JESÚS CONTRA
EL IMPERIO ROMANO
Por
Rubén Dri
A través de una lectura de
los textos evangélicos de Marcos, el autor hace un análisis del enfrentamiento
que Jesús tuvo con las estructuras de poder de su tiempo y presenta las
perspectivas desde las que su presencia tuvo repercusión en la sociedad de la
época.
El anuncio de Jesús sobre la
inminencia del Reino de Dios debía necesariamente chocar con el reino
establecido y dominante, el imperio romano.
Este enfrentamiento queda, en
los evangelios, en las sombras.
Una primera lectura nos pone
siempre en el enfrentamiento que Jesús tiene con el templo, con los escribas,
con los fariseos, con los sacerdotes y los herodianos
Incluso, en las narraciones
sobre la pasión y muerte de Jesús da la impresión de que el imperio es
exculpado pues Pilato intenta inútilmente dejarlo libre.
Es, por otra parte, evidente
que esta narración no puede responder a la realidad histórica.
No es concebible que un
funcionario de la burocracia imperial como Pilato —el que, por otras fuentes lo
sabemos, además era cruel— se preocupe por la suerte de un campesino galileo
que anda agitando a los marginados de una oscura región.
Leyendo a Marcos creemos
descubrir la línea antiimperial que, no dudamos, debe de haber sido la de
Jesús. Trataré de mostrarla en los pasajes más significativos.
Las buenas noticias vienen del campesino Jesús.
Marcos comienza su narración
de la siguiente manera: Principio del evangelio de Jesu-Cristo. Evangelio, como
se sabe, del griego eu-angélion, significa buena nueva, buena noticia, buen
mensaje.
Marcos no inventa el término,
sino que le da un significado específico y, precisamente, antiimperial.
Efectivamente, evangelio era
-término técnico para las novedades de victoria, o sea, para el anuncio de las
nuevas victorias de las tropas imperiales romanas. -(La deificación del
emperador) da a evangelion su significación y poder, porque el emperador es más
que un hombre común, sus ordenanzas son mensajes de espada y sus órdenes son
escritos sagrados.
Él proclama evangelia
mediante su aparición... el primer evangelium es la noticia de su nacimiento
(Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 2:724).
De modo que el evangelio se
encuentra en el centro de la política imperial.
Las buenas noticias eran
tanto la noticia del nacimiento de un nuevo emperador como de las victorias que
las tropas imperiales habían obtenido sobre el enemigo.
Formaba parte de la ideología
imperial.
Teniendo esto en cuenta, que
un escritor en el año 71 de nuestra era se atreva a denominar evangelio al
mensaje transmitido por un campesino marginado en su propia sociedad que era, a
la vez, una oscura y pequeña región dominada por el imperio era absolutamente
subversivo.
Las buenas noticias sólo las
podía dar el poder, el máximo poder que se encontraba en Roma.
Además de subversiva esta
proclamación era absurda.
Bien lo expresaría Natanael,
según nos relata Juan: -¿De Nazaret puede salir algo bueno?.
Era una concepción muy
expandida, perteneciente a la ideología del dominador y devenida -sentido común
de los dominados.
Nada bueno puede salir de los
pobres, de los marginados, de las regiones marginadas.
Las buenas noticias no
provienen de arriba sino de abajo, no del poder imperial sino de los marginados
por ese poder.
Proviene de los márgenes del
imperio, de la pequeña Palestina, de los márgenes de palestina, de la oscura
Galilea, de los márgenes de Galilea, del desierto y de los campos.
Jesús no puede entrar en las
ciudades.
Sólo entró en dos, en
Cafarnaúm, al principio, y en Jerusalén, al final, donde lo aprehenden y
asesinan.
Desde abajo, desde el
no-poder que, vamos a ver, genera un nuevo poder, un poder de liberación como
servicio, es desde donde se anuncia el evangelio, la buena noticia.
El primer y principal enemigo
del Reino de Dios denunciado por Marcos es el imperio romano.
El imperio es el enemigo principal
Después de narrar una serie
de escenas en las cuales Jesús va mostrando su mensaje liberador, al mismo
tiempo que enfrenta a los enemigos internos del evangelio, Marcos nos presenta
al enemigo principal. Lo hace en forma quiásmica:
A) -Y viene a casa: Y se
aglomera otra vez la multitud, de suerte que no podían ni siquiera comer pan.
Al enterarse los de su casa salieron a apoderarse de él, pues decían: -está loco. (fuera de sí).
B) -Los escribas, que habían
bajado de Jerusalén, decían: -Tiene a Belezebul y también: -Por
el príncipe de los demonios echa afuera a los demonios.
C) -Llamándoles la atención
con parábolas (Jesús) les decía: -¿Cómo puede Satanás echar fuera a
Satanás?
Si un reino está dividido
contra sí mismo, no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma,
no puede subsistir.
Si Satanás se ha levantado
contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir y llega a su fin.
Pero nadie puede entrar en la
casa del fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al fuerte.
D) -En verdad les digo que
todo se perdonará a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por
más que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el espíritu santo, no
tiene perdón por los siglos, sino que es reo de eterno pecado.
Porque decían: -Tiene
espíritu impuro.
E) -Vienen su madre y sus
hermanos y, quedándose afuera, le mandaron a llamar.
El pueblo estaba sentado a su
alrededor y le dicen: -Allí están tu madre y tus hermanos afuera y
te buscan´.
Respondiendo, les dice: -¿Quién
es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban
sentados en círculo, a su alrededor, dice: -¡Aquí están mi madre y mis hermanos!. Pues
cualquiera que haga la voluntad de Dios, éste es mi hermano y mi hermana y mi
madre (Mc 3, 20-35).
Se sabe que el quiasmo
dispone las partes del discurso de tal manera que el mensaje central quede en
el centro.
El texto presenta una cierta
síntesis de los enemigos del Reino.
De los menos peligrosos a los
más peligrosos.
Primero los parientes, luego
los escribas y finalmente, en el centro, el
fuerte –isjyrós-.
En la interpretación de este
texto generalmente se ha pasado por alto, o se ha minimizado, la enemistad de
los parientes de Jesús, entre los cuales se encuentra su madre.
Es absolutamente comprensible
que tanto María como sus hermanos se preocuparan por el rumbo que tomaba la
práctica de Jesús, enfrentado ya con todos los poderes de la sociedad.
La enemistad de los escribas
es conocida; si bien, como se sabe, en el evangelio se refleja más el
enfrentamiento entre los escribas y la comunidad de Marcos que entre los
escribas y Jesús, pero no se puede negar que un mensaje como el de Jesús debía
encontrar oposición en un cuerpo de escribas que ostentaban el poder que daba
el saber en una sociedad analfabeta.
Pero hay dos temas que la
interpretación generalizada no ha visto correctamente.
Me refiero a los temas del
fuerte y los pecados y blasfemias contra el espíritu que no tienen perdón por
los siglos.
Ambos están unidos.
Se trata de los enemigos del
Reino.
El enemigo principal, el más
peligroso y temido es, naturalmente, el que se encuentra en el centro del
quiasmo, es decir, el fuerte.
¿Quién es este fuerte?
No puede ser sino aquél
contra el cual se anuncia el eu-angélion, es decir, el imperio romano.
Éste es el fuerte, el
poderoso, el opresor cuya casa debe ser saqueada.
El verbo utilizado
diarpádsein significa precisamente saquear, devastar, robar, desgarrar.
Se trata de entrar en su casa
y saquearla.
Pero ello es imposible si
primero no amarra al fuerte.
La figura utilizada es la de
un hombre fuerte, poderoso en su casa.
Es necesario amarrar al
hombre fuerte y luego saquear la casa.
Es evidente que para
amarrarla se requerirá toda una estrategia. Es la que Jesús está elaborando, es
lo que está proponiendo.
Pero resulta que esa tarea se
encuentra obstaculizada, entre otros, por los escribas que esgrimen argumentos
teológicos.
Citan a Beelzebul, con quien
Jesús habría hecho un trato.
Demonizar de esta manera los
anuncios del Reino y las prácticas de liberación que a él conducen es una
malicia imperdonable.
Se utilizan argumentos
religiosos, teológicos en contra de la obra liberadora.
Es el pecado teológico, el de
utilizar malignamente la teología para oprimir, para esclavizar, para dominar,
para desacreditar a quienes trabajan por el Reino que no tiene perdón por los
siglos.
Es ese mismo pecado el que en
el Apocalipsis es presentado como la bestia que surge de la tierra.
Efectivamente son las
religiones orientales y sus respectivas teologías que apoyan al monstruo que
surge del mar, es decir al imperio romano.
El verdadero demonio es el imperio
Después de esta escena Marcos
presenta una colección de parábolas mediante las cuales Jesús preparaba al
pueblo y a sus discípulos para la gran tarea de apresurar el Reino.
En ellas se siguen apuntando
al enemigo y dando indicaciones sobre las acciones a llevar a cabo.
Exhorta, por medio de la
parábola de -la semilla que crece por sí sola… (Mc 4, 26-29) a ejercitar la
paciencia revolucionaria , y por medio de la del -grano de mostaza (Mc 4,
30-32), a la acción revolucionaria.
La travesía del lago (Mc 4,
35-41) por su parte llama la atención sobre los vientos que se oponen al
proyecto del Reino.
La barca, símbolo, de la
comunidad de Jesús, el pueblo, de la comunidad de Marcos, corre serios
peligros.
Son los vientos de los
enemigos.
Pero allí está Jesús para
calmarlos.
Con ello entramos en un nuevo
terreno, en el que las legiones romanas realizan sus tropelías. Jesús llega a
enfrentarlas.
Así presenta Marcos la
escena:
-Llegaron al otro lado del mar, a la
región de los Gerasenos. Al salir él de la barca, inmediatamente vino a su
encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo que tenía
la habitación en los sepulcros; nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadena:
porque él muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero las cadenas
y los grillos eran destrozados por él, y nadie podía dominarlo.
-Al ver a Jesús desde lejos,
corrió y se postró ante él.
Y habiendo gritado con voz
potente, dice: -¿Qué a mí y a ti, Jesús, hijo del Dios altísimo? ¡Conjúrote por Dios,
no me atormentes!. (Jesús) , en efecto, le había dicho:
-Sal, espíritu inmundo, de ese hombre.
Y le preguntaba: -¿Qué
nombre tienes?´.
Y le dice: -Legión
es mi nombre, porque somos muchos!. Y le suplicaba mucho que no los
enviara fuera de la región.
Había allí, al pie del monte,
paciendo, una piara grande de cerdos.
Le suplicaron diciendo: -Envíanos
a los cerdos, para que entremos en ellos.
Se lo permitió.
Luego que salieron los
espíritus inmundos, entraron en los puercos, y se arrojó la piara hacia abajo
por el despeñadero al mar, como unos dos mil, y se ahogaron en el mar.
Los que los apacentaban
huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos.
Entonces vinieron a ver qué
era lo sucedido.
Y vienen a Jesús, y miran al
endemoniado sentado, vestido y en su sano juicio, al mismo que la legión había
tenido encadenado.
Y tuvieron miedo.
Los que habían visto les
contaron cómo le había sucedido al endemoniado y lo de los cerdos.
Y comenzaron a rogarle que se
fuera de sus confines.
-Él subió a la barca y el
endemoniado le pidió que lo dejase estar con él.
Pero no se lo permitió, sino
que le dijo: -Ve a tu casa, a los tuyos y cuéntales cuantas cosas el Señor hizo
contigo y cómo se compadeció de ti.
Se fue y comenzó a publicar
cuán grandes cosas hizo Jesús con él, y todos se asombraban (Mc 5, 1-20).
Está por demás claro que el
tema sigue siendo el del fuerte que debe ser amarrado o destruido.
Efectivamente, al endemoniado
en cuestión nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Ya se había intentado hacerlo
repetidas veces, pero todo resultaba inútil.
Rompía las ataduras,
cualesquiera ellas fueran. Es la fuerza y prepotencia del imperio que había
derrotado una y otra vez los intentos de liberarse de él.
La fuerza no pertenece al
endemoniado sino al demonio, es decir, al imperio.
Es éste el que utilizando al
mismo endemoniado rompe cuantos intentos de liberación se producen.
Son los mismos ejércitos,
policías y, en general, fuerzas de represión de los países dominados los que
ejercen la fuerza que les da el imperio o los grandes centros de poder.
Por otra parte, el
endemoniado en cuanto persona tiene el comportamiento desequilibrado,
distorsionado, esquizofrénico, propio de los habitantes de países dominados.
El mejor comentario de este
comportamiento es el descripto por Franz Fanon en Los condenados de la tierra.
El dominado introyecta la
dominación y se desequilibra completamente.
Cuando el demonio se siente
conminado por la fuerza superior de Jesús a decir su nombre, manifiesta su
identidad sin vuelta de hoja: legión.
Es la legión romana, el
ejército romano, instrumento de opresión del imperio.
Jesús, es decir, su mensaje,
su proyecto, derrota al poder de la legión, la cual busca refugio en los
cerdos, en lo despreciable, y es precipitada en el abismo de las aguas del mar.
Después de tamaña batalla no
es de extrañar el miedo de los gerasenos.
Pelear contra el poder de
dominación y derrotarlo puede traer aparejada una terrible represión.
Los gerasenos le ruegan a
Jesús que se vaya.
Ellos aceptan la dominación.
La lucha por la liberación
les produce miedo.
El que ha sido liberado
deberá quedarse para revertir la situación.
El imperio asesinó a Jesús
Como puede verse, todas las
referencias al enfrentamiento de Jesús con el imperio, Marcos las hace mediante
símbolos, nunca directamente.
Podríamos citar la última, es
decir, la que se refiere al tributo debido al César (Mc 12, 13-17).
La interpretación tradicional
que sostiene que Jesús dice que hay que pagar el tributo al César y no mezclar
esa acción perteneciente al ámbito político y económico con el ámbito
religioso, porque es necesario dar a Dios lo que le corresponde.
En realidad Jesús afirma lo
contrario: No hay que pagar el tributo.
La respuesta, nuevamente, se
expresa a través de símbolos, el del denario mediante el cual se pagaba el
tributo y el del pueblo como viña perteneciente a Dios.
El denario que tiene la
inscripción del emperador y la inscripción Ti(berius) Divi Aug(usti) F(ilius)
Augustus (Tiberio Augusto, César, hijo del divino Augusto) debe ser devuelto al
César, a su dueño.
El verbo utilizado apó-dídomi
significa devolver.
Aceptar el tributo era
aceptar la divinidad del emperador romano.
Jesús dice que no se lo puede
aceptar.
Por otra parte, afirma que es
necesario dar el pueblo a Dios.
El pueblo se presenta como la
viña, de la que se hablo en el pasaje anterior (Mc 12, 1-12).
Devolverla a Dios significa
cuidarla, cultivarla, es decir, practicar la justicia.
Entonces ¿por qué ese intento
de exculpar a Pilato?
Es lo más probable que se
deba a la necesidad de resguardar a las comunidades que comienzan a ser
perseguidas.
Mientras para los cristianos
que saben interpretar los símbolos queda claro el enfrentamiento de Jesús con
el imperio, para los enemigos esto queda oculto.
Si Pilato no encontró a Jesús
peligroso, no hay motivo para que las comunidades sean consideradas en ese
sentido.
Esto requiere un fundamentado desarrollo que será motivo de
otro artículo.
RD/
*Teólogo, colaborador de Iglesias, Argentina
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