“Me acuerdo del primer piquete que hice: fueron once horas en la avenida Cazón, en Tigre, donde está la Municipalidad. Eramos 50 locos cortando. Y el triunfo fue un camión de tierra y una bolsa de mercadería para cada compañero del barrio. La tierra era para levantar el terreno donde íbamos a hacer el comedor. Eran todas batallas de retroceso. Este Gobierno planteó un escenario distinto: no sólo nos devolvió la autoestima y las ganas de pelear, sino que nos reconcilió con la política.”
El testimonio corresponde a Leonardo Grosso, un estudiante de Ciencias Políticas, de 27 años, que es el responsable nacional de la JP Evita (la juventud del Movimiento Evita), pero podría ser de muchos de los casi 15 mil jóvenes que participaron, el martes pasado, del acto que llevó a cabo la Juventud Peronista en el Luna Park: una generación de jóvenes sub-30 que vivieron su infancia durante el menemismo, la adolescencia durante la crisis y que encontraron en el kirchnerismo un espacio de militancia para avanzar con sus reivindicaciones.
En eso coincide Leonardo con sus compañeros Juan Miguel Gómez (responsable nacional de la JP Descamisados) y Maia Volcovinsky (referente de la Juventud Sindical).
–¿Cómo surgió la idea de hacer un acto en conjunto? ¿Por qué ahora?
J.M.G.: –Estamos viviendo una ofensiva de los sectores populares. Estamos en proceso de conseguir un montón de reivindicaciones más y de construir unidad de concepción y acción con miras a la batalla del 2011.
–¿Por qué creen que este proyecto político concita tanta adhesión entre los jóvenes?
L.G.: –Tiene que ver con que Cristina y Néstor enfrentan al poder, y esto es algo que a los jóvenes siempre los atrae. Los pibes que hoy están terminando el secundario hicieron toda su adolescencia durante el kirchnerismo, pero para nosotros la política era la pizza y el champán, el Estado era el que te cagaba a tiros en la esquina del barrio. Que el Gobierno sea hoy el que enfrenta al poder, eso llama.
M.V.: –Esta explosión juvenil tuvo que ver con el proceso que encabezan los Kirchner, que te devuelven la fe en la política, en la capacidad de transformar algo. Antes, participar era tener ganas de que te cagaran a piedrazos y gases. Lo más maravilloso de esto es un regreso a la participación política, sobre todo en los sectores juveniles.
“Gran parte de la adolescencia la viví en este proceso político –recuerda Juan Miguel, un rionegrino de 22 años, locutor–. Empecé militando en la secundaria. Mi participación más fuerte en términos políticos y mi compromiso con el Gobierno arranca en el 2008, con un escenario político que claramente define al enemigo de los sectores populares y apunta a la inclusión de esas mayorías que venían postergadas durante décadas.”
El largo invierno neoliberal, en el que la urgencia de paliar con trabajo social las enormes carencias no dejaba mucho margen para construcciones con un horizonte más amplio, dejó una marca fuerte en esta juventud. “Nunca jamás nos imaginamos, cuando empezamos a militar, que íbamos a tener la posibilidad de vivir un proceso como éste. Pensábamos que estábamos condenados a la resistencia. Ahora, queremos sentar las bases de un proyecto de país que sea justo, porque hoy se han generado las condiciones para eso”, explica Leonardo. Maia sonríe cuando completa: “Comenzamos a militar en momentos muy difíciles y ahora vivimos un momento maravilloso”.
–Una de las novedades de la manifestación en el Luna Park fue una importante presencia de kirchneristas no organizados de clase media. ¿Creen que es posible mantener en el tiempo ese apoyo?
L.G.: –Es importantísimo sumar a la clase media. Los intereses de los sectores medios en este país están ligados a los de la clase trabajadora. Para que exista la clase media tiene que haber una clase trabajadora fuerte que gane bien: los sectores medios viven del consumo de los sectores populares. El problema (que no es actual, ya lo mostraba Jauretche) es que culturalmente están atados a las clases altas. Es necesario conseguir interpelar a la clase media, que vea dónde están sus intereses.
M.V.: –No es que queremos que sean todos militantes: cada cual tiene niveles distintos de compromiso, y ésa es la comunidad organizada de la que hablaba Perón. Si entendemos que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza, y cada cual se da su lugar, todo va a funcionar bien.
J.M.G.: –Yo creo que tenemos que ampliar el marco de sectores que tienen afinidad con este proceso político, pero aparte hay que generar un nivel de organicidad que nos permita dar un marco a la porción de nuestro pueblo que quiere dar las batallas para una mayor distribución de la riqueza; para lo que hace falta trastocar la relación de fuerzas. Claramente la reconstrucción de un movimiento de liberación nacional es uno de los déficit de este proceso político.
Maia, a diferencia de Leonardo y Juan Miguel, no viene de una familia peronista, pero sus padres se fueron acostumbrando a la militancia: comenzó, también, en el colegio, y llegó a ser presidenta del Centro de Estudiantes del Lenguas Vivas. Cuando entró en la Facultad de Derecho comenzó a revistar en La Venceremos, pero pronto, una vez que comenzó a trabajar como judicial, conoció la militancia gremial. “Un sindicato no parecía un lugar para militar después de la imagen que habían dejado en los ’90. Pero yo caí en uno que no había bajado ni una sola bandera”, añade Maia, que a sus 28 años ya forma parte de la comisión directiva del gremio encabezado por Julio Piumato y es, al mismo tiempo, una referente de la flamante Juventud Sindical.
–La Presidenta celebró en su discurso la unidad entre sectores que antes eran antagónicos, como la JS y los movimientos de base y universitarios. ¿Costó lograr esa unidad?
M.V.: –Esta Juventud Sindical es única, no tiene las características de la juventud de los ’70 ni de los ’80 ni de los ’90. Es la Juventud Sindical del siglo XXI y tiene otra impronta. No nos sentimos diferentes de ningún otro espacio de juventud, por eso terminamos todos juntos en un mismo acto y sé que vamos a encarar juntos todos los objetivos que nos propongamos porque tenemos sólo coincidencias.
J.M.G.: –Además, la Juventud Sindical está representada por los sectores que en los ’90 pelearon contra el neoliberalismo. Y la JP está formada por compañeros que venimos de grupos de fuerte resistencia al neoliberalismo a partir de la organización de sectores que quedaron afuera de los sindicatos y que habían encontrado otra forma de organizarse para pelear contra lo mismo. El punto de encuentro de estos procesos políticos es la lucha contra el neoliberalismo.
–¿Se están preparando también para plantarse en caso de que el kirchnerismo pierda las elecciones el año que viene y quien asuma busque retrotraer algunas medidas?
M.V.: –En ese caso van a estar en problemas. Va a ser muy difícil convencer a los argentinos de volver sobre sus pasos. Muchos más van a defender sus conquistas.
L.G.: –Si Menem tuvo resistencia y veníamos de 20 años de retroceso... La estabilidad de este proceso está directamente atada a su profundización. Cuanto más poder se le dé al pueblo, más estabilidad va a haber. Y eso es lo que hizo Cristina.
–¿Por dónde se profundiza?
M.V.: –Con medidas distributivas. Esa es la madre de las batallas.
L.G.: –Yo soy cristinista, en ese sentido. Cristina, ya cuando asume, plantea que no habrá victoria definitiva mientras haya un pobre en la patria. Ese es nuestro objetivo. Para eso necesitamos desarrollar un país industrial, donde podamos agregar valor y distribuir la riqueza. Una patria sin pobres, con trabajo para todos, donde los hijos de los laburantes puedan ser doctores o ingenieros. El único que puede torcer ese rumbo es el pueblo, no el Estado ni un gobierno.
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