En la memoria colectiva subyace la idea de que fue Domingo Faustino Sarmiento el propulsor de la educación en el país. Que antes de él, poco o nada se había logrado en la materia, y que siendo gobernador de San Juan o presidente de la Argentina, la enseñanza nacional había alcanzado su consagración.
Tengamos en cuenta que Sarmiento fue gobernador de San Juan desde 1862 hasta 1864, y llegó a la presidencia de la nación en 1868. Nos preguntamos: ¿no hubo avances en materia educativa antes de 1862? ¿No se crearon escuelas, universidades o establecimientos similares en la etapa colonial o durante el período federal? Al parecer, una aguda miopía recorre los primeros años de la patria ya independiente, en donde los datos suelen ser vagos, imprecisos y hasta ocultados con infamante barbaridad.
Aquella miopía histórica pone ante nuestros ojos a un Manuel Belgrano como creador de la enseña patria en 1812 y nada más. No se profundizó el estudio de sus campañas militares en el Alto Perú, donde alternó victorias y retiradas. O la campaña que dirigió, con suerte magra, en el Paraguay. O su paso por la Primera Junta de Gobierno, donde los libros apenas lo nombran. ¿Qué pasaría si a todo esto agregamos que Manuel Belgrano fue, en verdad, el padre de la educación argentina?
Cuando fue secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires, entre 1794 y 1810, Belgrano hizo valiosos aportes para el fomento de la agricultura, la industria y el comercio, pero no fue sino a partir de marzo de 1810, dos meses antes de la Revolución de Mayo, que el prócer empezó a escribir sobre aspectos específicamente educativos. Manuel Belgrano, que había vivido muchos años en España, dejó a un lado el despotismo ilustrado y la consecuente aristocratización de la cultura que habían resurgido a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Al arribar a tierras criollas comprendió la realidad social argentina, dedicándose a una labor hasta entonces desconocida: la intensificación de la agricultura, de la educación, del trabajo para los artesanos, de escuelas para el mejoramiento de la moral y el aprendizaje de las más comunes labores domésticas, etc., etc.
En 1799, Manuel Belgrano creó una escuela de náutica y otra de geometría y dibujo, al tiempo que se ocupó de darles a los jóvenes los estímulos necesarios para que se capaciten y lleven a cabo mejores actividades mercantiles. Incluso se le reconoce como pionero de numerosas e importantes publicaciones, como ser el “Telégrafo Mercantil” (1801), considerado el primer periódico de Buenos Aires. Fue colaborador, asimismo, del “Semanario de Agricultura, Comercio e Industria”, y más adelante, en tiempos del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, ayudó a crear el “Correo de Comercio de Buenos Aires”, mediante el cual plasmó diversos artículos relacionados a la educación, la estadística, la navegación y varios temas más.
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