Mientras La Nación afirma que la diputada Gabriela Michetti “trabaja para suceder a Mauricio Macri” en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, la ex vicejefa de Gobierno porteño no tuvo mejor idea que decir que “las personas adultas con niños pequeños no aceptan subsidios ni vivienda alternativa porque prefieren estar en el mismo lugar en el que acopian y trabajan con distintos elementos, armándose una indigna casillita de chapa y cartón”.
Es difícil saber qué será la dignidad para Michetti. Más fácil es saber que hace mucho frío estos días y que hace una semana murió un recién nacido –de apenas 25 días– en Pichincha y Cochabamba, a muy pocas cuadras de la casa de la diputada. Michetti solía decir que se inició en la política a través de la corriente Humanismo y Liberación del dirigente demócrata cristiano Carlos Auyero, quien murió hace ya 13 años y no podría dar testimonio del paso de Michetti por esa corriente de militancia progresista y comprometida con los más necesitados.
Pero sí se pueden probar dos cosas. La primera es que Michetti, mientras secundó a Macri, fue una pieza importante para desactivar muchos programas, convenios y subsidios destinados a sectores postergados, especialmente los chicos en situación de calle y los sin techo, en sintonía con la ministra de Desarrollos Social, María Eugenia Vidal, que tomó la responsabilidad operativa.
Por ejemplo, dejaron sin efecto el programa Buenos Aires Presente (BAP), que tenía un relevamiento de todas las personas que dormían en plazas, estaciones de tren o en la calle. El PRO cambió el BAP por la UCEP, siglas de la temeraria Unidad de Control de Espacio Público, consistente en patotas que se dedicaron despiadadamente a aporrear a los sin techo. El PRO colocó la primera escuela de policías metropolitanos al lado de Puerto Pibes, un bastión donde en otros tiempos los operadores de calle y los trabajadores sociales asistían a los chicos en situación de calle y por la noche era un parador donde dormían pibes.
Pero el PRO dispuso que no era necesario llevar a los chicos a dormir a un lugar abrigado y Puerto Pibes sólo se ofrece a la comunidad como “un complejo integral para la organización y realización de actividades recreativas, culturales y turísticas para niñas, niños y adolescentes”. Por supuesto, está bien pintado, bien PRO. Mientras las estadísticas muestran que en la zona sur de la Ciudad crecieron las cifras de mortalidad infantil o la deserción escolar, por no hablar del consumo de paco, el PRO hizo un censo para dejar tranquilos a los vecinos: “En la calle hay apenas 1.400 personas” y no los 14.900 que dicen las ONG que trabajan con poblaciones excluidas.
La verdad política de Michetti. La diputada se prepara para ser candidata en 2011 y La Nación dice que volvió muy entusiasmada de haber ido a Montevideo a visitar a la intendenta –militante comunista– Ana Olivera. Y, para mostrarse en público, prefiere a Hernán Lombardi, ministro de Cultura y Turismo de Macri, que tiene un pasado de militancia en sectores combativos del radicalismo, o al rabino Sergio Bergman, para que quede claro que ella no sólo se lleva bien con Jorge Bergoglio, el cardenal que propuso la cruzada contra el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Michetti se empezó a interesar en política a partir de las tertulias familiares a fines de los ’90, cuando estaba casada con Eduardo Cura, por entonces jefe de producción de Telenoche Investiga. El Grupo Clarín había preparado el formato de las cámaras ocultas para cautivar a cierto público amigo de los realities y apuntar sus dardos contra el menemismo, que le había dado la espalda a la hora de darles una parte del sabroso negocio de la telefonía. Así, quienes se convertían en interlocutores amistosos fueron un buen conducto para que Michetti se metiera en la real politik.
En esa trama de amistades, política e información, estaba una serie de fiscales jóvenes, de excelentes relaciones con la Marina, el Ejército y la SIDE. ¡Oh casualidad! Guillermo Montenegro y Carlos Stornelli –el primero amigo de la familia naval y el segundo con los del Ejército–. Montenegro, aunque muy golpeado por el ninguneo de Macri, sigue al frente del Ministerio de Seguridad porteño. Stornelli –y su amigo Paulo Starc, también habitué de la casa de Michetti– tuvieron que salir del Ministerio de Seguridad bonaerense después de haber desactivado todos los sistemas de control de los jefes policiales montados por León Arslanian.
También concurría Eamon Mullen, quien junto a José Barbaccia era la dupla de fiscales que entendían –o desentendían– en la causa por el atentado a la AMIA. Ellos tenían la relación con la SIDE de Hugo Anzorreguy y quedaron involucrados en el pago de 400.000 dólares al imputado Carlos Telleldín para desviar la causa hacia un grupo de policías bonaerenses.
El salto a las primeras ligas de Michetti no tuvo nada que ver con lo que Carlos Auyero pregonó en su intachable vida sino con el incansable ataque al gobierno de Aníbal Ibarra por la causa Cromagnon. La entonces legisladora era –quizá no la única, desde ya– quien les hacía las señas a algunos familiares de las víctimas para que interrumpieran a tal o cual en el uso de la palabra.
El PRO tiene por delante el juicio a su jefe por haber participado de una asociación ilícita para espiar personas. Algunos se ilusionan con que Michetti encarne el ala más humana. Por estas horas, su teléfono y el de su agente de prensa no contestan. Están saturados de mensajes.
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