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Así como se habla de derechos humanos de primera, segunda y tercera generación según su datación histórica y su relación con nuevos paradigmas y demandas sociales, existen políticas de Estado del actual gobierno que podrían concebirse de un modo similar. La salida desde el infierno al purgatorio –según la figura tantas veces repetida por Néstor Kirchner– fue una etapa de primera generación. La ley de Matrimonio Igualitario o la implementación de un sistema de trazabilidad de medicamentos correspondería a la tercera. Es más difícil ubicar el anuncio del martes hecho por la Presidenta sobre la recuperación estratégica del Belgrano Cargas. Si es por el viejo desarrollo de nuestro sistema ferroviario, si es por recuperar lo que alguna vez tuvimos, se trata apenas de salir del infierno dejado por las políticas neoliberales. Si es por la fenomenal expansión de la frontera agraria, por el desarrollo de las economías regionales y el federalismo, por la construcción de nuevos puertos o por el transporte de minerales extraídos en el oeste argentino, se podría hablar de políticas estratégicas de tercera generación. Con un rasgo fuerte: la preeminencia del modelo extractivo.
“Sintonía fina” fue y es la expresión emblemática que se empleó a partir del actual ciclo presidencial para hablar de la necesidad de sofisticar múltiples políticas, especialmente económicas, que tienen que ver con lo que se llama “modelo”. La promesa de recuperar el sistema ferroviario nació en los inicios del kirchnerismo y, por lo menos hasta hace algunos años no fue la que más brilló por su concreción. Los numerosísimos problemas de nuestro sistema de transporte fueron de lo más piantavotos que haya padecido el kirchnerismo. Que dos nombres tan significativos como los de Ricardo Jaime y José Pedraza hayan tenido que ver con el asunto es un dato como para tener más que en cuenta. Distinto parece el panorama a partir de la gestión de Juan Pablo Schiavi.
En un marco de recuperación –que incluye desde la implementación del Sube a los coches de dos pisos para el Sarmiento o los nuevos aviones de Aerolíneas– el anuncio hecho por teleconferencia Buenos Aires-Formosa desde la Casa Rosada tiene algo de conmovedor. O por lo menos conmueve a quienes hemos conocido y usado los trenes que recorrían diversas geografías argentinas –El Libertador, el Serranoche, el Estrella del Norte, por citar algunos– ese despliegue de mapas que acompañó la transmisión de de canal 7, en el que por cada tramo o corredor del Belgrano que articula localidades del interior profundo uno puede imaginar inclusión. Inclusión territorial, económica y de historias de vida, aún cuando ante el paradigma del desarrollo siempre asoma el fantasma de lo que pueda desaparecer (o amenazar) con el progreso.
Como sea, y aunque seguramente demorará varios años más, aquella promesa de Néstor Kichner de recuperar nuestros trenes comienza a hacerse realidad. El proyecto del Belgrano Cargas prevé la construcción de 3200 kilómetros de vías a un costo de cerca de 6000 millones de dólares. Es la mayor inversión ferroviaria en 30 años, dicen los funcionarios. Lo que ya se está haciendo abarca ramales de Formosa (687 kilómetros), Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe. Pero a futuro el proyecto conecta y abarca apuestas muy diversas: desde el transporte y salida de la producción agropecuaria por los puertos de Rosario a la integración de Salta con Formosa o el Chaco; desde la conexión con Bolivia a la salida exportadora al Pacífico a través de Chile.
En busca de un discurso nuevo en los últimos tiempos se escucha a políticos opositores tratando de construir un nuevo slogan: reconocen que Argentina crece, pero dicen que ese crecimiento “no es desarrollo”. Las novedades en materia de política ferroviaria –más el crecimiento de la producción de energía o el crecimiento de rutas pavimentadas y autopistas como políticas emblemáticas– ponen en tela de juicio esa afirmación.
“Sintonía fina” fue y es la expresión emblemática que se empleó a partir del actual ciclo presidencial para hablar de la necesidad de sofisticar múltiples políticas, especialmente económicas, que tienen que ver con lo que se llama “modelo”. La promesa de recuperar el sistema ferroviario nació en los inicios del kirchnerismo y, por lo menos hasta hace algunos años no fue la que más brilló por su concreción. Los numerosísimos problemas de nuestro sistema de transporte fueron de lo más piantavotos que haya padecido el kirchnerismo. Que dos nombres tan significativos como los de Ricardo Jaime y José Pedraza hayan tenido que ver con el asunto es un dato como para tener más que en cuenta. Distinto parece el panorama a partir de la gestión de Juan Pablo Schiavi.
En un marco de recuperación –que incluye desde la implementación del Sube a los coches de dos pisos para el Sarmiento o los nuevos aviones de Aerolíneas– el anuncio hecho por teleconferencia Buenos Aires-Formosa desde la Casa Rosada tiene algo de conmovedor. O por lo menos conmueve a quienes hemos conocido y usado los trenes que recorrían diversas geografías argentinas –El Libertador, el Serranoche, el Estrella del Norte, por citar algunos– ese despliegue de mapas que acompañó la transmisión de de canal 7, en el que por cada tramo o corredor del Belgrano que articula localidades del interior profundo uno puede imaginar inclusión. Inclusión territorial, económica y de historias de vida, aún cuando ante el paradigma del desarrollo siempre asoma el fantasma de lo que pueda desaparecer (o amenazar) con el progreso.
Como sea, y aunque seguramente demorará varios años más, aquella promesa de Néstor Kichner de recuperar nuestros trenes comienza a hacerse realidad. El proyecto del Belgrano Cargas prevé la construcción de 3200 kilómetros de vías a un costo de cerca de 6000 millones de dólares. Es la mayor inversión ferroviaria en 30 años, dicen los funcionarios. Lo que ya se está haciendo abarca ramales de Formosa (687 kilómetros), Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe. Pero a futuro el proyecto conecta y abarca apuestas muy diversas: desde el transporte y salida de la producción agropecuaria por los puertos de Rosario a la integración de Salta con Formosa o el Chaco; desde la conexión con Bolivia a la salida exportadora al Pacífico a través de Chile.
En busca de un discurso nuevo en los últimos tiempos se escucha a políticos opositores tratando de construir un nuevo slogan: reconocen que Argentina crece, pero dicen que ese crecimiento “no es desarrollo”. Las novedades en materia de política ferroviaria –más el crecimiento de la producción de energía o el crecimiento de rutas pavimentadas y autopistas como políticas emblemáticas– ponen en tela de juicio esa afirmación.
19/05/11 Miradas al Sur
Formosa tierra olvidadada y echada del sistema productivo durante decadas, dirigentes q no tienen la estatura de N.K.quien puso los recursos del estado para concluir la ruta q la atraviesa a Salta y decirles a esos Pseudodirigentes formoseños q se pongan las pilas y trabajen para la gente. Hay q seguir escribiendo sobre nuestro país del interior saludos Rodolfo
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