Por Felipe Yapur.
El kirchnerismo tiene un proyecto que lo desarrolla, con más avances que retrocesos, desde hace diez años.
A pesar de los pocos días que transcurrieron del año, ya es posible
vislumbrar la estrategia elegida por la oposición para enfrentar los
comicios parlamentarios y que no es otra que la acumulación por derecha.
Es la única alternativa que encontraron los opositores para enfrentar
al kirchnerismo y así intentar repetir lo que hoy se presenta como un
imposible, triunfar como en aquel lejano 2009. En ese sentido, es
posible ver caminar por las playas argentinas algunos embriones de
alianzas, con personajes que se muestran juntos por apuro y necesidad de
sobrevivir desechando propuestas y, sobre todo, coherencia ideológica.
El neoliberalismo de los noventa lucha por no morir y se expresa a veces
de manera extraña. Las opciones que ofrece la oposición son un ejemplo
de ello.
El kirchnerismo tiene un proyecto que lo desarrolla, con más
avances que retrocesos, desde hace diez años. El modelo amplió y
reconoció derechos, benefició a sectores históricamente postergados,
garantizó jubilaciones para todos y recuperó empresas que habían sido
presas del neoliberalismo. El pueblo no es tonto. Reconoce los avances,
las mejoras y se expresan en las elecciones. No todas fueron rosas para
el kirchnerismo, pero tuvo la virtud de aprender de sus errores, de la
mayoría de ellos, y corregir el camino. Un detalle que tampoco fue
pasado por alto por el electorado y que se reflejó en el crecimiento de
los votos.
La oposición, en cambio, nunca aprendió de sus yerros. Dejó pasar
oportunidades, como aquellos dos años que la sociedad les regaló y que
sólo tuvieron capacidad para organizar lo que se conoció como el Grupo
A, un verdadero rejunte de aspirantes a verdugos de kirchneristas. El
fracaso todavía es tan intenso que algunos continúan sufriendo las
consecuencias y no paran de golpear sus cabezas contra las gruesas
paredes del Congreso.
Es posible caer en el error de considerar algunas de las alianzas,
que están germinando, como fruto absoluto de la necesidad. Hay un
porcentaje importante de ello, pero también delata la pobreza de ideas y
propuestas que algunas fuerzas políticas tienen.
El PRO de Mauricio Macri busca con desesperación convertirse en lo
más parecido a un partido nacional. Ha salido a la caza de referentes
políticos que, suena pretencioso, comulguen con sus ideas. Ya está
Patricia Bullrich (foto), que aporta nombre y nada más, pero ha
encontrado en la UCR, el partido centenario que ya tiene cada vez menos
de radical y más de conservador, muchos entusiastas. En la Capital
Federal hay más de un radical para incorporarse pero, sinceramente, es
lo que menos importa para el macrismo porque es el único distrito que
controla. La cuestión es la provincia de Buenos Aires y allí sumar
intendentes no es nada despreciable. Por ahora anda el radical Gustavo
Posse (San Isidro) que, si bien es importante, por ahora no hace
primavera ni llena las urnas de votos. Lo interesante, en todo caso, es
que aporta a la tesis de la derechización.
Además, Macri sabe –mejor dicho los que lo asesoran– que todo
frente político que se precie necesita de una pizca importante de
peronismo. De allí los viajes a Córdoba para mostrarse con el gobernador
José Manuel de la Sota. Será un duro hueso de roer para los macristas,
pero tiene lógica que flirtee con el mandatario mediterráneo. Al fin y
al cabo, De la Sota se ha ido transformando en una de las cabezas
visibles de la fracción del peronismo residual y de derecha, ese que no
aceptó al kirchnerismo. El gobernador emite flamígeras declaraciones
contra el gobierno nacional. Se muestra díscolo, rebelde y se ofrece
como posible conductor del PJ sin kirchneristas. Es lógico que lo haga,
así también se juega en política. De paso trata de ocultar que en las
elecciones de 2011 no pudo colar ni un diputado nacional, todos los
votos se los llevaron los kirchneristas cordobeses. Son detalles que
ocultan las grandes corporaciones mediáticas.
En esto de acumular por derecha ha provocado acercamientos
sorprendentes. Por caso, se vuelve complejo entender como una cabriola
táctica la pasión que Libres del Sur descubrió por el neoliberal Alfonso
de Prat-Gay. El todavía legislador de la Coalición Cívica está lejos de
poder se confundido con un militante del campo nacional y popular.
Salvo, claro está, que en Libres del Sur piensen que pertenece a una
fracción muy poco conocida de la Juventud Peronista: la JP Morgan.
Sin duda, esta fusión que se pasea por las arenas bonaerenses da
cuenta de lo afirmado al principio. No sería llamativo si ello lo
hiciera el PRO o referentes del peronismo menemista, pero en este caso
se trata de un partido que aporta a lo que se conoce como el Frente
Amplio Progresista (FAP), considerado por sus miembros como la
alternativa de centroizquierda.
Sin embargo, la actitud de Libres del Sur no es contradictoria
hacia el interior del FAP. En estos últimos días, Hermes Binner, su
líder máximo, no cesó en su intención por demostrar que puede ser más
conservador de lo que se sospecha. Prefirió ponerse del lado de los
fondos buitre que utilizan los estrados judiciales de los Estados Unidos
para perjudicar a la Argentina, tener una actitud ambigua frente a la
situación de la Fragata Libertad y se descubrirse como antichavista.
Ahora, habrá que ver cómo se resuelven estas alianzas y
acercamientos en el FAP en cada uno de los distritos. La llegada de Prat
Gay tiene como objetivo reforzar la oferta porteña pero todavía no se
expresaron las huestes de Unidad Popular que conduce Claudio Lozano,
quien pretende revivir su relación con Proyecto Sur de Fernando "Pino"
Solanas.
Mientras toda la oposición se devana los sesos para encontrar
aquello que conmueva al electorado, para el kirchnerismo el escenario
está lejos de mostrarse complicado. Ha demostrado capacidad para
soportar las tormentas externas, los errores internos y continuar
gobernando. Pero en estas elecciones parlamentarias hay algo más
importante que está en juego: la continuidad del modelo. Una de las
maneras de garantizarlo es con gestión, gestión y más gestión. Esto
incluye continuar avanzando en la recuperación del rol del Estado en
distintos estamentos de la vida económica y política del país. Esta ola
estatizante, que tanto irrita a la oposición y a las corporaciones, no
sólo le ha dado satisfacciones electorales al Frente para la Victoria,
sino fundamentalmente beneficios al pueblo argentino. Un dato que no se
debe despreciar.
Por último, y aunque parezca fuera de lugar, en los comicios de
este año también está en juego la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual. La interminable disputa que lleva adelante el Grupo Clarín,
que dilata la aplicación de la norma, tiene como objetivo conseguir una
modificación en la correlación de fuerzas del Congreso que le permita,
en el mejor de los caso, corregirla para su propio beneficio. La actitud
que tome cada fuerza política ante esta batalla, con la que se busca
garantizar la democratización de la palabra, no será ajena para el
ciudadano a la hora de pensar el voto. Al fin y al cabo, esta ley tuvo
un alto respaldo por parte de la sociedad.
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