.

Allí lo conocí personalmente en 1981 por intermedio de Osvaldo Agosto, también un militante de la inconclusa Revolución Peronista.

Firmó como periodista profesional sus artículos con el pseudónimo de Francois Lepot, que en argot significa: El compañero.

Agradezco a él que me bajó el copete de la presunción del doctorado en la Sorbona cuando me dijo: No te la creas, que los franceses reparten títulos como galletitas.

Lo frecuenté mucho estos últimos diez años: En el Instituto Rosas, en el Malvinas, en el CEES de la CGT y tuve ocasión de pasar cuatro días juntos en su Mendoza natal donde pude apreciar al hombre pensador que era.

Y enterarme de la hidalguía de su padre asturiano de profesión peluquero, de su vida familiar, de la repercusión que todavía ejercía en su conciencia el asesinato de Lencinas, cuando Mendoza es intervenida por Yrigoyen a través de Carlos Borzani cuyo secretario era Ricardo Balbín. (de estas cosas no se habla o se las hecha al olvido).

Compartí con el su pasión y defensa del mundo criollo-gaucho.

No puedo olvidar su larga y jugosa explicación sobre la expresión cortar el rastro tan común en el mundo criollo.

Y padeció como pocos la monsega peroniana, ese mundo de frases hechas de Perón y Evita que repiten siempre “los intelectuales peronistas” en un pensamiento que se repite a sí mismo.

En fin, Enrique Oliva formó, quizás sin saberlo, parte de ese mundo barroco americano, que dicho sea de paso fue lo mejor y más auténtico que dio América, y que el racionalismo ilustrado e iluminista tanto desprecia por irregular, imponderable e impredecible.

N/P: El Correo-e del autor es Albertro Buela alberto.buela@gmail.com

(*)Arkegueta, eterno comenzante, mejor que filósofo

A 60 años de la mayor gesta del deporte argentino

Por Víctor F. Lupo
Dirigente del MSD

Hace 60 años, durante el primer gobierno peronista, el deporte argentino conseguía una gesta irrepetible en nuestra historia: derrotó a los Estados Unidos en los Juegos Panamericanos.

Ocurrió durante los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos que se celebraron en Buenos Aires entre el 25 de febrero y el 8 de marzo de 1951 y el deporte argentino con 154 medallas, 68 de ellas de oro, 47 de plata y 39 de bronce, lograba ser el ganador absoluto de esta competencia muy por encima de Estados Unidos, con 98 medallas (46 oro, 33 plata, 19 bronce).

Estos juegos, donde participaron 21 países de América con 2.513 atletas para competir en 18 deportes, se realizaron con el aporte económico total del Estado nacional y fueron un gran acontecimiento seguido por una multitud, que colmó los distintos escenarios deportivos. Así el gobierno del General Juan Domingo Perón, todavía en su primer mandato, cumplía la premisa de dar al fomento deportivo un gran impulso desde el Estado.

Perón, presidente de la Nación, fue el encargado de inaugurar los Juegos. "El deporte es para nosotros un medio, de tantos, que usamos para fortalecer, elevar y dignificar al hombre".

Por su parte el presidente de la CAD-COA, sigla que identificaba a la Confederación Argentina de Deportes y el Comité Olímpico Argentino (una solo institución en aquella época), Dr. Rodolfo Valenzuela (quien era también el presidente de la Corte Suprema de la Nación), expresaría en su discurso:

"Las Américas ofrecen al mundo el testimonio de su pacífica fuerza", en mención a la destrucción que asoló otros continentes durante la II Guerra Mundial, lo que se estaba viviendo en esos años en Corea y lo que diametralmente sucedía en América.
La gran actuación de los deportistas argentinos quedó marcada en la historia deportiva argentina como la epopeya más brillante del Deporte Nacional.

El boxeo, pese a no participar Pascual Pérez, fue el deporte más destacado, ya que los boxeadores lograron medallas de oro en las ocho categorías que se disputaban.

La presencia del campeón olímpico `48, Delfo Cabrera, fue el gran atractivo para el atletismo y ganó el Maratón sobre Reinaldo Gorno (otro atleta argentino), que sería subcampeón olímpico en 1952.

Otro deporte “lleno de oro” fue el ciclismo, consiguiendo siete primeros puestos. La disciplina de esgrima consiguió seis medallas de oro. Los tenistas Enrique Morea, Alejo Russell y Mary Terán de Weiss, junto con Felisa P. de Zappa, hicieron las delicias del público, además de conseguir las medallas de oro en disputa.

Pablo Cagnasso (con tres medallas de oro) y Enrique Díaz Sáenz Valiente, en tiro, fueron las figuras de un deporte que sumó una gran cantidad de medallas. Tanto en natación como waterpolo, nuestro país sobresalió con figuras y medallas. También se ganó en fútbol y polo, entre otros.
Jorge Canavesi fue el técnico del equipo de básquetbol que logró la medalla de plata en esos Juegos: “Había una conmoción muy grande en nuestro deporte: habíamos ganado el Mundial del ´50 y Estados Unidos mandó entonces una selección muy fuerte. En la final, perdimos por siete puntos. A nivel del gobierno había un impulso muy importante, fue un golpe político importantísimo. Nos lucimos porque Argentina nunca había tenido antes una oportunidad de esa naturaleza", le contó a Télam.

"El gobierno de Perón apoyo mucho y todos estábamos convencidos de lograr grandes triunfos, lo que sucedió. Había motivación política, y el peronismo generó una unidad en ese sentido que fue muy positiva y se transmitía a todas las familias”, agregó.
El profesor Norberto Zen, integrante del seleccionado de béisbol en esos Panamericanos y director de Deportes de la Municipalidad de Buenos Aires entre 1950 y 1955, recordó: “Perón puso al país entero al servicio de estos Juegos, por eso el triunfo fue de todo el Pueblo. La carta que recibíamos los deportistas argentinos el día anterior a cada competencia de Perón era un verdadero incentivo para el espíritu que predominaba en nosotros”.

“Se vivieron quince días de gran fervor deportivo. Lo emocionante e interesante fue la llegada que tuvo el deporte en el pueblo. La gente tenía noción de que el deporte era una escuela de vida", contaba hace muchos años el esgrimista campeón Felix Galimi.
"La revolución del ´55 inhabilitó por su apoyo al peronismo a una gran cantidad de deportistas, esto significó un agujero negro en el deporte argentino y pese al tiempo transcurrido no logramos recuperarlo. Argentina se quedó estancada en el deporte y los demás países avanzaron”, agregaba.

La clausura de esos Primeros Juegos se hicieron en el estadio de River Plate, donde Eva Perón, que fue la encargada del discurso final, entre otras cosas les dijo a todos los deportistas visitantes: “¡Hasta siempre! Porque nos sería gratísimo volver a agasajarlos en la Nueva Argentina de Perón, florecida por el justicialismo que redime a sus hijos, y sabe honrar y amar a los hombres, a las mujeres y los niños de una América con pueblos sin fronteras. Nuestra patria no las tiene para vosotros. Venid y andad por ella a cada momento. Nuestro cariño os hará sentir que aquí, ¡jamás seréis extranjeros!".

Este verdadero hecho histórico para el mundo deportivo americano solamente volvió a repetirse 40 años después, cuando Cuba pudo repetir la hazaña de mirar desde arriba a los yanquis en el medallero, durante los X Juegos de La Habana 1991.
Desde los Juegos de México en el año 1955 Estados Unidos había encabezado siempre el medallero y lo volvió a hacer desde Cuba hasta el presente.

Eran tiempos dorados en la Argentina, también para el Deporte.

Télam

El Navarrazo

Ocurrió el 27 de febrero de 1974. Gobernaba el teniente general Perón. El país se debatía en una lucha contra esos personajes a los que Perón llamaba “trotskos con la camiseta peronista”. Al frente de la provincia de Córdoba estaban Obregón Cano, de gobernador, y Atilio López, de vice. Los dos habían sido elegidos democráticamente, y habían ganado con holgura. Pero, para la derecha peronista, que se devoraba el país, eran trotskos, zurdos.

Ya Perón se había quitado de encima a Oscar Bidegain porque el ERP se lo sirvió en bandeja de plata al atacar la Guarnición de Azul, el 19 de enero de 1974. Por primera vez, el veterano líder se calzó el uniforme de teniente general, se puso frente a las cámaras de TV y le cortó –políticamente hablando– la cabeza a Bidegain.

Pero en Córdoba ningún grupo guerrillero le daba ninguna excusa. Había que hacer algo. Lo hizo el jefe de policía, un caballero de nombre Antonio Domingo Navarro. Perón arregla todo. Envía al ministro del Interior, Benito Llambí, que destituye a Navarro, pero... no entrega sus legítimos cargos a Obregón Cano y Atilio López. No: también los destituye. Y les da Córdoba a los peronistas fachos.

Cuando el peronismo se volvió antiperonista

Eran las 22.55. En la habitación donde se encontraba reunido un grupo de funcionarios provinciales se vivía un clima de extrema tensión. De pronto, la puerta se abrió bruscamente y tres hombres armados con ametralladoras irrumpieron en la sala, obligando a los allí reunidos a salir al pasillo. Uno de los funcionarios inquirió:

-¿Quién es el jefe de este operativo?

-¡Retírese, señor! Oportunamente se le informará-, respondió imperativamente uno de los hombres armados y, acto seguido, obligó al grupo a colocarse en fila para marchar hacia la salida principal de la Casa de Gobierno.

La noche del miércoles 27 de febrero de 1974 un grupo de más de cincuenta policías cordobeses ingresó a la Casa de Gobierno provincial y depuso al gobernador peronista Ricardo Obregón Cano y a su vice, el dirigente gremial Hipólito Atilio López. Los rebeldes se encontraban al mando del Teniente Coronel (RE) Antonio Domingo Navarro.

Junto a los mandatarios, los sediciosos detuvieron a unas setenta personas que se encontraban en la gobernación. Entre ellos estaban los ministros de Bienestar Social y de Gobierno, Antonio Lombardich y Elio Alfredo Bonetto; los diputados Luis Bruno y Blas García; el presidente del Banco de la Provincia de Córdoba, Julio Aliciardi; el Fiscal de Estado, Juan Carlos Bruera; el director de Prensa, Alejo Díaz Tiliar; y el hijo y secretario personal del gobernador, Horacio Obregón Cano.

Navarro había sido relevado de su cargo de Jefe de Policía provincial esa misma tarde por el gobernador, por considerarlo "poco confiable". Al enterarse del relevo, el jerarca policial acuarteló a unos siete mil efectivos a sus órdenes en la ciudad, aduciendo una "infiltración marxista" en el gobierno.

Frente a estos hechos, el Gobierno respondió con su exoneración definitiva y puso en su lugar al Inspector Mayor Rubén Cuello, quien ejercía la subjefatura desde que Navarro detuviera, días atrás, al ex subjefe, Teniente Coronel (RE) Julián Chiappe.

Esa misma tarde, grupos de civiles habían tomado las emisoras LV2 -La Voz del Pueblo- y LV3 -Radio Córdoba- y comenzado a emitir comunicados en apoyo al jefe de la insurrección. Una de las transmisiones sostenía que Navarro representaba “una garantía de orden” y era “el vehículo necesario para el proceso de liberación”.

En respuesta, el Gobierno difundió la siguiente declaración: “Antonio Navarro, en franca actitud de rebeldía, lejos de acatar la orden recibida, engaña a sabiendas a parte del personal policial y, con el apoyo de pequeños grupos repudiados por la ciudadanía, se rebela, pretendiendo ser fiscal del gobierno electo por todo el pueblo de la provincia”.

Al caer la noche, se escucharon tiroteos en distintas partes de la ciudad. Civiles armados e identificados con brazaletes rojos comenzaron a circular por las calles.

Acusados por Navarro de “proveer armamento a grupos civiles de conocida militancia marxista”, el gobernador y su vice fueron llevados al Comando Radioeléctrico de la Policía provincial, donde permanecerían cautivos hasta el viernes 1° de marzo a las 17.30.

El jueves 28 a las 22.00, el presidente de la Cámara de Diputados provincial, Mario Dante Agodino, asumió la gobernación interina. A la misma hora era llevado a cabo un atentado contra el domicilio de Obregón Cano.

Por su parte, el Gobierno Nacional, encabezado por el Teniente General Juan Domingo Perón, lejos de restituir a los funcionarios en sus cargos, en un principio no tomó partido en la contienda. El sábado 2 de marzo al mediodía dio a conocer su posición: la intervención federal de la provincia.

Imagen: Civiles armados patrullan con total impunidad las calles de Córdoba durante el Navarrazo

Fuentes: José Pablo Feinmann, Julieta Dorio, Alejandro San Cristóbal.

+info: http://elortiba.org/ocano.html

ENRIQUE OLIVA, UN HIDALGO DEL PUEBLO

Por Roberto Bardini

Bambú Press

Rebanadas de Realidad

Buenos Aires - Nacido en Mendoza e hijo de inmigrantes andaluces, era un aristócrata de los nuestros. O, como de sí mismo decía el francés Jacques de Mahieu, un hidalgo del pueblo, que también los tenemos.

Porque Enrique Oliva fue un hombre culto, elegante y caballero, de los que no heredan estirpe sino que se construyen desde abajo. Pertenecía al incorregible campo nacional y popular, y cuando fue necesario, no eludió la acción directa ni el riesgo físico.

Era doctor en Ciencias Políticas y había sido profesor en las universidades de Cuyo y de Neuquén, de la que fue rector organizador antes de que se transformara en la del Comahue, pero jamás posó de académico. Participó en 1951 de la fundación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), organismo que años después y a causa de su militancia peronista, lo ninguneó olímpicamente. No le importó: no le interesaba ser funcionario público al costo de cerrar la boca, agachar el lomo y mirar hacia otro lado. También fue, hasta 1955, director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero no descendió a las amaneradas ínfulas de ciertos diplomáticos de carrera. Y fue, sobre todo en los activos últimos años de su vida, un pensador al que no le gustaba que lo etiquetaran como intelectual.

Sus credenciales eran otras. En un medio donde proliferan cagatintas y ganapanes, se consideraba un periodista. En una época en que pululan mojigatos y cobardes, se enorgullecía de haber integrado la Resistencia Peronista. Y en una etapa de amnesia inducida y desmalvinización, estaba dedicado a la causa de las Islas Malvinas. Lo hacía con un vigor del que hoy parecen carecer muchos cuarentones y cincuentones distraídos con trenzas políticas de pasillo, andinismo laboral, Boca y River, el baile del caño o los culos del verano, endebles marcas registradas de cancherismo local, que arruga al primer amague.

Oliva creyó, como Miguel de Unamuno en El Sepulcro de Don Quijote, que en cuanto una alucinación se hace colectiva, se hace popular, se hace social, deja de ser alucinación para convertirse en una realidad. Lo demostró hasta el último día de su fecunda vida.

“Los de PRO son unos burócratas inútiles”

El ritmo del año electoral se empieza a sentir y hace rato que Gabriela Cerruti está a pleno. Lejos quedaron las vacaciones que compartió con sus hijos en Mar Azul: la legisladora de Nuevo Encuentro sabe que a partir de ahora las discusiones se darán en términos de alianzas, desdoblamientos y comunas. En diálogo con Página/12, Cerruti critica en tono de campaña la ineficiencia de los equipos del PRO –a los que califica de “burócratas inútiles”– y mientras se prepara un mate reclama un frente “que no sea sólo antimacrista”.

–¿Cuál es el balance que hace del gobierno de Mauricio Macri?

–Por un lado hay un tema ideológico, con respecto a qué barrios y qué obras se privilegiaron: publicidad, asfalto... pero también existe un problema gravísimo de gestión. El presupuesto no se ejecuta, los subsidios de las inundaciones del año pasado todavía no se pagaron. Los tipos son unos burócratas inútiles. En contra de lo que se creía, el PRO no llegó con ningún equipo de gestión eficiente. Colocaron al Grupo Sofía en las áreas sociales, al viejo peronismo para hacer política y a los amigos de la vida en el resto de los puestos. Una mala conjugación.

–¿Algún aspecto positivo?

–El espacio público de la zona norte de la ciudad está muy bien cuidado. Es decir, el Rosedal, los lagos (de Palermo) y las plazas están bien, aunque sigue siendo algo menor si uno ve la pintura general: la única ciudad donde creció la mortalidad infantil y la falta de vivienda.

–¿Quiénes componen el frente progresista que impulsa Nuevo Encuentro para enfrentar a Macri en la ciudad?

–Tratamos de armar algo lo más amplio posible, mediante una discusión en la que no podemos obviar que estamos de acuerdo con el rumbo nacional y que la ciudad no debe estar ajena al crecimiento económico, a la mayor redistribución, a la mayor vivienda y a la mejor educación. Las fuerzas del centroizquierda de la ciudad deben unirse sin mezquindades. El desafío es hacer un frente no sólo antimacrista.

–¿Proyecto Sur quedaría fuera de este armado?

–Hay gente de Proyecto Sur y de la Coalición Cívica que sin dudas podrían acompañarnos, pero lamentablemente nos divide su postura con respecto al gobierno nacional. Es una lástima que Fabio Basteiro, Delia Bisutti o María América González se sumen al discurso de Pino Solanas.

–¿La alianza con el kirchnerismo se va a mantener incluso si el candidato es Amado Boudou? Algunos partidos del espacio expresaron sus reparos...

–No tenemos por qué meternos en la interna de otro partido, aunque está claro que apoyamos el proyecto nacional y Boudou es el ministro de Economía de ese proyecto. Cuando nuestro partido se diferencia del gobierno de Scioli en la provincia, se diferencia de sus políticas de seguridad, sociales y de crecimiento, no de una persona. En ese contexto, me parece que Filmus representa un montón de todo eso, que Boudou es el ministro de Economía, y que Tomada tiene una excelente relación con el mundo del trabajo. El kirchnerismo dirá su candidato. Nosotros creemos en las construcciones políticas, y las fuerzas que se armen en Buenos Aires tendrán que estar de acuerdo en su manera de ver a la ciudad.

–Usted se había expresado en contra de la unificación de las elecciones porteñas con las nacionales, pero el kirchnerismo parece inclinarse por esa opción. En caso de que ellos lo apoyen, ¿estarían dispuestos a aprobar la simultaneidad de los comicios?

–Creemos en privilegiar lo que haya que privilegiar en cada momento y en cada instancia. Es una decisión que hay que tomar con calma.

–¿Qué pasa con las elecciones en las comunas? Macri también se expresó a favor de unificarlas.

–En ese caso estamos de acuerdo porque con las comunas separadas no va a ir a votar nadie, sólo los cinco que las impulsan. Al ser la primera elección en este nivel, debemos intentar que se hagan junto a las elecciones a jefe de Gobierno.

–¿Cree que finalmente se va a aprobar el Presupuesto 2011?

–Nuestra vocación es ayudar a que se apruebe, pero es imposible votar a favor de un presupuesto sin pauta salarial. Más allá de nuestros reparos con el tema del endeudamiento y la subejecución del año pasado, vamos a esperar que el PRO cierre los acuerdos con docentes y estatales. Si no estamos votando algo ficticio.

–¿Va a escribir otro libro?

–Si Macri es candidato a presidente, quizás haya que hacer una revisión de El Pibe. Aunque también habría que escribir y pensar un poco el cambio que está teniendo lugar en este país. Hoy en Facebook un amigo me decía que nunca desde el ’83 tuvo tantas ganas de votar: esto habla de una transformación política que, la verdad, dan ganas de contarla.

Entrevista: Federico Poore.