En un extenso artículo firmado por el estadounidense Dean Baker, se recuerda paso a paso el modelo de recuperación argentino y las desastrosas consecuencias de seguir las políticas del FMI y del Banco Mundial.
Irlanda debe ‘hacer la gran Argentina’” sería la traducción rioplatense del título del artículo en el diario británico The Guardian, recomendándoles a los irlandeses las medidas que adoptaron los “argies” para superar los efectos de la crisis de 2001.
“Irlanda debe estudiar las lecciones de la Argentina” escribe Dean Baker, codirector del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Washington y autor de la nota, donde sugiere que así como la Argentina –“un publicitado niño de la tripulación neoliberal antes de verse en dificultades”– supo “romper el vínculo supuestamente indisoluble entre su moneda y el dólar y dejó de pagar su deuda”, Irlanda “debe romper con el euro, pues el dolor de la ruptura será seguramente menor que el dolor de permanecer”.
Baker repasa rápidamente el panorama que se vivía en nuestro país a finales de 2001: “El FMI estaba empujando a la Argentina para seguir medidas de austeridad cada vez más estrictas. Su programa bajó el PBI argentino en un 10% y empujó la tasa de desempleo a los dos dígitos.”
El economista aclara que luego de salir de la convertibilidad con el dólar, “el efecto inmediato fue que la economía empeoró, pero para el segundo semestre de 2002 estaba nuevamente creciendo. Este fue el comienzo de cinco años y medio de crecimiento sólido, hasta la crisis económica de 2009.”
Este macroeconomista estadounidense de 52 años –con un frondoso prontuario como luchador por los derechos civiles en su tierra y habitual columnista del The New York Times y The Washington Post– es tajante para explicar las consecuencias: “El FMI hizo todo lo posible para sabotear a la Argentina, que llegó a ser conocida como una mala palabra (dentro de los círculos financieros). Incluso utilizaron proyecciones falsas que subestimaban las predicciones del crecimiento con la esperanza de socavar la confianza” en este país.
Baker insiste en que “sólo una persona afectada de muerte cerebral puede todavía creer que las medidas tomadas por los organismos de crédito internacionales no son políticas”, y por eso aclara que el problema actual de Irlanda es que el rescate del Banco Central Europeo (BCE) y del FMI es un salvavidas de plomo que “consiste en imponer una austeridad rígida y que requiere que la fuerza laboral de Irlanda esté dispuesta a sufrir el desempleo en los próximos años”.
“El dolor infligido a Irlanda por el BCE y el FMI es completamente innecesario. La decisión de hacer que los trabajadores de Irlanda, junto con los de España, Portugal, Letonia y otros países, paguen por la imprudencia de sus banqueros es absolutamente de carácter político”. Su argumento es que si estas medidas son básicamente decisiones políticas, entonces los pueblos que pagarán los costos tienen el derecho a votar si quieren aceptar estas condiciones.
Como toda buena fábula proveniente de las islas británicas, no podía faltar un final con moraleja: “Lo que todos los países deben darse cuenta es que si están de acuerdo en jugar con las reglas de los banqueros, van a perder.”
En la foto que acompaña una pancarta sostenida por una activista recuerda que “Esta historia no tendrá un final feliz.”
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