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domingo, 20 de marzo de 2011

Lo que vendrá

Por Hernán Brienza
Historiador y politólogo.

Si uno analiza los requisitos necesarios para los dirigentes futuros del kirchnerismo podrá comenzar a hacer especulaciones sobre las nuevas formas de hacer política que propone la presidenta, para lo que podría considerarse como la etapa superior del kirchnerismo.

I

Ha terminado una semana que tuvo un alto contenido histérico gracias a la conducta de los principales actores sociales en la República Argentina que fue coronado con la amenaza de un absurdo paro y movilización por parte del gremio de Camioneros a causa de una más absurda operación de prensa respecto de una supuesta investigación por lavado de dinero contra el líder sindical en Suiza. Pero, también, ha concluido una semana con varias claves para analizar cómo pueden ser los movimientos tácticos, pero también estratégicos respecto del mapa político, pero también de las transformaciones que pueden esperarse dentro del peronismo kirchnerista y sus aliados.

En el discurso que pronunció la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Huracán frente a la juventud política marcó una nueva etapa cualitativa dentro del kirchnerismo, y la clave podría encontrarse en la institucionalización de ciertas pautas orgánicas, simbólicas, prácticas jurídicas, consuetudinarias, valorativas, culturales, políticas, de roles. La semana pasada escribí que ese proceso requerirá de “un aumento de la racionalización burocrática, política y administrativa, y de un creciente profesionalismo político por parte de los militantes y los cuadros políticos que lleven adelante el proceso de profundización y transformación”. Es posible que allí haya una clave para entender la victoria del Frente para la Victoria en Catamarca y, también, para ir delineando qué modelo de dirigentes está buscando el kirchnerismo para su propio trasvasamiento generacional.

Repasemos: Hasta hace unos pocos meses, Catamarca iba en camino a convertirse en un feudo radical en el que Brizuela del Moral prometía constituirse en un nuevo Ramón Saadi, o en un Juárez a fuerza de reelecciones indefinidas. La decisión de Cristina Fernández de que fuera la dupla Corpacci-Mera la encargada de enfrentar al Frente Cívico y Social cambió el tablero político en esa provincia. Y esa determinación la tomó la presidenta aún frente a la timidez de la propia médica catamarqueña que no creía en un posible triunfo frente al oficialismo provincial. Es por eso que apenas se supieron los resultados electorales Corpacci no dudó en atribuir el triunfo a Cristina Fernández.

Un axioma del peronismo clásico es que la conducción política se basa en los aciertos que produzcan las tácticas y las estrategias del líder en cuestión. Por lo tanto, la victoria en la provincia por la que alguna vez se paseó ese caudillo monumental siempre olvidado que se llamó Felipe Varela debe ser leído por el resto del peronismo como un acierto de la táctica electoral de la presidenta. Pero también se trata, para aquellos que están cerca del kirchnerismo en términos programáticos, de señales que deben interpretarse en un marco estratégico respecto de la renovación dirigencial que necesita la Argentina y el movimiento nacional y popular.
¿Qué es lo que vendrá? Si se leen las últimas decisiones de la presidenta se podrá realizar un modelo acabado del perfil de dirigentes, cuadros y militantes que serán necesarios para los próximos años si el kirchnerismo gana las elecciones de octubre. A saber:

1) Se trata de mujeres y hombres de mediana edad, que por una cuestión etárea no estén contaminados con el noventismo.
2) Progresistas y modernos en términos de respeto a la institucionalidad y los valores democráticos.
3) Que se hayan iniciado a la política en el siglo XXI preferentemente.
4) Que hayan demostrado compromiso ideológico con el nuevo modelo y que hayan asumido las consecuencias de apoyarlo, como por ejemplo, Corpacci, quien renunció a la vicegobernación cuando Brizuela del Moral se alió con Julio César Cobos.
5) De probada lealtad política y personal a la presidenta de la Nación.
6) Que tengan una capacidad de trabajo arrolladora y que sean “incansables”, es decir que estén dispuestos, como decía Herminio Iglesias a “trabajar las 24 horas del día, y si es preciso, también de noche”.
7) Formación intelectual, política y académica, que permita convertir la intuición y las mañas de comité en la racionalidad y previsibilidad.
8) Que tengan conciencia de que el trabajo en el Estado no es “hacer la plancha” sino que a veces se confronta con los poderes estatuidos –hacia dentro y hacia fuera– en cada una de las áreas a ocuparse.
9) Que la política es, en mayor o menor medida, un servicio de democratización de los recursos y de distribución de la riqueza permanente a favor de las mayorías y no de los poderes concentrados.
10) Que siempre vayan por más.

Si uno analiza los requisitos necesarios para los dirigentes futuros del kirchnerismo podrá comenzar a hacer especulaciones sobre las nuevas formas de hacer política que propone la presidenta para lo que podría considerarse como la etapa superior del kirchnerismo.

II

La semana política concluyó con el ataque de histeria generalizado producido por el supuesto pedido de investigación de la justicia suiza contra Hugo Moyano, el líder de los camioneros y de la Confederación General del Trabajo. Muchas interpretaciones se han trazado en estos últimos días sobre la estigmatización del movimiento obrero organizado por parte de la prensa y, sobre todo, de las capas medias. La mayoría de ellas son acertadas. John William Cooke decía que “el peronismo era el hecho maldito del país burgués”. Siempre se trató de una frase enigmática, oscura, de complicada hermenéutica. Es posible que la “traducción” más atinada sea aquella que recorte las capacidades –no las potencialidades– revolucionarias del movimiento justicialista pero que, al mismo tiempo, exaltara el contenido contracultural y repulsivo respecto de las clases dominantes de un país que estaba haciendo su ingreso a la modernidad capitalista en los años cincuenta del siglo pasado. Es posible que hoy la CGT sea “el hecho maldito del país kirchnerista”: Sin dudas es la espina dorsal del actual modelo de transformación política, económica y social, y el sector más políticamente incorrecto y contracultural para la Argentina blanca europea y “bienpensante”. Pero también es cierto que incluye en sus recodos lugares de mucha oscuridad tanto en términos de representación de los trabajadores, de prácticas predemocráticas y de luchas por los recursos de forma no muy santas –como ocurre, digamos, en la mayoría de los grupos corporativos importantes–. Es por eso que, más allá de la cuestión de la discriminación racial y social que el movimiento obrero y sus líderes reciben constantemente por parte de la prensa hegemónica, sus principales intelectuales y dirigentes deberían pensar y diseñar una estrategia de “reconciliación” con los sectores más refractarios de la sociedad argentina que incluya un profundo cambio metodológico y también dirigencial. En ese sentido, la aparición de Facundo Moyano, por ejemplo, es una más que buena noticia.

Difícil resulta poder saber qué le ocurrió a Moyano el jueves por la noche y el viernes por la mañana. Paranoia, calentura o medida manipulación política para demostrar poder, lo cierto es que su conducta produjo más daño al interior del movimiento nacional y popular que la acción conjunta de la oposición y los medios de comunicación hegemónicos. No son tiempos políticos para cometer esos errores ni para avivar internas. Conspirar internamente, hoy, se parece mucho al “sacar los pies del plato”, del que hablaba Juan Domingo Perón en los años setenta.

Por lo todo lo demás, sostengo que el pensamiento nacional y popular se debe una actualización doctrinaria que incluya una revisión, una ampliación y una renovación de sí mismo y que algo similar debería ocurrir con los institutos de investigación del Estado destinados a producir y divulgar conocimientos históricos.

20/03/11 Tiempo Argentino

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