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sábado, 30 de marzo de 2013

JESÚS DETENIDO, TORTURADO, MUERTO Y DESAPARECIDO. Los cristianos nunca estuvimos del lado de los leones.

JESÚS CONTRA EL IMPERIO ROMANO
 
Por Rubén Dri
 
A través de una lectura de los textos evangélicos de Marcos, el autor hace un análisis del enfrentamiento que Jesús tuvo con las estructuras de poder de su tiempo y presenta las perspectivas desde las que su presencia tuvo repercusión en la sociedad de la época.
 
El anuncio de Jesús sobre la inminencia del Reino de Dios debía necesariamente chocar con el reino establecido y dominante, el imperio romano.
 
Este enfrentamiento queda, en los evangelios, en las sombras.
 
Una primera lectura nos pone siempre en el enfrentamiento que Jesús tiene con el templo, con los escribas, con los fariseos, con los sacerdotes y los herodianos
 
Incluso, en las narraciones sobre la pasión y muerte de Jesús da la impresión de que el imperio es exculpado pues Pilato intenta inútilmente dejarlo libre.
 
Es, por otra parte, evidente que esta narración no puede responder a la realidad histórica.
 
No es concebible que un funcionario de la burocracia imperial como Pilato —el que, por otras fuentes lo sabemos, además era cruel— se preocupe por la suerte de un campesino galileo que anda agitando a los marginados de una oscura región.
 
Leyendo a Marcos creemos descubrir la línea antiimperial que, no dudamos, debe de haber sido la de Jesús. Trataré de mostrarla en los pasajes más significativos.
 
Las buenas noticias vienen del campesino Jesús.
 
Marcos comienza su narración de la siguiente manera: Principio del evangelio de Jesu-Cristo. Evangelio, como se sabe, del griego eu-angélion, significa buena nueva, buena noticia, buen mensaje.
 
Marcos no inventa el término, sino que le da un significado específico y, precisamente, antiimperial.
 
Efectivamente, evangelio era -término técnico para las novedades de victoria, o sea, para el anuncio de las nuevas victorias de las tropas imperiales romanas. -(La deificación del emperador) da a evangelion su significación y poder, porque el emperador es más que un hombre común, sus ordenanzas son mensajes de espada y sus órdenes son escritos sagrados.
 
Él proclama evangelia mediante su aparición... el primer evangelium es la noticia de su nacimiento (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 2:724).
 
De modo que el evangelio se encuentra en el centro de la política imperial.
 
Las buenas noticias eran tanto la noticia del nacimiento de un nuevo emperador como de las victorias que las tropas imperiales habían obtenido sobre el enemigo.
 
Formaba parte de la ideología imperial.
 
Teniendo esto en cuenta, que un escritor en el año 71 de nuestra era se atreva a denominar evangelio al mensaje transmitido por un campesino marginado en su propia sociedad que era, a la vez, una oscura y pequeña región dominada por el imperio era absolutamente subversivo.
 
Las buenas noticias sólo las podía dar el poder, el máximo poder que se encontraba en Roma.
 
Además de subversiva esta proclamación era absurda.
 
Bien lo expresaría Natanael, según nos relata Juan: -¿De Nazaret puede salir algo bueno?.
 
Era una concepción muy expandida, perteneciente a la ideología del dominador y devenida -sentido común de los dominados.
 
Nada bueno puede salir de los pobres, de los marginados, de las regiones marginadas.
 
Las buenas noticias no provienen de arriba sino de abajo, no del poder imperial sino de los marginados por ese poder.
 
Proviene de los márgenes del imperio, de la pequeña Palestina, de los márgenes de palestina, de la oscura Galilea, de los márgenes de Galilea, del desierto y de los campos.
 
Jesús no puede entrar en las ciudades.
 
Sólo entró en dos, en Cafarnaúm, al principio, y en Jerusalén, al final, donde lo aprehenden y asesinan.
 
Desde abajo, desde el no-poder que, vamos a ver, genera un nuevo poder, un poder de liberación como servicio, es desde donde se anuncia el evangelio, la buena noticia.
 
El primer y principal enemigo del Reino de Dios denunciado por Marcos es el imperio romano.
 
El imperio es el enemigo principal
 
Después de narrar una serie de escenas en las cuales Jesús va mostrando su mensaje liberador, al mismo tiempo que enfrenta a los enemigos internos del evangelio, Marcos nos presenta al enemigo principal. Lo hace en forma quiásmica:
 
A) -Y viene a casa: Y se aglomera otra vez la multitud, de suerte que no podían ni siquiera comer pan. Al enterarse los de su casa salieron a apoderarse de él, pues decían: -está loco. (fuera de sí).
 
B) -Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían: -Tiene a Belezebul y también: -Por el príncipe de los demonios echa afuera a los demonios.
 
C) -Llamándoles la atención con parábolas (Jesús) les decía: -¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?
 
Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, no puede subsistir.
 
Si Satanás se ha levantado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir y llega a su fin.
 
Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al fuerte.
 
D) -En verdad les digo que todo se perdonará a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por más que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el espíritu santo, no tiene perdón por los siglos, sino que es reo de eterno pecado.
 
Porque decían: -Tiene espíritu impuro.
 
E) -Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, le mandaron a llamar.
 
El pueblo estaba sentado a su alrededor y le dicen: -Allí están tu madre y tus hermanos afuera y te buscan´.
 
Respondiendo, les dice: -¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dice: -¡Aquí están mi madre y mis hermanos!. Pues cualquiera que haga la voluntad de Dios, éste es mi hermano y mi hermana y mi madre (Mc 3, 20-35).
 
Se sabe que el quiasmo dispone las partes del discurso de tal manera que el mensaje central quede en el centro.
 
El texto presenta una cierta síntesis de los enemigos del Reino.
 
De los menos peligrosos a los más peligrosos.
 
Primero los parientes, luego los escribas y finalmente, en el centro, el  fuerte –isjyrós-.
 
En la interpretación de este texto generalmente se ha pasado por alto, o se ha minimizado, la enemistad de los parientes de Jesús, entre los cuales se encuentra su madre.
 
Es absolutamente comprensible que tanto María como sus hermanos se preocuparan por el rumbo que tomaba la práctica de Jesús, enfrentado ya con todos los poderes de la sociedad.
 
La enemistad de los escribas es conocida; si bien, como se sabe, en el evangelio se refleja más el enfrentamiento entre los escribas y la comunidad de Marcos que entre los escribas y Jesús, pero no se puede negar que un mensaje como el de Jesús debía encontrar oposición en un cuerpo de escribas que ostentaban el poder que daba el saber en una sociedad analfabeta.
 
Pero hay dos temas que la interpretación generalizada no ha visto correctamente.
 
Me refiero a los temas del fuerte y los pecados y blasfemias contra el espíritu que no tienen perdón por los siglos.
 
Ambos están unidos.
 
Se trata de los enemigos del Reino.
 
El enemigo principal, el más peligroso y temido es, naturalmente, el que se encuentra en el centro del quiasmo, es decir, el fuerte.
 
¿Quién es este fuerte?
 
No puede ser sino aquél contra el cual se anuncia el eu-angélion, es decir, el imperio romano.
 
Éste es el fuerte, el poderoso, el opresor cuya casa debe ser saqueada.
 
El verbo utilizado diarpádsein significa precisamente saquear, devastar, robar, desgarrar.
 
Se trata de entrar en su casa y saquearla.
 
Pero ello es imposible si primero no amarra al fuerte.
 
La figura utilizada es la de un hombre fuerte, poderoso en su casa.
 
Es necesario amarrar al hombre fuerte y luego saquear la casa.
 
Es evidente que para amarrarla se requerirá toda una estrategia. Es la que Jesús está elaborando, es lo que está proponiendo.
 
Pero resulta que esa tarea se encuentra obstaculizada, entre otros, por los escribas que esgrimen argumentos teológicos.
 
Citan a Beelzebul, con quien Jesús habría hecho un trato.
 
Demonizar de esta manera los anuncios del Reino y las prácticas de liberación que a él conducen es una malicia imperdonable.
 
Se utilizan argumentos religiosos, teológicos en contra de la obra liberadora.
 
Es el pecado teológico, el de utilizar malignamente la teología para oprimir, para esclavizar, para dominar, para desacreditar a quienes trabajan por el Reino que no tiene perdón por los siglos.
 
Es ese mismo pecado el que en el Apocalipsis es presentado como la bestia que surge de la tierra.
 
Efectivamente son las religiones orientales y sus respectivas teologías que apoyan al monstruo que surge del mar, es decir al imperio romano.
 
El verdadero demonio es el imperio
 
Después de esta escena Marcos presenta una colección de parábolas mediante las cuales Jesús preparaba al pueblo y a sus discípulos para la gran tarea de apresurar el Reino.
 
En ellas se siguen apuntando al enemigo y dando indicaciones sobre las acciones a llevar a cabo.
 
Exhorta, por medio de la parábola de -la semilla que crece por sí sola… (Mc 4, 26-29) a ejercitar la paciencia revolucionaria , y por medio de la del -grano de mostaza (Mc 4, 30-32), a la acción revolucionaria.
 
La travesía del lago (Mc 4, 35-41) por su parte llama la atención sobre los vientos que se oponen al proyecto del Reino.
 
La barca, símbolo, de la comunidad de Jesús, el pueblo, de la comunidad de Marcos, corre serios peligros.
 
Son los vientos de los enemigos.
 
Pero allí está Jesús para calmarlos.
 
Con ello entramos en un nuevo terreno, en el que las legiones romanas realizan sus tropelías. Jesús llega a enfrentarlas.
 
Así presenta Marcos la escena:
 
-Llegaron al otro lado del mar, a la región de los Gerasenos. Al salir él de la barca, inmediatamente vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo que tenía la habitación en los sepulcros; nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadena: porque él muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero las cadenas y los grillos eran destrozados por él, y nadie podía dominarlo.
 
-Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró ante él.
 
Y habiendo gritado con voz potente, dice: -¿Qué a mí y a ti, Jesús, hijo del Dios altísimo? ¡Conjúrote por Dios, no me atormentes!. (Jesús) , en efecto, le había dicho: -Sal, espíritu inmundo, de ese hombre.
 
Y le preguntaba: -¿Qué nombre tienes?´.
 
Y le dice: -Legión es mi nombre, porque somos muchos!. Y le suplicaba mucho que no los enviara fuera de la región.
 
Había allí, al pie del monte, paciendo, una piara grande de cerdos.
 
Le suplicaron diciendo: -Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.
 
Se lo permitió.
 
Luego que salieron los espíritus inmundos, entraron en los puercos, y se arrojó la piara hacia abajo por el despeñadero al mar, como unos dos mil, y se ahogaron en el mar.
 
Los que los apacentaban huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos.
 
Entonces vinieron a ver qué era lo sucedido.
 
Y vienen a Jesús, y miran al endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio, al mismo que la legión había tenido encadenado.
 
Y tuvieron miedo.
 
Los que habían visto les contaron cómo le había sucedido al endemoniado y lo de los cerdos.
 
Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus confines.
 
-Él subió a la barca y el endemoniado le pidió que lo dejase estar con él.
 
Pero no se lo permitió, sino que le dijo: -Ve a tu casa, a los tuyos y cuéntales cuantas cosas el Señor hizo contigo y cómo se compadeció de ti.
 
Se fue y comenzó a publicar cuán grandes cosas hizo Jesús con él, y todos se asombraban (Mc 5, 1-20).
 
Está por demás claro que el tema sigue siendo el del fuerte que debe ser amarrado o destruido.
 
Efectivamente, al endemoniado en cuestión nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
 
Ya se había intentado hacerlo repetidas veces, pero todo resultaba inútil.
 
Rompía las ataduras, cualesquiera ellas fueran. Es la fuerza y prepotencia del imperio que había derrotado una y otra vez los intentos de liberarse de él.
 
La fuerza no pertenece al endemoniado sino al demonio, es decir, al imperio.
 
Es éste el que utilizando al mismo endemoniado rompe cuantos intentos de liberación se producen.
 
Son los mismos ejércitos, policías y, en general, fuerzas de represión de los países dominados los que ejercen la fuerza que les da el imperio o los grandes centros de poder.
 
Por otra parte, el endemoniado en cuanto persona tiene el comportamiento desequilibrado, distorsionado, esquizofrénico, propio de los habitantes de países dominados.
 
El mejor comentario de este comportamiento es el descripto por Franz Fanon en Los condenados de la tierra.
 
El dominado introyecta la dominación y se desequilibra completamente.
 
Cuando el demonio se siente conminado por la fuerza superior de Jesús a decir su nombre, manifiesta su identidad sin vuelta de hoja: legión.
 
Es la legión romana, el ejército romano, instrumento de opresión del imperio.
 
Jesús, es decir, su mensaje, su proyecto, derrota al poder de la legión, la cual busca refugio en los cerdos, en lo despreciable, y es precipitada en el abismo de las aguas del mar.
 
Después de tamaña batalla no es de extrañar el miedo de los gerasenos.
 
Pelear contra el poder de dominación y derrotarlo puede traer aparejada una terrible represión.
 
Los gerasenos le ruegan a Jesús que se vaya.
 
Ellos aceptan la dominación.
 
La lucha por la liberación les produce miedo.
 
El que ha sido liberado deberá quedarse para revertir la situación.
 
El imperio asesinó a Jesús
 
Como puede verse, todas las referencias al enfrentamiento de Jesús con el imperio, Marcos las hace mediante símbolos, nunca directamente.
 
Podríamos citar la última, es decir, la que se refiere al tributo debido al César (Mc 12, 13-17).
 
La interpretación tradicional que sostiene que Jesús dice que hay que pagar el tributo al César y no mezclar esa acción perteneciente al ámbito político y económico con el ámbito religioso, porque es necesario dar a Dios lo que le corresponde.
 
En realidad Jesús afirma lo contrario: No hay que pagar el tributo.
 
La respuesta, nuevamente, se expresa a través de símbolos, el del denario mediante el cual se pagaba el tributo y el del pueblo como viña perteneciente a Dios.
 
El denario que tiene la inscripción del emperador y la inscripción Ti(berius) Divi Aug(usti) F(ilius) Augustus (Tiberio Augusto, César, hijo del divino Augusto) debe ser devuelto al César, a su dueño.
 
El verbo utilizado apó-dídomi significa devolver.
 
Aceptar el tributo era aceptar la divinidad del emperador romano.
 
Jesús dice que no se lo puede aceptar.
 
Por otra parte, afirma que es necesario dar el pueblo a Dios.
 
El pueblo se presenta como la viña, de la que se hablo en el pasaje anterior (Mc 12, 1-12).
 
Devolverla a Dios significa cuidarla, cultivarla, es decir, practicar la justicia.
 
Entonces ¿por qué ese intento de exculpar a Pilato?
 
Es lo más probable que se deba a la necesidad de resguardar a las comunidades que comienzan a ser perseguidas.
 
Mientras para los cristianos que saben interpretar los símbolos queda claro el enfrentamiento de Jesús con el imperio, para los enemigos esto queda oculto.
 
Si Pilato no encontró a Jesús peligroso, no hay motivo para que las comunidades sean consideradas en ese sentido.
 
Esto requiere  un fundamentado desarrollo que será motivo de otro artículo.
 
RD/
 
N&P: El Correo-e del autor es Rubén Dri rubendri@yahoo.com.ar
 
*Teólogo, colaborador de Iglesias, Argentina

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