Vi hace un par de jueves el programa de Zloto y Tenembaum, dos grandes tipos a los que aprecio. Convocaron a Jorge Lanata, por quien también siento afecto personal, y a Jorge Fontevecchia, a quien no conozco pero que voté como el mejor periodista de 2009, por sus reportajes y análisis sobre la Ley de Medios. Hubo más material de análisis sobre quién era realmente el candidato De Narváez en su reportaje de PERFIL, que en todo lo escrito –con preconceptos a favor o en contra– que circulaba por ahí.
Este rodeo es para despojar el análisis de todo componente de tipo personal. Creo en la convicción de todos y descarto la intencionalidad conspirativa de los actores en una problemática que, pretendo, analicemos para debatir en conjunto, porque es un cambio de estrategia del discurso del grupo AGEA que debemos discutir para comprender y obviamente saber cómo actuar frente a esto. Ernesto Laclau, en uno de sus textos que estudié con furia en mi juventud –antes de que se pusiera de moda–, sugería –cito de memoria–: “Un discurso se transforma en hegemónico cuando incorpora parte del discurso al que desplaza, resignificándolo”. Daba como ejemplo el de Julio Roca, emblema de la generación del 80, que “reorganizó” productivamente el país con fuertes rasgos políticos unitarios y advertía: “También tengo mis ribetes federales”.
Así, si analizamos el discurso de TN como un flujo, es evidente que el que se despliega desde Palabras más, palabras menos marca una estrategia ya no “de centroizquierda” sino de avanzada respecto del que tradicionalmente emite el grupo, un discurso duro, que se cierra en sí mismo y ya no produce efectos más que sobre aquellos convencidos. Como el que todos los lunes propala Morales Solá en Desde el llano, que no es capaz de incorporar siquiera los matices guturales de Patricia Bullrich a su posición tradicionalísima, sobrecargada de ideología pura y dura e ineficaz para construir sentido sobre interlocutores nuevos. La reconstrucción del flujo discursivo de TN de Palabras más, palabras menos sigue una estrategia inicialmente defensiva, pero claramente de avanzada en la tradición del Grupo Clarín, un cambio significativo que debe atenderse para discutirlo con eficacia.
Se trata de la incorporación de parte del discurso del adversario al propio, a fin de construir nuevos efectos de significación, capaces de interpelar con éxito a sectores de opinión indiferentes frente al discurso duro que, está claro, se construyó articulado y sostenido en un país que ya no existe. En la emisión, vivimos un punto alto en la estrategia de cambio de discurso del grupo, que tiene su antecedente más intenso en la convocatoria a los nietos recuperados en ediciones anteriores, donde, con todo derecho y legitimidad, los jóvenes mostraban el afecto que sentían o sintieron por sus apropiadores; aun, como en el caso de Victoria Donda, si los mismos están presos purgando sus delitos de lesa humanidad. Es un gran cambio: incorporar parte del discurso del adversario para resignificarlo e intentar reconstruir un discurso hegemónico nuevo frente al tradicional, hoy una pieza de museo. Si se generalizara esta estrategia, plantarse frente a este giro discursivo requiere desde “este otro lado”, bastante más que consignas duras y mucho más que un relato impugnatorio tradicional como el que hasta hoy emitió el oficalismo.
En este sentido, la propuesta de Cristina de dejar que la causa penal corra en la Justicia y no intervenir Papel Prensa, para obligar así al tratamiento de su control parlamentario o no, es muy acertada y como toda determinación importante, asume una cuota de riesgo y demanda niveles de consenso, que las posiciones duras tradicionales del oficialismo en este caso, mucho menos eficaces pero “seguras”, no requieren. Empalma Cristina este acto de gestión con el nuevo escenario que requiere ampliar la legitimidad de las prácticas oficialistas, y en su inauguración, la nueva estrategia desubicó el discurso de Palabras más, palabras menos. El discurso de la Presidenta corrió el escenario de tal manera que Lanata y Fontevecchia giraron en el vacío, articulados sobre una eventual expropiación estatal, que no se produjo.
Tanto Zloto como Tenembaun lo advirtieron en su programa y dieron cuenta de esta novedad: el discurso de Cristina corrió el eje y propuso uno menos controvertible, no sólo para el del “chavismo kirchnerista”, sino para el nuevo ensayo de cuestionarlo desde la legitimidad que ofrece la incorporación del discurso de las propias víctimas de la dictadura en el caso de los nietos recuperados y la causa Noble o de las prácticas monopólicas del Grupo Clarín, con la inclusión de los testimonios de Lanata y Fontevecchia, dos grandes perjudicados.
Interesante cambio de etapa. El mejor camino es, como siempre, el de no ritualizar la realidad, todo cambia, fluye, los discursos también. Todos los discursos.Todos nosotros.
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