-Estoy enterado de todo, Terry. En muchos sentidos
usted es un muchacho bueno. No lo estoy juzgando y nunca lo hice. Lo que pasa
es que usted ya no está más aquí. Hace mucho tiempo que se fue. Ahora usa ropas
finas y perfume y está tan elegante como una ramera de cincuenta dólares.
El largo adiós. Raymond Chandler
El 10 de mayo de
2008, desde Caracas, escribí el siguiente artículo. Un paniaguado de Clarín,
que para peor había escrito en algún momento algo sobre el movimiento obrero,
intentaba ridiculizar a Hugo Moyano por un acto en la Biblioteca Nacional,
junto a las Abuelas de Plaza de Mayo.
Esa nota me valió
un agradecimiento de uno de los hijos de Moyano y un permanente recuerdo de
Claudio Díaz, el honorable periodista que renunció a su cargo en Clarín por la
política editorial del diario, en contra del gobierno y del movimiento obrero.
No me arrepiento
de una sola de las palabras de esa nota. Un abogado ruso, arquitecto de la
única revolución proletaria triunfante por algunos años en la historia de la
humanidad afirmó que la verdad es siempre concreta. No hay verdades abstractas
y eternas. Toda afirmación de verdad está vinculada dialécticamente al momento,
a la época, a la circunstancia y a las condiciones materiales en las que fue
expresada.
Hoy no escribiría
lo mismo sobre Hugo Moyano. Como el personaje de Marlowe, Terry Lennox, se ha
vuelto demasiado crápula, se ha metido hasta las verijas en el juego del
monopolio mediático. Su patético acto de hoy, la pequeña multitud reunida en
Plaza de Mayo -que con toda seguridad voto y volverá a votar por Cristina
Fernández de Kirchner- dejó a las claras que el pueblo argentino, para usar las
palabras de Philip Marlowe, el personaje creado por Chandler, no está dispuesto
a seguir a quien "ahora usa ropas finas y perfume y está tan elegante como
una ramera de cincuenta dólares".
También como
Marlowe podemos decirle: "No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún
significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final".
Intentó usar una
fecha cara al pueblo argentino, que entregó decenas de vidas jóvenes para
terminar con el ciclo contrarrevolucionario iniciado en 1976. Convocó a los
mismos que ese pueblo había echado del gobierno, le rogó a los caceroleros
dolarizados que lo acompañaran. Todo el intento fracasó en un ínfimo acto
corporativo, sin épica ni destino.
Se ha iniciado el
largo adiós de un dirigente que no entendió ni estuvo a la altura de la
responsabilidad que le puso la historia. El movimiento obrero argentino, el de
más larga tradición y de mayor cultura sindical de América Latina, va a
encontrar, si ya no lo ha hecho, los dirigentes que se pongan al servicio de
sus intereses.
Escrito por Julio Fernández Baraibar
Buenos Aires, 20
de diciembre de 2012
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