Puso al Estado de rodillas al servicio del poder económico
Jorge Rafael Videla fue la principal cara del terrorismo de Estado,
no como fin en sí mismo sino como medio para la aplicación de un plan
económico y social cuyas consecuencias todavía se sienten después de 30
años de democracia. Como líder de las Fuerzas Armadas ocupó el lugar de
la derrocada Isabel Perón en 1976, y hasta 1981 lideró la represión que
eliminó la resistencia a las políticas que terminarían con cuatro
décadas de un proceso con rumbo industrial.
El dictador, que murió ayer a los 87 años en una cárcel común,
escuchó atentamente las ideas de José Alfredo Martínez de Hoz (el
ministro de Economía de su gobierno) cuando este visitó la casa del jefe
de la Armada a mediados de marzo de 1976. Fue ahí cuando Videla, de
convicciones ultraliberales, se sintió seducido y terminó de convencerse
sobre los pasos que se debían seguir tan solo unas pocas semanas
después.
Como cuenta el periodista Alberto Dearriba, autor del libro El Golpe,
las figuras que personifican lo más oscuro del terror de los setenta ya
se habían conocido en 1975. "Joe" se hizo presente ese año en el
Edificio Libertador para pedirle a Videla que las Fuerzas Armadas
reprimieran una huelga que lo perjudicaba como presidente de Acindar y
del Consejo Empresario Argentino. La estrategia, que quebró la
organización sindical en ese entonces, se repetiría con más fuerza y a
nivel nacional desde el 24 de marzo del año siguiente.
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