Si alguien tiene motivos en la Argentina para reivindicar un pasado de luchas es el peronismo. Ya sus canciones, las elaboradas y las que surgen de la improvisación popular, lo dicen: dieciocho años de lucha templaron cuerpo y alma, o a pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos…
Es que hubo dieciocho años de proscripción, hubo bombas en Plaza de Mayo, fusilamientos en Campo de Mayo y José León Suárez, muertos como Felipe Vallese y desaparecidos que, si no exagera la consigna que dice y los desaparecidos, compañeros peronistas, sólo exagera en la pretendida exclusividad. La mayoría de los desaparecidos, efectivamente, lo fueron.
Esta larga lucha, y no la condición de militar de Perón, llevaron al Movimiento a abroquelarse y, pese a sus hábitos electorales frentistas, a desconfiar de los otros, que en los 50 fueron los contras, y más adelante, los gorilas. Por que era difícil, en la Argentina de largas décadas, encontrar neutrales.
La consigna Braden o Perón de la campaña electoral del 46, no respondía a una visión paranoica de la política. El ex embajador había sido, sin lugar a dudas, el jefe de la oposición, y acababa de difundir, como instrumento de propaganda, el llamado Libro Azul. El 4 de junio de 1946, el bloque de la UCR, con escaso espíritu democrático, estuvo ausente ¡el único en la Historia! en el acto de asunción del presidente constitucional.
Sin embargo, los años presentaron claudicaciones grossas de peronistas varios. La mayor, la del Gran Traidor que puso a Rosas en los billetes mientras entregaba los restos de la Soberanía nacional y desmantelaba lo que quedaba de la obra del peronismo inicial.
Mientras el peronismo protagonizaba su papel dominante en la Historia reciente, algunos sectores, provenientes de la izquierda a veces, y de diversas tradiciones políticas, otras, los llamados progresistas se acercaban y se alejaban de él en un prolongado vaivén.
En ellos anidaban sentimientos de libertad y de justicia social, al mismo tiempo que desconfianza a reflejos arcaicos de los orígenes nacionalistas del peronismo y, por que no, algún prurito frente al pueblo de carne y hueso que, en general, no ha leído a Marx o a Trotsky y vuelve de su trabajo sudoroso en colectivos abigarrados.
En esas huestes encontramos, por ejemplo, a la periodista que recientemente a dicho creer “que, de algún modo, el kirchnerismo es algo superador del peronismo.” La periodista preopinante, milita abiertamente en las huestes K y, lo ha demostrado en infinidad de comentarios, no adhiere por razones estéticas sino que está profundamente identificada con las líneas dominantes con la transformación nacional y social, la restauración tal vez diríamos los que nos emocionamos con la reivindicación de Obligado, iniciada en 2003. Más de un peronista ortodoxo, de los que también militan en estos tiempos de esperanza, se siente tocado en sus afectos. “¡Como van a ser Kirchner o Cristina más que Perón!”. Y que decir de gente como un chofer de un municipio bonaerense que, hace un par de meses me decía: “A mí no me gustaban los Kirchner porque nombraban poco a Perón y a Evita.”
A quien esto escribe se le ocurre pensar que en realidad no es muy importante si los K son más o menos que el Conductor y la Abanderada de los Humildes. Le parece que es como discutir entre Maradona y Messi. Con el pequeño detalle de que sólo el crack del Barcelona (¡jamás voy a decir el BARÇA!,) jugará, seguramente, el Mundial de 2014, donde esperamos dar un disgusto amistoso a nuestro hermano Lula.
Además, la juventud que se volcó en las calles a despedir a Néstor y a entregar su corazón a Cristina, no conoció a Perón, de quien sólo tiene referencias cariñosas, y sus líderes son los de hoy. Y, Dios lo quiera, de los próximos años. Aunque uno, que nació en los años de las batallas del El Alamein y Stalingrado, siga emocionándose cuando escucha la voz de quien se llevó en sus oídos la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino.
Es que hubo dieciocho años de proscripción, hubo bombas en Plaza de Mayo, fusilamientos en Campo de Mayo y José León Suárez, muertos como Felipe Vallese y desaparecidos que, si no exagera la consigna que dice y los desaparecidos, compañeros peronistas, sólo exagera en la pretendida exclusividad. La mayoría de los desaparecidos, efectivamente, lo fueron.
Esta larga lucha, y no la condición de militar de Perón, llevaron al Movimiento a abroquelarse y, pese a sus hábitos electorales frentistas, a desconfiar de los otros, que en los 50 fueron los contras, y más adelante, los gorilas. Por que era difícil, en la Argentina de largas décadas, encontrar neutrales.
La consigna Braden o Perón de la campaña electoral del 46, no respondía a una visión paranoica de la política. El ex embajador había sido, sin lugar a dudas, el jefe de la oposición, y acababa de difundir, como instrumento de propaganda, el llamado Libro Azul. El 4 de junio de 1946, el bloque de la UCR, con escaso espíritu democrático, estuvo ausente ¡el único en la Historia! en el acto de asunción del presidente constitucional.
Sin embargo, los años presentaron claudicaciones grossas de peronistas varios. La mayor, la del Gran Traidor que puso a Rosas en los billetes mientras entregaba los restos de la Soberanía nacional y desmantelaba lo que quedaba de la obra del peronismo inicial.
Mientras el peronismo protagonizaba su papel dominante en la Historia reciente, algunos sectores, provenientes de la izquierda a veces, y de diversas tradiciones políticas, otras, los llamados progresistas se acercaban y se alejaban de él en un prolongado vaivén.
En ellos anidaban sentimientos de libertad y de justicia social, al mismo tiempo que desconfianza a reflejos arcaicos de los orígenes nacionalistas del peronismo y, por que no, algún prurito frente al pueblo de carne y hueso que, en general, no ha leído a Marx o a Trotsky y vuelve de su trabajo sudoroso en colectivos abigarrados.
En esas huestes encontramos, por ejemplo, a la periodista que recientemente a dicho creer “que, de algún modo, el kirchnerismo es algo superador del peronismo.” La periodista preopinante, milita abiertamente en las huestes K y, lo ha demostrado en infinidad de comentarios, no adhiere por razones estéticas sino que está profundamente identificada con las líneas dominantes con la transformación nacional y social, la restauración tal vez diríamos los que nos emocionamos con la reivindicación de Obligado, iniciada en 2003. Más de un peronista ortodoxo, de los que también militan en estos tiempos de esperanza, se siente tocado en sus afectos. “¡Como van a ser Kirchner o Cristina más que Perón!”. Y que decir de gente como un chofer de un municipio bonaerense que, hace un par de meses me decía: “A mí no me gustaban los Kirchner porque nombraban poco a Perón y a Evita.”
A quien esto escribe se le ocurre pensar que en realidad no es muy importante si los K son más o menos que el Conductor y la Abanderada de los Humildes. Le parece que es como discutir entre Maradona y Messi. Con el pequeño detalle de que sólo el crack del Barcelona (¡jamás voy a decir el BARÇA!,) jugará, seguramente, el Mundial de 2014, donde esperamos dar un disgusto amistoso a nuestro hermano Lula.
Además, la juventud que se volcó en las calles a despedir a Néstor y a entregar su corazón a Cristina, no conoció a Perón, de quien sólo tiene referencias cariñosas, y sus líderes son los de hoy. Y, Dios lo quiera, de los próximos años. Aunque uno, que nació en los años de las batallas del El Alamein y Stalingrado, siga emocionándose cuando escucha la voz de quien se llevó en sus oídos la más maravillosa música que es para mí la palabra del pueblo argentino.
Empujemos, construyamos, juntos la Victoria que la Patria demanda. La que nos permitirá terminar la obra iniciada. La que nos dejará una Latinoamérica Unida y un pueblo sin indigentes, por que, como decía Perón, nadie se realiza en una Nación que no se realiza. Cuando esté la tarea cumplida, volvamos a discutir si Néstor y Cristina –sus continuadores- son mejores que Juan y que Eva, y hasta si Don Hipólito era más patriota que Don Juan Manuel.
Por ahora, hoy que se cumplen sesenta y cinco años de la Victoria del 24 de marzo de 1946, recordemos que en ese momento no existía ni siquiera un partido peronista o justicialista, y que el coronel del Pueblo ganó con laboristas, radicales renovadores, con los Centros Cívicos Coronel Perón y la Alianza Libertadora Nacionalista.
Enrique Manson
Febrero de 2011
Por ahora, hoy que se cumplen sesenta y cinco años de la Victoria del 24 de marzo de 1946, recordemos que en ese momento no existía ni siquiera un partido peronista o justicialista, y que el coronel del Pueblo ganó con laboristas, radicales renovadores, con los Centros Cívicos Coronel Perón y la Alianza Libertadora Nacionalista.
Enrique Manson
Febrero de 2011
* Profesor de Historia, funcionario en los ministerios de Educación de la Nación, de la Ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, docente universitario, autor, entre otros, de Argentina en el Mundo del Siglo XX y El Proceso a los argentinos
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