El chino se sienta, agarra el teléfono y llama a un ministro con aspiraciones electorales: “Te queremos invitar a la próxima reunión.” Se sienta. Entrega el teléfono a su secretaria para evitar interrupciones previsibles. El celular vuelve a sonar. No acepta la llamada. “Arranquemos”, dice mientras se seca la frente. Afuera, los más de 30 grados agobian a cualquiera. En la televisión, las imágenes de la represión policial que se cobró dos muertos luego del descarrilamiento de un tren de carga en José León Suárez, se impone sobre la idea original de hablar de política, aunque también es política. Uno de los heridos pertenece a la agrupación juvenil del Movimiento Evita, del que Navarro es un referente.Los bastones y las balas avanzan sobre los pobres. Una vez más.
–Otra vez, represión. ¿Sorprende?–Lo que uno aprecia es un accionar de algunos sectores de la Bonaerense mas allá de la legalidad y el sentido común. Si uno visita el lugar, mira y escucha a los vecinos y familiares, se da cuenta de que ahí casi seguro hubo una masacre. Se verifica el accionar “sacado” de muchos integrantes de la policía. Sacados por la merca, por la impotencia, por la locura, por lo que sea. Están sacados. Nuestra obligación es ponerle un freno. Esto expresa la realidad de policías provinciales que no han sido incorporados cabalmente al sistema democrático
–¿Cuál es la responsabilidad de las autoridades provinciales?–Creerle a la policía. Decir que hay “banda organizada”, como dijeron, es un acto de ingenuidad o no tener la voluntad de ver lo que realmente pasa.
Días atrás, Navarro participó en Mar del Plata de una reunión de dirigentes con el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Se habló de política, de gestión y se echaron las primeras cartas de cara a las elecciones.–El año electoral ¿cambia el eje del debate?
–A mí me parece que no. Por el contrario, clarifica y simplifica porque cuando se eligen desde consejeros escolares hasta presidente, implica que quienes aspiren en el marco de la democracia a esas posiciones tienen que explicar por qué. Para los que somos parte del gobierno es más fácil porque hay un desarrollo político de 2003 a la fecha que tiene una dirección, un rumbo, una lógica, un objetivo. Por supuesto no ignoramos que en estos casi siete años para ocho han sido muchísimos los avances y los logros, pero también sabemos que hay asignaturas pendientes por resolver. Sabemos que lo podemos decir porque lo estamos haciendo. Para la oposición se dificulta. Uno empieza a advertir en algunos precandidatos como Felipe Solá o Ernesto Sanz cómo empiezan a reivindicar muchas cosas del gobierno.–¿El armado final consolidará el perfil del kirchnerismo?
–Desde 2001, la política dejó de ser un instrumento formal para dirimir candidaturas. Ese proceso se terminó de corporizar en mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner volvió a ponerla en el centro de la escena. La política es quien decide los destinos de la Nación y ya no los grupos económicos. Esa tensión adquiere su punto más culminante en la 125. Para terminar de consolidar ese proceso se necesita movilizar a los sectores populares. Estamos en falta desde el propio gobierno, pero también desde los movimientos. Movilizar implica empoderar y quien empodera pierde poder en su propio lugar. Ese es el desafío que tenemos que resolver en la práctica.–¿Ese poder popular del que habla es una carta de supervivencia?
–No. Es la posibilidad de vivir en una patria justa. No es una actitud defensiva. Para frenar a los grupos económicos, la única opción es colocarle enfrente un poder muy fuerte que no es la mayoría de la Cámara de Diputados o de Senadores solamente, porque la 125 demostró que no alcanzaba, esa mayoría se transformó en minoría y nosotros no teníamos en la calle 200 mil compañeros, teníamos 5000.–En uno de sus recientes discursos, Cristina volvió sobre la idea de “lo que falta”. ¿Qué es lo que falta?
–Reconocemos que se ha avanzado una enormidad. El mejor Néstor Kirchner que uno imaginaba antes del 25 de mayo de 2003, cuando nos tocaba explicar por qué había que votarlo, fue superado ampliamente por el Néstor Kirchner presidente. Y cuando parecía que en esa dirección todo se iba a consolidar con el gobierno de Cristina –porque uno cae también en el discurso de los grupos económicos que hablan de “calidad institucional”– se producen las primeras fricciones, las primeras confrontaciones. La cuestión del ingreso no está resuelta en un 100%, pero está en un piso de dignidad. Igual que la pobreza, igual que el hambre. Pero sigue sin resolverse el problema del hacinamiento de decenas de miles de familias, que a pesar de que este gobierno hizo más planes de vivienda que nadie, es necesario un programa que debe ser de tierra más que de vivienda. Se recita 1 millón de lotes en todo el país. Otra cuestión que tenemos que resolver son los pibes “ni-ni”, los que ni trabajan ni estudian. No es una cuestión sólo nacional, es mundial, pero tenemos que encontrar la forma desde la agresividad del Estado pero confiando en las organizaciones populares.–¿El PJ es la herramienta y a la vez el riesgo?
–El PJ es la expresión de lo que es la política argentina. Todo el mundo mira al PJ porque somos la fuerza mayoritaria. Pero no creo que haya un solo partido que tenga un funcionamiento democrático, que tenga elecciones democráticas, que tenga una afiliación que se acerque a una democracia participativa. Los partidos se abren, salvo excepciones, dos o tres meses antes de las elecciones. Y la afiliación es una burda mentira que se dibuja para cumplir con determinados requisitos legales. Yo no conozco a nadie que esté enamorado del PJ. Es un instrumento. No tenemos un movimiento vivo, lo estamos recuperando y reconstruyendo. Reconstruir la relación entre la política y las masas nos va a permitir construir otro partido sobre esas bases.
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