Por Walter Moore (*)
Una vez en el gobierno, Juan
Domingo Perón, que conocía perfectamente la organización que el Imperio
Angloamericano sostenía para controlar a los países más débiles, diseñó e
instaló un dispositivo estratégico para oponerse tanto a los recursos y fuentes
de poder del Imperio como al crecimiento de sus aliados internos.
Perón apoya su poder en la
movilización del Pueblo argentino, y así mantiene a todos sus enemigos y
aliados controlados mediante un dispositivo capilar que llegaba a
todas las instituciones de la
República.
Con este gran poder se dedica
a realizar una obra, destinada a transformar la Argentina, en la cual su
primer objetivo fue retomar el control de la economía nacional, cuyos
principales mecanismos estaban en manos británicas.
Ellos manejaban prácticamente
a todos los bancos, inclusive al Banco Central, y todas las otras instituciones
financieras, y de seguros. Perón, con decisión y energía recuperó para el
Estado Argentino el manejo del sistema financiero.
En 1943 se nacionalizó el
Banco Central, controlado hasta entonces por los británicos, y dio un gran
impulso a la creación de los bancos estatales, provinciales y municipales, y
creó el sistema nacional de seguros.
Perón, sabiendo el poder destructor
del sistema financiero colonialista, definió una política totalmente contraria
a recibir préstamos externos, asegurando que se cortaría la mano antes de
firmar un empréstito, pagando todas las deudas que el Estado argentino tenía
con los acreedores de la banca internacional.
Cuando fue desalojado del
poder en 1955, el Estado Argentino no tenía deuda externa.
También debilitó el poder de
los grupos importadores del puerto de Buenos Aires, tradicionalmente vinculados
a los intereses británicos, colocando a todas las importaciones bajo el control
del Estado, para lo cual creó el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del
Intercambio), destinado a controlar el comercio exterior, sustrayéndolo del
control de tradicionales aliados de los intereses imperiales siempre dispuestos
a destruir toda la industria que compitiera con sus proveedores
extranjeros.
Cuando Perón llegó al poder,
las empresas británicas tenían el control de todos los sistemas de transportes,
la provisión y distribución de fluido eléctrico, y de las empresas telefónicas
lo que generaba un enorme drenaje de divisas provenientes de los bolsillos de
los argentinos hacia las arcas inglesas.
Para revertir esta situación,
Perón reorganizó prácticamente toda la estructura productiva y de servicios
públicos.
Ante la certeza de que
Inglaterra no pagaría nunca la deuda que tenía con la Argentina, la canceló
nacionalizando los ferrocarriles británicos, con una red hábilmente diseñada
para extraer la riqueza del campo argentino y llevarla a Europa a través del
puerto de Buenos Aires, pero con trochas diferentes que impedían que se
integraran las diferentes regiones argentinas.
Entre muchas otras medidas,
crea las Juntas Nacionales de Carnes y de Granos, así puso la riqueza del campo
argentino en manos de sus productores, gracias a la regulación de ese comercio
por el Estado, quitándole los beneficios y el control de nuestros productores a
los intermediarios de las multinacionales que hasta entonces manejaban toda la
exportación de granos y carnes argentinas.
Luchó, además, contra
los grandes latifundios improductivos, una de sus primeras leyes fue para poner
en marcha un Estatuto del Peón de Campo, que dignificaba laboral y
salarialmente este trabajo, al mismo tiempo que fomentó desde el Estado el desarrollo
de una agroindustria que incrementó notablemente la productividad del campo.
El impulso para
industrializar el país incluye la creación de la industria pesada (altos
hornos, impulsó a la siderurgia y el crecimiento de la empresa petrolera
estatal, YPF), genera centros de investigación y desarrollo, impulsando la
organización de lo que luego sería la Comisión Nacional
de Energía Atómica y el Instituto Balseiro de investigación.
Al mismo tiempo impulsa el
desarrollo de una industria de defensa nacional para independizarnos de los
proveedores imperiales, creando, entre otras, una industria aeronáutica capaz
de crear los aviones a reacción Pulqui 1 y 2, de los más avanzados de su época,
desarrollados por ingenieros alemanes emigrados a la Argentina después de la Segunda Guerra
Mundial, inaugurando una tradición que sólo sería destruida durante el gobierno
de Carlos Menem, en el cual los norteamericanos, impusieron la desbaratamiento
del proyecto del misil Cóndor II, un prodigio técnico que desarrollaba un cohete
capaz de instalar satélites propios y llegar a otros continentes, al mismo
tiempo que ese gobierno implementó la eliminación de la fábrica militar de
aviones y de toda la industria militar argentina, siguiendo las instrucciones
de nuestros enemigos británicos.
También impulsa la
instalación de industrias automotrices y de autopartes, produciendo dos
vehículos íntegramente diseñados en Argentina, impulsa el desarrollo de
astilleros navales para apoyar la recién creada flota marítima del Estado,
destinada a dejar en las arcas nacionales los costos de transporte de las
exportaciones e importaciones argentinas.
A estas políticas se suma un
permanente crecimiento de la infraestructura productiva del país, mediante el
apoyo permanente a las pequeñas y medianas empresas y el estricto control desde
el Estado a la competencia desleal generada por las grandes empresas
monopólicas, a las que opone una miríada de cooperativas, y pequeñas y medianas
empresas de capitales nacionales apoyadas por el Estado dando gran impulso a la
cooperativas de crédito para que los productores se financien lejos de la usura
bancaria.
Genera un fuerte sistema para
reprimir el mercado negro y general una legislación contra los especuladores y
agiotistas que es una de las primeras medidas derogadas por el golpe de la
masonería pro británica en 1955.
Al mismo tiempo que se
generaba esta gigantesca revolución productiva, se producía un incremento del
consumo interno gracias a la nueva distribución de la renta nacional, que llevó
a los bolsillos de la clase trabajadora el 50 por ciento del Producto Bruto
Nacional.
El pleno empleo, la
institución del aguinaldo y el doble aguinaldo, las vacaciones pagas y
obligatorias, la jornada de ocho horas, la financiación estatal de las
viviendas populares a través del Banco Hipotecario, que se hicieron accesibles
gracias a los salarios dignos y a las prioridades de consumo que auspiciaba el
gobierno.
Todas estas medidas, que en
gran medida favorecieron el crecimiento de una poderosa clase media y configuraron
un nuevo país social, en el cual nadie estaba excluido, en consecuencia, nunca
estuvieron más despobladas las cárceles argentinas, ni fue menor el porcentaje
de delitos.
Las políticas del peronismo
dieron origen a millares de instituciones de servicios sociales destinadas a
asegurar mejores condiciones de vida a los trabajadores y a las clases más
humildes. El sistema de salud pública impulsado por el Dr. Ramón
Carrillo, creó un salto cualitativo en las condiciones sanitarias para todas
las clases sociales en el país, que tuvieron como resultado un notable descenso
del porcentaje de la morbimortalidad infantil y el incremento de la
expectativas de vida de gran parte de la población.
Los ancianos, protegidos
económicamente por un sistema de jubilaciones y pensiones estatales que les
aseguraba la seguridad económica dándoles un verdadero júbilo después de toda
una vida de trabajo.
Los derechos de la Ancianidad y de la Infancia, dos políticas
centrales destinadas a oponerse a los designios genocidas del Imperio, no sólo
garantizaron jubilaciones dignas, sino una educación, alimentación, cuidado y
participación social a través de los deportes a los niños y jóvenes de todos
los grupos sociales, lo que permitió crear una sociedad poderosa y
crecientemente justa.
Perón organizó y auspició el
fortalecimiento de los sindicatos y la creación de una fuerte central única de
trabajadores, la
Confederación General del Trabajo que les daba un poder de
negociación real al movimiento obrero organizado ante la voracidad capitalista,
organizada en cámaras empresarias únicas mientras propiciaban la atomización
sindical.
Para oponerse a los ataques
de la feroz Guerra Psicológica emprendida por el Imperio desde todos los medios
internacionales, Perón estatizó gran parte de los medios de comunicación
social, creó el primer canal de televisión, le dio gran envergadura a las
radios del Estado, desarrolló y compró diarios y revistas que difundieran sus
políticas, para oponer su información a la de los otros medios, casi todos copados
por la ideología liberal, que consciente o inconscientemente, apoyan las
políticas imperiales en contra de los intereses de su propio país, partiendo de
información generada por las agencias de noticias que dependen del Foreign
Office británico o de los servicios de inteligencia norteamericanos.
El modelo político de Perón,
ni socialista, ni liberal, (que se expresaba en el campo internacional como
Tercera Posición) se basó en un nuevo concepto de organización política: La
creación de una Comunidad Organizada que funcionara armoniosamente, sustentada
fundamentalmente en el poder de las Organizaciones Libres del Pueblo[1][1].
Para lograr este objetivo
estratégico de largo plazo, organizó una estructura política muy especial, que
conservaba algunas instituciones liberales como los partidos políticos con
representación parlamentaria, y tomaba otras del socialismo como la economía
semi-planificada contenida en los Planes Quinquenales.
Pero su mayor originalidad
consiste en el desarrollo de lo que denominó Movimiento Peronista, en la cual
el Partido Peronista era solamente un instrumento electoral que se armaba antes
de cada elección, y prácticamente desaparecía después de ellas.
El Movimiento comprendía el
Partido Peronista Femenino, de enorme vigor, desatado porque por primera vez en
la historia argentina el peronismo les otorgó a las mujeres iguales derechos
cívicos que los hombres.
El Movimiento Peronista tenía
su columna vertebral en la movilización de la totalidad del
pueblo trabajador a través del Movimiento Obrero Organizado, las instituciones
de la
Confederación General del Trabajo, a la cual debían asociarse
las Federaciones de Gremios únicos por cada rama de actividad, que tenían sus
propios sistemas de obras sociales que incluían sanatorios y servicios de
salud, proveedurías para abastecimiento popular a precios muy bajos, hoteles de
vacaciones, provisión de viviendas, sistemas de recreación, y hasta servicios
de sepelios.
Por otra parte organizó la Confederación General
Económica, donde agrupó las fuerzas de las pequeñas y medianas empresas
nacionales, que no se encontraban representadas en las organizaciones como la Unión Industrial,
la Bolsa de
Comercio, la Cámara
de Comercio y la Bolsa
de Cereales que tradicionalmente presionaban a los gobiernos para imponerles
política favorables a las grandes empresas nacionales y multinacionales
asentadas aquí.
La Comunidad Organizada también comprendía a la Unión de Estudiantes
Secundarios y la
Confederación General Universitaria, como apoyo a una nueva
estructura de democratización de la educación gracias a la cual todos los
jóvenes, hasta los más humildes, tenían acceso a una educación completamente
gratuita y de alta calidad académica, a los deportes, las vacaciones y la
facilidad para obtener los elementos que todos los jóvenes desean, tales como
ropa deportiva, la posibilidad de adquirir una bicicleta o una moto pequeña,
todo un lujo en aquellos años, y de aprender, desde la escuela primaria, cuales
eran sus derechos como ciudadanos argentinos.
Los Derechos de la Mujer, de la Infancia y de la Ancianidad fueron
instituidos en la nueva Constitución redactada en 1949, que también garantizaba
la propiedad del Estado sobre el subsuelo y los recursos existentes en la Plataforma Continental
Argentina, siempre codiciados por las empresas imperiales, de la misma manera
que establecía que los servicios públicos deberían ser prestados directamente
por el Estado.
Dicha constitución fue
derogada en forma ilegal con una proclama militar, emitida por un régimen de
facto, motivo por el cual numerosos juristas sostienen que es la única vigente
en Argentina, lo que coloca los actos de entrega de los gobiernos posteriores
en una situación de fragilidad jurídica. En el campo de la política
exterior, el gobierno de Perón estableció políticas que tendrían profunda
repercusión mundial.
Creó la doctrina de la Tercera Posición
tomando distancia del reparto del mundo organizado en Yalta por Estados Unidos,
Inglaterra y la Unión
Soviética, que luego diera origen al Movimiento de Países No
Alineados que integraron la mayor parte de los grandes países del Tercer
Mundo.
Las consignas principales que
elaboró el peronismo son: Justicia Social, Independencia Económica, Soberanía Política,
Cultura Nacional, Defensa Ambiental, Continentalismo y Universalismo.
En base a estos grandes
objetivos Juan Domingo Perón encaró la construcción de un Estado y la
organización política, social, económica y cultural capaz de oponerse a los
designios del Imperio y sus aliados internos.
La lucha contra la oligarquía
local, y la consecuente defensa de los grupos más humildes y vulnerables de
nuestra sociedad eran conducidos por Eva Perón, infatigable en su tarea por
aliviar el dolor y las penurias de los más pobres y en su denuncia del
comportamiento genocida de los grupos de poder tradicionales en la Argentina y de sus
aliados ingleses y norteamericanos.
La tendencia naturalmente
negociadora de Perón, acostumbrado al regateo político sin claudicar de sus
objetivos, era contrapesada por la intransigencia militante de Evita, que no
soportaba el menor atisbo de traición ni de corrupción por parte de sus
partidarios, motivo por el cual era escandalosamente condenada por la sociedad gorila,
opositora desaforada a un régimen político que había posibilitado una
participación igualitaria de los grupos más humildes, los cabecitas negras,
dentro de una sociedad de la cual se sentían propietarios.
La doctrina que, luego de la Actualización Doctrinaria
de la década de 1970, Perón llamaría Continentalismo, tuvo su expresión
política durante su primer gobierno con la propuesta de un pacto llamado ABC,
para constituir una alianza estratégica entre Argentina, Chile y Brasil,
pactada con el presidente de Chile, General Ibañez y con el de Brasil, Getulio
Vargas, proyecto que no pudo concretarse porque todos fueron derrotados por los
intereses imperiales.
También en la misma
actualización doctrinaria propuso Perón el concepto de Universalismo, basado en
la idea de la confluencia de los distintos continentes con iguales derechos y
atribuciones, doctrina desarrollada veinte años antes de que se inventara la Globalización,
propuesta imperial que implica el sometimiento de todos los países a los deseos
del Directorio Global.
WM/
(*) Texto extraído del libro inédito de Walter A. Moore: La Cuarta Guerra
Mundial: El Imperio Global contra el Tercer Mundo
N&P: El Correo-e del
autor es Walter Moore ecodemocracia@gmail.com
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