Cuando se instaló el gobierno de la
dictadura, la conducción del área de Transporte quedó radicada en el
Ministerio de Economía a través de la Secretaría de Transporte y Obras
Públicas (SETOP). Fue esta secretaría la que elaboró un plan de acción
que permitiera retomar las medidas de racionalización recomendadas 15
años antes por el Plan Larkin –creado a instancias del Banco Mundial–
para poner en práctica la privatización periférica (desguace lento y
progresivo, sumado a la tercerización de inversiones, actividades y
servicios con empresas privadas) de Ferrocarriles Argentinos (FA):
cierre de ramales antieconómicos, supresión de trenes de pasajeros de
baja utilización, cierre de talleres redundantes, cierre de estaciones,
supresión de la tracción a vapor, etcétera. Resultado: entre 1976 y 1980
se abandonaron unas 560 estaciones, se redujeron trenes de pasajeros
interurbanos y locales del interior en un 30%, se cerraron 5500 km de
líneas secundarias. Sólo a nivel talleres, la cantidad de personal se
redujo de 155 mil empleados en 1976 a 97 mil en 1980, cifra que habría
de mantenerse hasta el fin del gobierno de Raúl Alfonsín (Nueva Historia
del Ferrocarril en la Argentina. Mario López y Jorge Waddell). La
desconexión del país y la intensa eliminación de talleres contribuyeron a
la decadencia y desaparición de unos 700 pueblos y a la aceleración de
la pobreza y la desigualdad regional. La pobreza y la desigualdad vienen
siendo combatidas exitosamente desde 2003 a esta parte. Pero mientras
no se revierta la privatización de los ferrocarriles, causa primigenia
de la sistemática violación a la seguridad jurídica (y física) del
usuario de trenes en el país, argentinos y argentinas seguirán
desapareciendo, de la misma manera que otrora sucedió con pueblos
enteros. Aunque el secretario de Transporte no quiera reconocerlo, el
ciclo privatizador –como escribió el director de este diario– está
cerrado. Parafraseando al maestro de Simón Bolívar, profundizamos o
erramos…
La continuidad privatizadora del alfonsinismo
Con el regreso de la institucionalidad en 1983, el gobierno radical
no hizo sino continuar con la política de desmantelamiento iniciada en
1976. Al respecto, vale la pena recordar que entre 1983-1985, la
conducción de la FA estuvo a cargo de los mismos personajes que se
habían hecho de la empresa estatal en el último año de la dictadura. En
1985, la empresa fue intervenida y FA –impulsada por los sindicatos del
sector– comenzó a tener cada vez más poder en las decisiones
ferroviarias. Es entonces cuando al problema de una política ferroviaria
antinacional por parte del alfonsinismo, se agregó un inédito
inconveniente. El país aniquilado habría de recoger los frutos del
genocidio económico del Proceso: en primer lugar, grupos políticos
municipales y provinciales comenzaron una fuerte presión para hacerse de
tierras ferroviarias inutilizadas o desaprovechadas; en segundo lugar,
buena parte de los “nuevos pobres” de prácticamente todas las
principales urbes del país se desplazaron de los centros urbanos a zonas
vacías en las mismas ciudades. Un lugar altamente codiciado y
aprovechado fueron las playas abandonadas por el desmantelamiento
ferroviario. El caso de la Villa 31 en Retiro, erigida a fines de 1985,
es ilustrativo.
Del Plan Madanes (1985) al Ferrocargo de Terragno
Del Plan Madanes (1985) al Ferrocargo de Terragno
Para mediados de la década del ’80, el plan de vaciamiento de las dos
grandes excepciones en materia de privatizaciones estaba a medio hacer.
YPF y Ferrocarriles Argentinos si bien muy golpeadas, resistían su
desmantelamiento. En ambos casos, un golpe de gracia se hacía necesario
para retomar el plan original trazado por Martínez de Hoz. Pues bien, el
gran favor a la “patria financiera y especuladora” no se hizo esperar.
Su protagonista fue nada más ni nada menos que el gobierno de Raúl
Alfonsín. En materia ferroviaria, el zarpazo radical que además
allanaría el camino a la desembozada privatización durante el menemismo
llevó el nombre de Plan Madanes. De la misma manera que sucedió con YPF,
luego de una década de deliberado saboteo la empresa ferroviaria
arrojaba grandes pérdidas. La ineficiencia estatal era así
satisfactoriamente confirmada, zoncera a la que se le agregaba una
segunda, la del Estado elefantiásico. Claro, un país aniquilado,
despoblado y económicamente atrasado no justificaba para las mentes
subdesarrolladas ninguna inversión que lo revirtiera. El país podía
sobrevivir perfectamente si se restringía a los límites de la Capital
Federal o, con suerte, a la Pampa Húmeda triguera y vacuna. Fue así que a
finales de 1986, el gobierno encomendó al ingeniero Manuel Madanes la
elaboración de un plan para reducir la planta ferroviaria en unos 65 mil
agentes. La dura oposición sindical, sumada a la fuerte derrota radical
en las elecciones legislativas y provinciales de 1987 lograron frenar
la avanzada privatizadora de lo que hubiera significado la reedición del
Plan Larkin en tiempos de Frondizi. No obstante la transitoria
victoria, la presión fue insoportable. Rodolfo Terragno fue nombrado
ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación. La tormenta
privatizadora se cernió amenazante sobre ENTEL y Aerolíneas Argentinas.
En materia ferroviaria, el espíritu del Plan Madanes fue recogido por
Rodolfo Terragno con el proyecto de Ferrocargo, esto es, el ingreso del
capital privado a FA. Si bien Ferrocargo nunca llegó a implementarse
–principalmente por el abrupto final del gobierno radical– tanto la idea
en sí misma como lo hecho en materia de prefactibilidad y planificación
del proyecto lograron que el fuego privatizador se hiciera esta vez
inextinguible.
La privatización lisa y llana de Ferrocarriles Argentinos
La privatización lisa y llana de Ferrocarriles Argentinos
“María Julia es una cruzada. Necesitamos a alguien capaz de
enfrentarse al sindicato para que ENTEL se privatice. Si tuviéramos que
disolver a las Fuerzas Armadas llamaríamos a la izquierda. Para
privatizar necesitamos de los liberales, que lo van a hacer con más
convicción que nosotros, los peronistas.” (La Patria Sublevada. Alfredo
Silleta). Así justificó Carlos Menem el nombramiento de la hija del
ultra liberal Álvaro Alsogaray al frente de la empresa pública de
teléfonos. Igual suerte correría el escaso patrimonio público
sobreviviente desde el frontal y letal ataque iniciado en 1976:
Ferrocarriles Argentinos, YPF, Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas,
Jubilaciones y Pensiones, entre muchas otras. De la misma manera que con
la dictadura y el radicalismo, la gran prensa antinacional se
encargaría de construir una opinión pública favorable a la más
ignominiosa entrega del patrimonio nacional.
¿Qué ocurrió con Ferrocarriles Argentinos y cuál era la situación del sector al inicio del menemismo?
¿Qué ocurrió con Ferrocarriles Argentinos y cuál era la situación del sector al inicio del menemismo?
Las unidades de tráfico (ut) habían descendido de 23.300 millones en
1979 a 19.100 en 1989. A pesar de la electrificación del Roca, el
tráfico suburbano era de 100 millones de ut menos que una década atrás.
El tráfico de pasajeros había aumentado sólo un 10% mientras que el de
carga había caído el 25%. La disponibilidad de locomotoras de 844 a 603
en igual período (Ob. Cit., López y Waddell). En agosto de 1989 se
promulgó la Ley 23.696 de Reforma del Estado. La contrarrevolución
golpista iniciada en 1976 celebraba el zarpazo final. Las experiencias
privatizadoras anteriores fueron revisadas como consultados los cerebros
de Ferrocargo. El neoliberalismo pariría así el Decreto 666 de 1989 y
con él, el desmantelamiento y privatización de los ferrocarriles. Las
nuevas concesionarias se harían cargo de todas las actividades
laborales, técnicas (mantenimiento y operación), comerciales y
económicas (inversiones) ferroviarias. La primera licitación –apenas dos
meses después de la firma del decreto 666– sirvió en bandeja al capital
privado unos 5000 kilómetros de red. Obviamente, los futuros
concesionarios no podrían operar nada sin el material ferroviario
propiamente dicho: el gentil menemismo les ofreció una flota de 1600
vagones y unas 30 locomotoras.
Federico Bernal
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