Araceli Bellota |
Fui a Mar del Plata nada más que para recibir a la Fragata Libertad.
No tenía invitación oficial ni viajé con
ninguna agrupación política. Entendí que se trataba de un momento
histórico en la reafirmación de la soberanía nacional y por eso el día
anterior me subí al auto y manejé hasta allá. Me alojé en un hotel de la
Avenida Luro y, el miércoles 9, a las 16, tomé un taxi y le pedí al
chofer que me dejara lo más cerca posible de la Base Naval donde iba a
amarrar la nave.
Cuando bajé vi una enorme cantidad de gente en las barrancas de
Playa Grande, familias sobre todo, en sus sillas de playa para ver el
arribo desde lo alto. Seguí caminando porque quería estar lo más cerca
posible y lo logré.
Llegué hasta la valla que separaba al público del sitio reservado
para las familias de los tripulantes. Tan cerca, que los funcionarios
del gobierno y hasta la misma presidenta pasaron por ahí saludando y
tocándonos las manos. Nadie me impidió el paso ni me pidieron alguna
credencial. Y eran miles los que estaban en el lugar.
Me emocioné cuando vi a la proa de la Fragata acercarse al muelle,
rodeada de gente muy humilde, no identificada con las agrupaciones
presentes, tanto que no sabía la letra de los cánticos aunque sí
acompañaba con sus palmas.
Cuando la presidenta pronunció su discurso y mencionó la frase
"pelearemos en pelotas como nuestros hermanos los indios", una señora
comentó: "Uy, mañana Clarín va a publicar que Cristina dijo malas
palabras." Me sonreí con ternura y pensé que tal vez la señora no
supiera ni había escuchado que se trataba de una frase del general José
de San Martín.
Fue una verdadera fiesta. Nacional, porque celebramos haber podido
plantarnos frente a los poderes financieros internacionales sin desviar
nuestro camino. Popular, porque todos los que quisimos pudimos
participar sin restricción alguna.
Cuando regresé al hotel, a eso de las 22, encendí el televisor y
apareció el relato de TN. En un informe mostraban las imágenes de lo que
yo acababa de vivir, mientras los periodistas en el piso aseguraban que
sólo habían asistido agrupaciones kirchneristas porque al resto del
público no se le había permitido acceder al lugar. Y, al compilar el
discurso de la presidenta, a la hora de la frase, editaron el párrafo y
quitaron "como dijo San Martín", y sólo dejaron a Cristina diciendo:
"Pelearemos en pelotas como nuestros hermanos los indios."
Tal cual como había dicho la señora a la que yo había mirado con
ternura pero también con cierta suficiencia: Cristina quedó pronunciando
"malas palabras".
Después de la emoción vivida en la Base Naval de Mar del Plata
pero, sobre todo, luego de las emociones vividas en todos estos años en
los que pudimos ver realizadas reivindicaciones que durante décadas nos
habían asegurado que ya no eran posibles, al mirar la pantalla de TN con
sus mentiras no pude evitar que se me escapara del corazón: "¡Cuánta
mala leche!" Aunque, enseguida, la razón me respondió: "Tranquila, es
impotencia, nada más que eso." Y desde algún lugar, Arturo Jauretche me
recordó: "Odian los poderosos porque pierden privilegios". Mientras
tanto el pueblo, es decir nosotros, seguimos festejando.
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