Por Roberto
Caballero
Tiempo Argentino
30/12/12
El último fallo de la Corte Suprema de
Justicia, un texto teñido de ínfulas corporativas y retrocesos doctrinarios, es
el mayor desafío político del tribunal presidido por Ricardo Lorenzetti al
gobierno nacional.
La otra certeza es que Raúl
Zaffaroni hay uno solo.
Para bien y para mal.
La escasa o nula voluntad de
la mayoría de sus miembros para acompañar la política antimonopólica oficial
quedó desnuda.
¿Cómo debería leerse, si no,
el rechazo en dos oportunidades al per saltum?
Aunque técnicamente ambas
negativas pudieron estar fundadas, en este último caso los supremos tenían la
opción de resolver el recurso extraordinario, extinguir la cautelar y dejar la
discusión sobre la constitucionalidad para más adelante.
Con esto, equilibraban los
desaires al Ejecutivo y ponían en vigencia la ley para todos los grupos
comunicacionales.
Pero no.
Decidieron extender la
cautelar hasta que se resuelva el fondo del asunto, que ahora quedó en manos de
una cámara polémica.
Todo esto sin fecha y sin
apuro.
Camino al libro Guinness,
casi: la cautelar más larga del mundo es argentina, de Clarín, y la avaló la Corte Suprema, que
desoyó lo resuelto por Alfonso, también el pedido de la procuradora Alejandra
Gils Carbó para darla por extinguida y, lo más raro, se desdijo de su fallo del
22 de mayo último.
¿Acaso no fue el máximo
tribunal el que dijo entonces que las cautelares no debían ser eternas y fijó
el 7D como fecha límite?
Está escrito.
Sorprende el giro copernicano
de los cortesanos.
Tomar como válidos los
argumentos pro-cautelar de la
Sala I de la
Cámara en lo Civil y Comercial Federal, cuyos integrantes
viajaron a Miami invitados por Clarín, pone a los supremos hiriendo su propio e
histórico prestigio: el de pertenecer a una Corte moderna que sepultó la
mayoría automática del menemismo gracias al aval e impulso político del
kirchnerismo gobernante.
Todas las mayorías
automáticas son malas: también las que no dejan gobernar a un gobierno elegido
por la voluntad popular.
La independencia declamada
como credo judicial no puede ser menos independiente de los grupos económicos
concentrados.
¿Se acostumbrará la Corte a recibir menos
halagos en el futuro, después de haber decidido poner en el limbo nuevamente a la Ley de Medios de la democracia?
Hacer política es también
hacerse cargo de sus consecuencias.
El tribunal inferior en el
que se apoyaron argumentalmente para desestimar el pedido oficial está
cuestionado tanto por el Ministerio de Justicia como por la Procuración General
de la Nación,
que denunció que estos camaristas viajantes resolvieron recusaciones actuando
como "jueces y parte", sin olvidar que sus miembros están siendo
penalmente investigados.
A la Corte, sin embargo, sus
planteos le parecieron "razonables", mientras que los del Estado no
pudieron demostrar "que haya riesgo o gravedad" en prorrogar la
cautelar.
"¿Por qué la Corte hizo lo que
hizo?", se preguntaban, asombrados, en la Casa Rosada, la tarde
del jueves 27.
La apuesta oficial era, en
verdad, otra.
Se suponía que los supremos
rechazarían el per saltum, pero había confianza en que también harían caer la
cautelar, mientras dejaban tramitar la apelación de Clarín y la ley recobraba
vigencia plena.
¿Fue una mala estrategia
judicial?
Por los antecedentes, no parecía.
A juzgar por los resultados,
claramente no fue exitosa.
Quizá el gobierno fue víctima
de un espejismo.
Hace 20 días, entre los
principales despachos de Balcarce 50 corrió un rumor que algunos dieron por
cierto y otros calificaron como un disparate.
Decía que Lorenzetti o gente
cercana a él se había reunido con representantes de Clarín.
Que estos le habrían pedido
tiempo y que el reelecto presidente de la Corte habría respondido que hasta la puerta del
cementerio los acompañaba, pero de ninguna manera se enterraba junto a ellos.
En simultáneo, el diario
Perfil dejaba trascender que Lorenzetti quería sacar la constitucionalidad de
la ley por unanimidad y que había una precaria mayoría a favor.
Todo esto, más cierta fatiga
de guerra en algunas espadas del gobierno, pudo haber servido para alimentar el
espejismo de un Poder Judicial que, después de 38 meses de trato benevolente
hacia Clarín, le decía finalmente que no a un grupo económico.
Con "el diario del lunes
en la mano", es decir, leyendo el fallo cortesano del 27D, lo que se
confirma es que pensar bien fue un error.
Hasta los disparates, por
ejemplo, de identificar a Lorenzetti con Julio Cobos, se tornan verosímiles.
En un escenario tan poco
edificante, la disidencia de Zaffaroni reconcilia con la idea de justicia.
Tomó el dictamen de Gils
Carbó y se opuso a prorrogar la vigencia de la cautelar.
No fue el mismo caso el de
Carmen Argibay: según ella, no hacía falta dejar constancia de que el año de
adecuación está vencido para Clarín, porque eso recién habrá de verse cuando el
expediente llegue a la Corte.
La coincidencia general es
que eso sucederá a fines de 2013.
O para decirlo en plazos del
calendario político, después de las elecciones de medio término.
Clarín consiguió tiempo para
erosionar al kirchnerismo y dañar sus chances electorales; y con eso la
posibilidad de soñar en un cambio del mapa político que aleje la implementación
de la ley.
En concreto, para generar un
escenario hostil o adverso al oficialismo, que ayude al sector más conservador
de la Corte a
promover su inconstitucionalidad.
Los que crean que esto es
imposible deberían verlo en su propia dinámica.
El último fallo de los
supremos es, de alguna manera, hijo de la deslegitimación que se viene estimulando
desde la prensa hegemónica del triunfo por el 54% en 2011.
El 27D de la Corte es como el 13S o el 8N
de Clarín y La Nación.
Necesita del convencimiento
de que el kirchnerismo agoniza para animarse.
Aunque en realidad ocurra lo
contrario.
Lo raro es que hayamos
llegado hasta acá.
Feliz 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario