Escrito por Daniel Chiarenza
Septiembre de aquel año, no se presentó simplemente como un mes electoral: fue mucho más allá de ello.
Se muestra una realidad barroca, en un juego de luces y sombras, de claros y de oscuros, en que no había lugar ni para tibios, moderados y distintas gamas de grises, ya que comenzamos hablando artísticamente.
E inclusive la apertura del escenario integraba a otros países.La Décima Conferencia Interamericana de comandantes de Ejércitos, que se llevó a cabo en Caracas, fue tribuna privilegiada para que el teniente general Jorge Raúl Carcagno reclamase el cese del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) suscripto en Río de Janeiro. Amargamente, pocos años después nos daríamos cuenta cuánta razón tenía.
Carcagno pretendía el establecimiento de nuevas bases para una defensa nacional (¡ojo!, dijimos defensa nacional como sinónimo de soberanía nacional, y no seguridad nacional).
El comandante argentino exhortó a terminar con -la imagen de los ejércitos como guardianes pretorianos de un orden político, económico y social injusto.
El discurso de Carcagno causó un gran impacto y no era para menos.
Así al referirse sobre las causas de la subversión dijo que -sólo se conseguirá hacerla desaparecer cuando se actúe decididamente sobre esas causas en el plano político, económico y social.
Expresó también que -Somos sensibles a los múltiples problemas que crea la civilización tecnológica y va de suyo que tratamos de superarlos. Pero paralelamente reclamamos el derecho de acceder plenamente a los beneficios que supone.
En otro pasaje el comandante dijo: -La afirmación de su soberanía constituye la piedra angular de la política exterior argentina y en ella se inspira su Ejército, y luego añadió: -Los ejércitos de cada país están obligados, dentro de los límites de su competencia, a no ahorrar esfuerzos ni a medir riesgos en su apoyo a los pueblos y a los gobiernos que se niegan a ser víctimas de un nuevo modelo de división internacional del trabajo diseñado para la opulencia de unos pocos y la pauperizacíon de la mayoría.
Como un cotracanto del discurso militar de Caracas, pronunciado el día 5, al día siguiente un grupo de guerrilleros del ERP copó en Buenos Aires la sede de la Dirección General de Sanidad del ejército y tras el tiroteo quedó muerto el teniente coronel Raúl Duarte Ardoy.
Aparte de ser una vulgar provocación, muchos se preguntaron a quién beneficiaba dicha operación.
El 7 de septiembre, en la IV Conferencia Cumbre de los Países No Alineados pudo escucharse, indirectamente, la voz del general Perón, quien, en mensaje que se leyó ese día, expuso su visión de la Tercera Posición con la autoridad de un precursor; su filosofía del hombre como expresión racional de la creación divina y valor predominante de la Historia, de la vida, del trabajo y de la lucha; el delirio de grandeza como causa de la ruina de los imperios, y la necesidad de una revolución mental para preservar la Naturaleza y la Humanidad misma.
Definió como el verdadero problema de la Humanidad la defensa del medio ambiente.
El día 8, en su casa de Vicente López, Perón reunió a dirigentes de los distintos sectores juveniles, incluyendo a FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y a Montoneros, y trató de persuadirlos sobre las desventajas de la violencia.
Puso el ejemplo de lo que estaba ocurriendo en Chile, donde Salvador Allende pasaba por serios problemas.
-Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre y tiempo.
Si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre; eso es lo único que podemos decir..., sentenció.
Instó, además, a la juventud a organizarse.
Fue gráfico: -Ahora que hay que hacerla [la revolución], sí, hay que hacerla, pero hay que hacerla 'piano' y bien hecha.
Opinó, en fin, que el trasvasamiento generacional no podía darse de golpe.
Diez día después el ministro de Economía, José Ber Gelbard, pudo anunciar que la inflación había sido reducida del 80 al 50 por ciento anual.
El 11 había sio derrocado y asesinado Salvador Allende y en Buenos Aires se realizó el 18 de septiembre un funeral cívico y atentados con bombas contra la embajada de los Estados Unidos.
Perón cerró su campaña con un mensaje televisado que fue como una clase de repaso.
Abordó todas las necesidades del momento y pidió cooperación activa y fehaciente en caso de un triunfo del Frente Justicialista de Liberación.
El resultado de los comicios era previsible.
El FREJULI obtuvo 7.359.252 votos (61,85%); la UCR, 2.905.719 (24,42%; y la Alianza Popular Federalista, con Manrique-Martínez Raimonda, 1.450.998 (12,19%).
El cuarto lugar lo ocupó el Partido Socialista de los Trabajadores, con Coral-Páez y 181.474 votos (1,52%).
Ese mismo 23 de septiembre murió murió en Chile el poeta Pablo Neruda, Premio Nobel 1971, colaborador que fue de La Prensa de Buenos Aires (cuando se la había expropiado y estaba en manos de los trabajadores) en la última etapa peronista.
Contaba 69 años de edad, entristecido y deprimido por la muerte de su amigo Allende.
Dos días después un crimen político iba a empañar de alguna manera la claridad de la victoria peronista: José Ignacio Rucci caería asesinado y la organización Montoneros, enemigos de la burocracia sindical, se adjudicaría su muerte.
El comandante argentino exhortó a terminar con -la imagen de los ejércitos como guardianes pretorianos de un orden político, económico y social injusto.
El discurso de Carcagno causó un gran impacto y no era para menos.
Así al referirse sobre las causas de la subversión dijo que -sólo se conseguirá hacerla desaparecer cuando se actúe decididamente sobre esas causas en el plano político, económico y social.
Expresó también que -Somos sensibles a los múltiples problemas que crea la civilización tecnológica y va de suyo que tratamos de superarlos. Pero paralelamente reclamamos el derecho de acceder plenamente a los beneficios que supone.
En otro pasaje el comandante dijo: -La afirmación de su soberanía constituye la piedra angular de la política exterior argentina y en ella se inspira su Ejército, y luego añadió: -Los ejércitos de cada país están obligados, dentro de los límites de su competencia, a no ahorrar esfuerzos ni a medir riesgos en su apoyo a los pueblos y a los gobiernos que se niegan a ser víctimas de un nuevo modelo de división internacional del trabajo diseñado para la opulencia de unos pocos y la pauperizacíon de la mayoría.
Como un cotracanto del discurso militar de Caracas, pronunciado el día 5, al día siguiente un grupo de guerrilleros del ERP copó en Buenos Aires la sede de la Dirección General de Sanidad del ejército y tras el tiroteo quedó muerto el teniente coronel Raúl Duarte Ardoy.
Aparte de ser una vulgar provocación, muchos se preguntaron a quién beneficiaba dicha operación.
El 7 de septiembre, en la IV Conferencia Cumbre de los Países No Alineados pudo escucharse, indirectamente, la voz del general Perón, quien, en mensaje que se leyó ese día, expuso su visión de la Tercera Posición con la autoridad de un precursor; su filosofía del hombre como expresión racional de la creación divina y valor predominante de la Historia, de la vida, del trabajo y de la lucha; el delirio de grandeza como causa de la ruina de los imperios, y la necesidad de una revolución mental para preservar la Naturaleza y la Humanidad misma.
Definió como el verdadero problema de la Humanidad la defensa del medio ambiente.
El día 8, en su casa de Vicente López, Perón reunió a dirigentes de los distintos sectores juveniles, incluyendo a FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y a Montoneros, y trató de persuadirlos sobre las desventajas de la violencia.
Puso el ejemplo de lo que estaba ocurriendo en Chile, donde Salvador Allende pasaba por serios problemas.
-Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre y tiempo.
Si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo se ahorra sangre; eso es lo único que podemos decir..., sentenció.
Instó, además, a la juventud a organizarse.
Fue gráfico: -Ahora que hay que hacerla [la revolución], sí, hay que hacerla, pero hay que hacerla 'piano' y bien hecha.
Opinó, en fin, que el trasvasamiento generacional no podía darse de golpe.
Diez día después el ministro de Economía, José Ber Gelbard, pudo anunciar que la inflación había sido reducida del 80 al 50 por ciento anual.
El 11 había sio derrocado y asesinado Salvador Allende y en Buenos Aires se realizó el 18 de septiembre un funeral cívico y atentados con bombas contra la embajada de los Estados Unidos.
Perón cerró su campaña con un mensaje televisado que fue como una clase de repaso.
Abordó todas las necesidades del momento y pidió cooperación activa y fehaciente en caso de un triunfo del Frente Justicialista de Liberación.
El resultado de los comicios era previsible.
El FREJULI obtuvo 7.359.252 votos (61,85%); la UCR, 2.905.719 (24,42%; y la Alianza Popular Federalista, con Manrique-Martínez Raimonda, 1.450.998 (12,19%).
El cuarto lugar lo ocupó el Partido Socialista de los Trabajadores, con Coral-Páez y 181.474 votos (1,52%).
Ese mismo 23 de septiembre murió murió en Chile el poeta Pablo Neruda, Premio Nobel 1971, colaborador que fue de La Prensa de Buenos Aires (cuando se la había expropiado y estaba en manos de los trabajadores) en la última etapa peronista.
Contaba 69 años de edad, entristecido y deprimido por la muerte de su amigo Allende.
Dos días después un crimen político iba a empañar de alguna manera la claridad de la victoria peronista: José Ignacio Rucci caería asesinado y la organización Montoneros, enemigos de la burocracia sindical, se adjudicaría su muerte.
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