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lunes, 19 de diciembre de 2011

Antiproyecto, modelo, proyecto

“Si el desempleo no existiera, el régimen ultra liberal lo inventaría”, dice la periodista y ensayista francesa Viviane Forrester. Ésta fue la premisa que guió al ex ministro de Economía Domingo Cavallo tanto en su paso por la dictadura como durante los dos gobiernos constitucionales de los que formó parte.

Con su rostro demacrado y sus ojos saltones y ojerosos intentaba explicar, entre el ruido de las cacerolas y los desocupados bombos piqueteros, que la economía florecería en sólo 90 días merced a la implementación del corralito, mientras el pueblo se movilizaba porque no se resignaba a aceptar la dolorosa sensación de un “no mañana”.

Si Cavallo no tenía la intención de que su proyecto provocara la desocupación y la exclusión social que generó significa que fue un inepto. Pero si lo sabía, más allá de los diferentes atributos que se le pudieran asignar, sólo expresa la transparente definición de los objetivos que orientaron las medidas económicas y sociales que marcaron esos años en los que nos atemorizaban con la “mirada de los mercados”.

Esos mercados que representaba y a la vez le reportaba generosos beneficios personales vieron con beneplácito cómo se transfería nuestro petróleo, nuestras comunicaciones, nuestra energía, nuestras tierras y hasta nuestro subsuelo con la finalidad de disminuir una deuda que sólo aumentaba.

El desfinanciamiento estatal a partir de la creación de las AFJP representó otro golpe certero contra el bolsillo de los trabajadores y los futuros jubilados, así como para los más desprotegidos como consecuencia del vaciamiento de las arcas para fines sociales.

Algunos de sus herederos ideológicos, argumentando la necesidad de alinearse con lo que sucede en EEUU y en la Unión Europea, insisten con viejas recetas de “ajuste” -término que desde hace ocho años dejó de ser frecuente para los argentinos- sin tomar en cuenta que todos los analistas políticos percibieron que la razón más destacable del triunfo de Cristina Fernández en las recientes elecciones fue la percepción del avance en materia económica, que justamente se debió al incremento del consumo, eje claramente opuesto al término “ajuste”.

El ajuste de ese ministro que buscaba el pañuelo de Norma Plá para secar sus lágrimas fue sinónimo de sueldos depreciados con precios en ascenso, de creciente desocupación como consecuencia de importaciones indiscriminadas, de industrias desprotegidas y quebradas y de tejido social desarticulado, postergando el bienestar, las posibilidades de progreso, las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los argentinos.

Transitamos años durísimos pero afortunadamente aquel “antiproyecto” de país, sometido a organismos, corporaciones y naciones beneficiadas con los perjuicios padecidos por nuestro pueblo tuvieron su contraparte con el “modelo” iniciado en mayo de 2003, con la revalorización y el impulso a la industria y a la ciencia y la tecnología elevadas al rango de ministerio, con el apoyo a las pymes quebradas en el proceso anterior, con la decisión y el coraje para plantarse ante el FMI y los demás acreedores, y con trabajadores que recuperaron el bien más preciado: la certeza laboral.

Con líderes que resignificaron la palabra Justicia al proponer una Corte Suprema con los mejores y no con los adictos, pero también revalorizaron a los más necesitados con la Asignación Universal por Hijo y con el traspaso al Estado de los fondos en manos de las AFJP.
A diez años del estallido de diciembre de 2001, las recientes elecciones expresaron la voluntad popular de que el modelo tome forma de un proyecto de vida para todos los que habitamos este suelo.

Hugo Gulman

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