El historiador Norberto Galasso repasa la trayectoria de un pensador que,
proveniente del radicalismo y luego del marxismo, se convirtió en un uno de los
mayores intelectuales que tuvo el movimiento nacional en el siglo XX.
Se cumplieron 100 años del nacimiento de Juan José Hernández Arregui, una figura central del pensamiento nacional.
Por Norberto Galasso
Nació en Pergamino, un 29 de octubre de 1912. En la semicolonia británica –"el granero del mundo"– lo atrapó desde muy pequeño la superestructura cultural que la clase dominante ha venido montando desde la presidencia de Mitre: la historia mitrista, las fábulas económicas del liberalismo, geografías exóticas y lejanas, en fin, el enciclopedismo que enseña cuanto existe en el universo menos que su patria está destinada a proveer cereales y carnes baratas al Imperio.
Su iniciación en política –según sus propios recuerdos– se produce a los 18 años cuando "siendo un adolescente, abracé la causa antiimperialista y anticonservadora que no he abandonado ni abandonaré jamás". Por entonces (1933), desintegrada su familia pues su padre los ha abandonado muchos años atrás y su madre ha fallecido, se traslada a Villa María, Córdoba, a la casa de un tío irigoyenista. Consecuente, que pertenece a la intransigencia nacional y tiene por caudillo al Dr. Amadeo Sabattini, quien se halla rodeado de un grupo de radicales jóvenes que reciben el apodo de "los radicales 'rojos' de Córdoba".
Ya por entonces incursiona en la literatura y escribe un libro de cuentos, Siete notas extrañas, merced al cual recibe un elogio entusiasta del poeta Nicolás Olivari. Luego, en 1938, pasa a Córdoba donde su fervoroso irigoyenismo empieza a combinarse con el marxismo que recibe en las clases de un socialista exilado: Rodolfo Mondolfo.
A partir de allí, a sus treinta años, inicia el intento de compatibilizar o sintetizar la tradición popular de las masas seguidoras de Don Hipólito con las ideas del socialismo científico, en una mezcla –como la definiría Homero Mazi– "pampeanamente rara de Yrigoyen y Marx".
Así, mientras cursa Filosofía y Letras, en la Universidad de Córdoba, se nutre de los libros de Scalabrini Ortiz y los cuadernos de FORJA, al tiempo que lee a los clásicos del socialismo, se introduce en literatos y filósofos europeos como asimismo en libros de revisionismo histórico, aunque manifiesta una posición crítica respecto de Rosas. A estas diversas influencias se agrega, por entonces, la creciente importancia del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión y los sucesos del 17 de octubre. Constituida la "Unidad Democrática", Juan José interviene en la convención radical del 29/12/45 donde condena el contubernio organizado y bendecido por el embajador norteamericano Braden. Cuando llega el 24 de febrero de 1946, vota a Perón para presidente, pero expresa su origen radical votando a Sabattini para gobernador de Córdoba. En 1947, ya casado con Odilia Giraudo, pasan a residir en Buenos Aires.
De sus lecturas y sus polémicas obtiene la conclusión de que siendo marxista y considerando al proletariado el sujeto histórico revolucionario, debe también ser peronista, pues los obreros apoyan abrumadoramente a Perón. Después lo explicará así: "Soy peronista porque soy marxista."
Entre 1946 y 1955 dicta cátedras y lo trasladan de un empleo a otro, pues no obstante su afirmación peronista, por su condición de hombre de izquierda es víctima del maccarthysmo de algunos burócratas. Jauretche trata de consolarlo: "Qué va a hacer, tenemos abismos porque tenemos cumbres." En esos años, ha venido estudiando la superestructura cultural de la semicolonia, partiendo de la tesis de Marx de que "las ideas dominantes en una sociedad, son las ideas de la clase dominante". De ese estudio brota, en 1957, ya derrocado Perón, su libro Imperialismo y cultura, una severísima crítica a la cultura semicolonial vigente. Con ese libro, dirá: "Los cocino a los intelectuales del sistema en su propia salsa." El ensayo es la más profunda y demoledora crítica a la superestructura cultural oligárquica y por eso "importó mi funeral intelectual y por ser argentino, mereció los más grandes elogios y el más grande silencio... Ese libro me creó odios definitivos... Se me cerraron todos los caminos." Existía ya la televisión pero los periodistas afirman que desde esa fecha hasta su muerte, en 1974, su imagen no aparecerá jamás en las pantallas televisivas. Por entonces, ya se define como un hombre de izquierda nacional interna al peronismo.
En 1960 publica su segundo libro, La formación de la conciencia nacional, implacable análisis del nacionalismo oligárquico y de la izquierda antinacional, como así también reivindicación de FORJA, del peronismo y de la izquierda nacional. Pero no sólo recurre al libro sino también a la conferencia, a la polémica, al artículo en periódicos y revistas de azarosa vida, pero "sigue cercado por un silencio concertado" que lo convierte en un "maldito".
Arregui apoya con fervor al peronismo y le reconoce su progresividad histórica, pero –a largo plazo– no cree en la posibilidad de un capitalismo nacional autónomo. En esa época debate con el Partido Socialista de la Izquierda Nacional respecto de si la izquierda nacional debe ser interior o exterior la peronismo. "Debe hacerse desde adentro para no perder contacto con los trabajadores", sostiene. "Debe ser desde afuera", sostiene Ramos, que proviene de los orígenes de la izquierda nacional expresados en 1945 por el grupo Frente Obrero, la única expresión política de izquierda que acompañó a los trabajadores en el 17 de octubre. Desde aquel momento esta izquierda nacional sostuvo la necesidad de "golpear junto con el peronismo, pero marchar separados", resguardando su independencia ideológica, política y organizativa.
Arregui insiste en crear centros apartidarios de izquierda nacional en todo el país, no ceja en su prédica de trabajar por abajo, por fuera de los medios hostiles y el enemigo lo juzga tan peligroso que sufre varias detenciones. Luego, publica ¿Qué es el ser nacional? (1963), pronunciándose a favor de la unión latinoamericana y dando sus fundamentos. Más tarde, crea el grupo Cóndor, donde acentúa su definición socialista. Al respecto, Cooke no lo integra y le explica: "El intelectual mira lejos, su propuesta es estratégica; pero el político debe contestar todos los días, en la coyuntura y la lucha de clases en la Argentina pasa por el peronismo."
Con el Cordobazo, Arregui lanza Nacionalismo y liberación, un nuevo aporte para forjar una verdadera izquierda, con obreros, dentro del movimiento nacional.
En esa época, en medio del silencio de que es objeto, le llega un reconocimiento importantísimo: "Ningún argentino debería dejar de leerlo y toda la juventud de nuestro país debería tenerlo en la cabecera y estudiarlo profundamente." Así se lo expresa, en una carta, el desterrado Juan Perón.
Pero no sólo da conferencias y publica, cuando puede, sino que su espíritu militante lo lleva pelear en todos los frentes, inclusive el militar, donde se constituye en el ideólogo de un grupo de 40 oficiales encabezados por Julián Licastro, tentativa que se frustra cuando son descubiertos y dados de baja.
Ya en los '70, prosigue su polémica. Ahora le dice a Enrique Rivera, un hombre de Frente Obrero: "La posibilidad de un partido obrero independiente no se ha cumplido y la razón está en que el Movimiento Nacional Peronista, cosa que usted no parece ver, con todas sus contradicciones, va en camino de serlo." Como expresión de esta concepción, publica, en 1971, Peronismo y socialismo, donde afirma: "Toda guerra de liberación, más allá de sus contradicciones de clase, por la participación de las masas populares, es presocialista", y de allí deduce que el futuro será protagonizado "por un partido revolucionario, ideológicamente radicalizado con una vanguardia aguerrida, íntimamente ligado a sus sindicatos combativos, levantando banderas antiimperialistas y socialistas".
A esto agrega que "el peronismo debe realizar un cambio revolucionario en los cuadros, una depuración interna". El enemigo no le contesta con ideas sino que, estando el libro en impresión, dos kilogramos de genilita hacen explotar su departamento de la calle Guise, dejando gravemente herida a su esposa.
Después del triunfo del 11 de marzo de 1973, Arregui continúa apoyando el proceso de masas, pero las contradicciones internas del peronismo hacen crisis, especialmente después de la muerte de Perón.
Publica entonces las revistas Peronismo y socialismo, y luego Peronismo y liberación, alertando, en trágica profecía, que debe evitarse el golpe de Estado que instauraría una dictadura sanguinaria. Ya él mismo aparece en una lista de políticos a ejecutar por las Tres A: Julio Troxler, Atilio López, Rubén Sosa, Hernández Arregui... El 16 de septiembre del '74 asesinan a Atilio López, cuatro días después matan a Julio Troxler.
Con enorme esfuerzo se decide a exilarse. Pero viaja a Mar del Plata para alertar a Rubén Sosa de que corre peligro y allí le contesta a un joven montonero que le inquiere sobre el futuro argentino: "Por primera vez en mi vida, no tengo respuesta...". Horas después lo voltea un síncope fulminante. Es el 22 de septiembre de 1974, junto al mar.
Con su muerte, desaparece uno de los mayores intelectuales que tuvo el movimiento nacional en el siglo XX.
Así nos abandona pero nos deja sus libros que resumen su convicción profunda en "la confederación iberoamericana, la liberación nacional y con la construcción del socialismo, que están en nuestras manos... Porque sólo el hombre es capaz de mirar lejos, sólo el hombre es capaz de lograr lo grandioso."
29/10/12 InfoNews
Se cumplieron 100 años del nacimiento de Juan José Hernández Arregui, una figura central del pensamiento nacional.
Por Norberto Galasso
Nació en Pergamino, un 29 de octubre de 1912. En la semicolonia británica –"el granero del mundo"– lo atrapó desde muy pequeño la superestructura cultural que la clase dominante ha venido montando desde la presidencia de Mitre: la historia mitrista, las fábulas económicas del liberalismo, geografías exóticas y lejanas, en fin, el enciclopedismo que enseña cuanto existe en el universo menos que su patria está destinada a proveer cereales y carnes baratas al Imperio.
Su iniciación en política –según sus propios recuerdos– se produce a los 18 años cuando "siendo un adolescente, abracé la causa antiimperialista y anticonservadora que no he abandonado ni abandonaré jamás". Por entonces (1933), desintegrada su familia pues su padre los ha abandonado muchos años atrás y su madre ha fallecido, se traslada a Villa María, Córdoba, a la casa de un tío irigoyenista. Consecuente, que pertenece a la intransigencia nacional y tiene por caudillo al Dr. Amadeo Sabattini, quien se halla rodeado de un grupo de radicales jóvenes que reciben el apodo de "los radicales 'rojos' de Córdoba".
Ya por entonces incursiona en la literatura y escribe un libro de cuentos, Siete notas extrañas, merced al cual recibe un elogio entusiasta del poeta Nicolás Olivari. Luego, en 1938, pasa a Córdoba donde su fervoroso irigoyenismo empieza a combinarse con el marxismo que recibe en las clases de un socialista exilado: Rodolfo Mondolfo.
A partir de allí, a sus treinta años, inicia el intento de compatibilizar o sintetizar la tradición popular de las masas seguidoras de Don Hipólito con las ideas del socialismo científico, en una mezcla –como la definiría Homero Mazi– "pampeanamente rara de Yrigoyen y Marx".
Así, mientras cursa Filosofía y Letras, en la Universidad de Córdoba, se nutre de los libros de Scalabrini Ortiz y los cuadernos de FORJA, al tiempo que lee a los clásicos del socialismo, se introduce en literatos y filósofos europeos como asimismo en libros de revisionismo histórico, aunque manifiesta una posición crítica respecto de Rosas. A estas diversas influencias se agrega, por entonces, la creciente importancia del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión y los sucesos del 17 de octubre. Constituida la "Unidad Democrática", Juan José interviene en la convención radical del 29/12/45 donde condena el contubernio organizado y bendecido por el embajador norteamericano Braden. Cuando llega el 24 de febrero de 1946, vota a Perón para presidente, pero expresa su origen radical votando a Sabattini para gobernador de Córdoba. En 1947, ya casado con Odilia Giraudo, pasan a residir en Buenos Aires.
De sus lecturas y sus polémicas obtiene la conclusión de que siendo marxista y considerando al proletariado el sujeto histórico revolucionario, debe también ser peronista, pues los obreros apoyan abrumadoramente a Perón. Después lo explicará así: "Soy peronista porque soy marxista."
Entre 1946 y 1955 dicta cátedras y lo trasladan de un empleo a otro, pues no obstante su afirmación peronista, por su condición de hombre de izquierda es víctima del maccarthysmo de algunos burócratas. Jauretche trata de consolarlo: "Qué va a hacer, tenemos abismos porque tenemos cumbres." En esos años, ha venido estudiando la superestructura cultural de la semicolonia, partiendo de la tesis de Marx de que "las ideas dominantes en una sociedad, son las ideas de la clase dominante". De ese estudio brota, en 1957, ya derrocado Perón, su libro Imperialismo y cultura, una severísima crítica a la cultura semicolonial vigente. Con ese libro, dirá: "Los cocino a los intelectuales del sistema en su propia salsa." El ensayo es la más profunda y demoledora crítica a la superestructura cultural oligárquica y por eso "importó mi funeral intelectual y por ser argentino, mereció los más grandes elogios y el más grande silencio... Ese libro me creó odios definitivos... Se me cerraron todos los caminos." Existía ya la televisión pero los periodistas afirman que desde esa fecha hasta su muerte, en 1974, su imagen no aparecerá jamás en las pantallas televisivas. Por entonces, ya se define como un hombre de izquierda nacional interna al peronismo.
En 1960 publica su segundo libro, La formación de la conciencia nacional, implacable análisis del nacionalismo oligárquico y de la izquierda antinacional, como así también reivindicación de FORJA, del peronismo y de la izquierda nacional. Pero no sólo recurre al libro sino también a la conferencia, a la polémica, al artículo en periódicos y revistas de azarosa vida, pero "sigue cercado por un silencio concertado" que lo convierte en un "maldito".
Arregui apoya con fervor al peronismo y le reconoce su progresividad histórica, pero –a largo plazo– no cree en la posibilidad de un capitalismo nacional autónomo. En esa época debate con el Partido Socialista de la Izquierda Nacional respecto de si la izquierda nacional debe ser interior o exterior la peronismo. "Debe hacerse desde adentro para no perder contacto con los trabajadores", sostiene. "Debe ser desde afuera", sostiene Ramos, que proviene de los orígenes de la izquierda nacional expresados en 1945 por el grupo Frente Obrero, la única expresión política de izquierda que acompañó a los trabajadores en el 17 de octubre. Desde aquel momento esta izquierda nacional sostuvo la necesidad de "golpear junto con el peronismo, pero marchar separados", resguardando su independencia ideológica, política y organizativa.
Arregui insiste en crear centros apartidarios de izquierda nacional en todo el país, no ceja en su prédica de trabajar por abajo, por fuera de los medios hostiles y el enemigo lo juzga tan peligroso que sufre varias detenciones. Luego, publica ¿Qué es el ser nacional? (1963), pronunciándose a favor de la unión latinoamericana y dando sus fundamentos. Más tarde, crea el grupo Cóndor, donde acentúa su definición socialista. Al respecto, Cooke no lo integra y le explica: "El intelectual mira lejos, su propuesta es estratégica; pero el político debe contestar todos los días, en la coyuntura y la lucha de clases en la Argentina pasa por el peronismo."
Con el Cordobazo, Arregui lanza Nacionalismo y liberación, un nuevo aporte para forjar una verdadera izquierda, con obreros, dentro del movimiento nacional.
En esa época, en medio del silencio de que es objeto, le llega un reconocimiento importantísimo: "Ningún argentino debería dejar de leerlo y toda la juventud de nuestro país debería tenerlo en la cabecera y estudiarlo profundamente." Así se lo expresa, en una carta, el desterrado Juan Perón.
Pero no sólo da conferencias y publica, cuando puede, sino que su espíritu militante lo lleva pelear en todos los frentes, inclusive el militar, donde se constituye en el ideólogo de un grupo de 40 oficiales encabezados por Julián Licastro, tentativa que se frustra cuando son descubiertos y dados de baja.
Ya en los '70, prosigue su polémica. Ahora le dice a Enrique Rivera, un hombre de Frente Obrero: "La posibilidad de un partido obrero independiente no se ha cumplido y la razón está en que el Movimiento Nacional Peronista, cosa que usted no parece ver, con todas sus contradicciones, va en camino de serlo." Como expresión de esta concepción, publica, en 1971, Peronismo y socialismo, donde afirma: "Toda guerra de liberación, más allá de sus contradicciones de clase, por la participación de las masas populares, es presocialista", y de allí deduce que el futuro será protagonizado "por un partido revolucionario, ideológicamente radicalizado con una vanguardia aguerrida, íntimamente ligado a sus sindicatos combativos, levantando banderas antiimperialistas y socialistas".
A esto agrega que "el peronismo debe realizar un cambio revolucionario en los cuadros, una depuración interna". El enemigo no le contesta con ideas sino que, estando el libro en impresión, dos kilogramos de genilita hacen explotar su departamento de la calle Guise, dejando gravemente herida a su esposa.
Después del triunfo del 11 de marzo de 1973, Arregui continúa apoyando el proceso de masas, pero las contradicciones internas del peronismo hacen crisis, especialmente después de la muerte de Perón.
Publica entonces las revistas Peronismo y socialismo, y luego Peronismo y liberación, alertando, en trágica profecía, que debe evitarse el golpe de Estado que instauraría una dictadura sanguinaria. Ya él mismo aparece en una lista de políticos a ejecutar por las Tres A: Julio Troxler, Atilio López, Rubén Sosa, Hernández Arregui... El 16 de septiembre del '74 asesinan a Atilio López, cuatro días después matan a Julio Troxler.
Con enorme esfuerzo se decide a exilarse. Pero viaja a Mar del Plata para alertar a Rubén Sosa de que corre peligro y allí le contesta a un joven montonero que le inquiere sobre el futuro argentino: "Por primera vez en mi vida, no tengo respuesta...". Horas después lo voltea un síncope fulminante. Es el 22 de septiembre de 1974, junto al mar.
Con su muerte, desaparece uno de los mayores intelectuales que tuvo el movimiento nacional en el siglo XX.
Así nos abandona pero nos deja sus libros que resumen su convicción profunda en "la confederación iberoamericana, la liberación nacional y con la construcción del socialismo, que están en nuestras manos... Porque sólo el hombre es capaz de mirar lejos, sólo el hombre es capaz de lograr lo grandioso."
29/10/12 InfoNews
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