Por Enrique Masllorens
Periodista y dirigente porteño
Hace 66 años, los olvidados de siempre rescataron a Perón de la cárcel y su propia dignidad. El Pueblo irrumpió en la Historia Argentina. El Pueblo metió “las patas en la fuente”. A partir de ese momento ningún habitante de nuestro suelo tuvo que bajar la cabeza para hablar con un capataz. Y por primera vez pudo mirar a los ojos de los patrones sin complejos de pobreza, conscientes de sus derechos en una sociedad en busca de igualdad, soberanía e independencia. “Si eso no es cultura, ¿la cultura dónde está?”
El odio de clase de la sociedad conservadora, la calificación del dirigente radical Ernesto Sanmartino como “aluvión zoológico” al pueblo peronista, el “Viva el cáncer” pintado en las paredes y la complicidad civil con los militares y las jerarquías eclesiásticas, derivaron en el más grande acto terrorista de nuestra historia con el bombardeo y la muerte de más de 300 civiles en Plaza de Mayo. Los años de proscripciones, persecuciones y la exacerbación del resentimiento oligárquico, de entrega del patrimonio nacional, de intentos de socavar las conquistas sociales y laborales y de las actitudes autodestructivas del medio pelo argentino –especialmente porteño– anunciaban el genocidio de la dictadura de 1976 que pretendió dañar definitivamente el alma del Pueblo, a sangre y fuego.
En esa misma plaza con tradición de luces y de sombras, la de las rondas conmovedoras y valientes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la que vibró con esperanza la aparición de ese “loco pingüino” del sur que dijo ver, entre los rostros de la multitud, la presencia simbólica de tantos compañeros de militancia de los ‘70, la que celebró el triunfo de Cristina, la que aguantó cuando Magnetto y compañía organizaron y lideraron el intento destituyente de la 125 y las corporaciones patronales agrarias asociadas a los peores políticos afilaban sus garras para dar el zarpazo antipopular. Esa Plaza regada por un mar incontenible de lágrimas que fue a agradecer a Néstor y darle fuerzas a Cristina, aquel aciago 27 de octubre de 2010.
El 17 de Octubre, “los de siempre” y todos aquellos que sintieron que a partir de 2003 recuperábamos la alegría, la fe, la pasión, la militancia, nuestro destino latinoamericano, que empezábamos a saciar nuestra sed de justicia, que podíamos decir ¡Tenemos Patria!, llegando desde múltiples experiencias políticas, metimos las patas en la fuente.
Lo hicimos como compromiso con nuestro país, como reafirmación de nuestra apasionada militancia por el Movimiento Nacional y Popular que encabeza Cristina, como testimonio de reconocimiento y gratitud a Néstor y a todos –o casi todos– los que los acompañaron en estos años de transformaciones profundas que tal vez no esperábamos ver. Para decir: ¡aquí estamos y aquí seguiremos! Fue una convocatoria amplia, horizontal, aceptada por peronistas y por aquellos que no lo son pero se sienten parte de esos “locos” que vamos por más y que nos comprometemos al “nunca menos”. Fue un encuentro de la alegría, el compañerismo, de unidad, de ese amor que vence al odio, de esperanzada vigilia para ese verdadero aluvión popular de votos que el 23 de octubre confirmarán que teníamos razón.
17/10/11 Tiempo Argentino
Periodista y dirigente porteño
Hace 66 años, los olvidados de siempre rescataron a Perón de la cárcel y su propia dignidad. El Pueblo irrumpió en la Historia Argentina. El Pueblo metió “las patas en la fuente”. A partir de ese momento ningún habitante de nuestro suelo tuvo que bajar la cabeza para hablar con un capataz. Y por primera vez pudo mirar a los ojos de los patrones sin complejos de pobreza, conscientes de sus derechos en una sociedad en busca de igualdad, soberanía e independencia. “Si eso no es cultura, ¿la cultura dónde está?”
El odio de clase de la sociedad conservadora, la calificación del dirigente radical Ernesto Sanmartino como “aluvión zoológico” al pueblo peronista, el “Viva el cáncer” pintado en las paredes y la complicidad civil con los militares y las jerarquías eclesiásticas, derivaron en el más grande acto terrorista de nuestra historia con el bombardeo y la muerte de más de 300 civiles en Plaza de Mayo. Los años de proscripciones, persecuciones y la exacerbación del resentimiento oligárquico, de entrega del patrimonio nacional, de intentos de socavar las conquistas sociales y laborales y de las actitudes autodestructivas del medio pelo argentino –especialmente porteño– anunciaban el genocidio de la dictadura de 1976 que pretendió dañar definitivamente el alma del Pueblo, a sangre y fuego.
En esa misma plaza con tradición de luces y de sombras, la de las rondas conmovedoras y valientes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la que vibró con esperanza la aparición de ese “loco pingüino” del sur que dijo ver, entre los rostros de la multitud, la presencia simbólica de tantos compañeros de militancia de los ‘70, la que celebró el triunfo de Cristina, la que aguantó cuando Magnetto y compañía organizaron y lideraron el intento destituyente de la 125 y las corporaciones patronales agrarias asociadas a los peores políticos afilaban sus garras para dar el zarpazo antipopular. Esa Plaza regada por un mar incontenible de lágrimas que fue a agradecer a Néstor y darle fuerzas a Cristina, aquel aciago 27 de octubre de 2010.
El 17 de Octubre, “los de siempre” y todos aquellos que sintieron que a partir de 2003 recuperábamos la alegría, la fe, la pasión, la militancia, nuestro destino latinoamericano, que empezábamos a saciar nuestra sed de justicia, que podíamos decir ¡Tenemos Patria!, llegando desde múltiples experiencias políticas, metimos las patas en la fuente.
Lo hicimos como compromiso con nuestro país, como reafirmación de nuestra apasionada militancia por el Movimiento Nacional y Popular que encabeza Cristina, como testimonio de reconocimiento y gratitud a Néstor y a todos –o casi todos– los que los acompañaron en estos años de transformaciones profundas que tal vez no esperábamos ver. Para decir: ¡aquí estamos y aquí seguiremos! Fue una convocatoria amplia, horizontal, aceptada por peronistas y por aquellos que no lo son pero se sienten parte de esos “locos” que vamos por más y que nos comprometemos al “nunca menos”. Fue un encuentro de la alegría, el compañerismo, de unidad, de ese amor que vence al odio, de esperanzada vigilia para ese verdadero aluvión popular de votos que el 23 de octubre confirmarán que teníamos razón.
17/10/11 Tiempo Argentino
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