La crisis europea se transformó en una crisis política, que acaba de provocar dos golpes de Estado. Georges Papandreu en Grecia y Silvio Berlusconi en Italia no dimitieron, sino que fueron derrocados por los mercados.
Europa produce en estos días tanta historia que es incapaz de digerirla. La autodenominada cuna de la democracia liberal se encuentra en un momento crucial de su historia, equivalente al de la caída de la Urss, cuyo 20 aniversario se conmemora el mes que viene. El abismo que se ha abierto a los pies de los europeos es de una magnitud y gravedad nunca vistas: se trata del desmoronamiento financiero y político del Viejo Continente, el final de sesenta años de construcción europea. Lo que comenzó como una crisis monetaria, se transformó en una crisis política, que acaba de provocar dos golpes de Estado. Georges Papandreu en Grecia y Silvio Berlusconi en Italia no han dimitido debido a derrotas electorales, ni siquiera al voto de censura de sus respectivos parlamentos, sino que ambos líderes políticos, eslabones débiles de la cadena de jefes de gobierno de la zona euro, cayeron derrocados por los mercados, es decir, los banqueros y sus diversos instrumentos: los fondos de inversión y las calificadoras de riesgo.
Papandreu y Berlusconi pueden ser calificados como políticos incompetentes o corruptos. Pero el primero fue elegido por un amplio margen en 2009 y el segundo también fue elegido por un amplio margen en 2008. Y ahora se los ha barrido de la escena, sin pasar por ningún procedimiento democrático. En un contexto de pánico europeo provocado por las tasas de interés y las cotizaciones bursátiles.
En menos de una semana tres tecnócratas acaban de encarnar y de prestar su rostro a los golpes de Estado de los mercados, confirmando la tesis del filósofo esloveno Slavoj Zizek de que terminó el matrimonio del capitalismo y la democracia. De pronto emerge una Europa de la urgencia, con una democracia que se ha desvanecido, que se ha dejado de lado hasta un hipotético retorno a una mejor situación.
El nombramiento del vicepresidente de Goldman Sachs, Mario Draghi como presidente del Banco Central Europeo, implica la entrega abierta de ese organismo al banco de inversiones que falsificó las cuentas públicas griegas para que Grecia entrase en el euro, y que luego especuló abiertamente contra la deuda griega.
El nuevo premier griego, Lucas Papademos es un ex funcionario del Banco Central Griego que después de desempeñarse en ese cargo no podía ignorar la falsedad de las cuentas griegas. Su pliego de condiciones exige un gobierno de unión nacional que va de la extrema derecha al partido socialista.
El nuevo ministro de Transporte de Papademos es el ultraderechista Makis Voridis, conocido por sus declaraciones abiertamente racistas contra albaneses, afganos, pakistaníes, rumanos y gitanos, los que sufren lo peor de la crisis en Atenas. Antes de hacerse militante de Laos –que quiere decir movimiento ortodoxo popular–, Voridis formó su propio partido Elliniko Metopo (Frente helénico)–y Jean Marie Le Pen lo reconoció como gemelo griego del Frente Nacional francés–.
Según un artículo en Ekathimerini , Voridis, en su juventud, lideró un grupo de jóvenes de ultraderecha armados con barras de hierro en un ataque contra estudiantes de la Facultad de Derecho.
Se supone que las elecciones legislativas previstas para dentro de quince semanas, serán las que permitirán devolver la palabra al pueblo griego, pero mientras tanto, ¡se habrá adoptado el plan de austeridad que endeudará al país durante la próxima década!
En Italia, en cambio, ni siquiera son seguras las elecciones anticipadas. En Roma, Mario Monti, la persona impuesta por los mercados para suceder a Silvio Berlusconi, también es asesor de Goldman Sachs. Allí también se rehúye la convocatoria a elecciones y se crea un nuevo gobierno en el que directamente, Corrada Passera, el director general del segundo banco del país, Intesa San Paolo, está a cargo de un superministerio que agrupa Desarrollo Económico, Infraestructuras y Transportes.
No es un producto del azar o una mera casualidad que hace algún tiempo, un banco estadounidense había reclamado un mandatario para Italia que sea “una personalidad externa y capaz”. Ese banco era justamente Goldman & Sachs, el mismo que en Argentina es accionista del Grupo Clarín.
Lo concreto es que en este momento, el Banco Central Europeo y dos países de la UE están dirigidos por personas abiertamente ligadas al capital financiero y, en el caso de Draghi y Monti, a Goldman Sachs. Parece verificarse la afirmación del histriónico corredor de bolsa Alessio Rastani cuando decía en una reciente entrevista con la BBC que “los gobiernos no gobiernan el mundo, es Goldman Sachs quien gobierna el mundo”.
Esto no ha acabado. Hoy se producirá la defunción en las urnas del gobierno español. Bajo la presión de los mercados financieros, el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) tiró la toalla y un impotente José Luis Rodríguez Zapatero decidió anticipar las elecciones. Lo mismo que en 2010 había hecho en Irlanda Brian Cowen para ser derrotado él también y dimitir.
El Partido Popular de Mariano Rajoy, seguro de ganar a los socialistas, se ha cuidado sobre todo de exponer el menor programa económico y simplemente ha argumentado que es mejor estar en condiciones de aplicar las recetas europeas. En ese sentido, las elecciones españolas sólo sirven para legitimar la política a favor de la oligarquía financiera.
El analista galo François Bonnet señala en el portal Mediapart que “la Europa de urgencia, a-democrática, es la de los banqueros y de los tecnócratas. Pero una vez que la política ha salido por la puerta, no tenemos duda de que va a apresurarse a volver a entrar por la ventana en su peor forma: la extrema derecha xenófoba y populista. Y es que en cuanto se trata de Europa, tecnócratas y populistas se alimentan unos a otros: la denuncia de los primeros alimenta a los segundos y el miedo a los segundos arroja en los brazos de los primeros”.
En realidad, no es una novedad que el capitalismo siempre tuvo una relación difícil con la democracia. Contrariamente a la historia oficial que presenta al capitalismo y la democracia como términos de un binomio inseparable, la democracia formal tardó mucho en establecerse en el mundo capitalista y sólo duró los treinta años de crecimiento posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El definitivo final del efímero romance se produjo a partir de 2008 con la crisis de los bonos basura, cuando el capital financiero se convirtió en acreedor despiadado de los mismos poderes que salvaron a la banca de su hundimiento. La única prioridad de los actuales Estados –rehenes del capital financiero–, ha sido y es el pago de la deuda y la salvaguardia de su credibilidad ante los mercados. A partir del sinceramiento de esas prioridades, los representantes políticos no pueden mantener la ficción del interés general y se convierten abiertamente en marionetas en manos del capital financiero. Los gobiernos de los distintos regímenes capitalistas se encuentran hoy cada vez más directamente en manos de quienes administran el capital.
“Los locos han tomado el control del manicomio”, dice el economista Pierre Larrouturou en una entrevista para Mediapart. Los genios de las finanzas “que han arruinado a gran cantidad de personas siguen pontificando sobre lo que se debe hacer... Y así es como varias democracias desaparecen ante las fuerzas del mercado, las histerias especuladoras y las crispaciones nacionalistas.
20/11/11 Miradas al Sur
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