Para dirimir espacios de poder personal y el de sus socios, el jefe de la CGT se ha aliado con quienes siempre lo despreciaron y sube la apuesta a riesgo de perder todo por ganarse a la opinión ‘independiente’.
En tiempos en que Hugo y Pablo Moyano se arrogan la custodia y la esencia del peronismo y miden según sus propias varas a otros dirigentes y militantes, parece saludable citar al general y reflexionar sobre sus dichos y sus realizaciones. Y hablando de salud, es recomendable ahondar en la ciencia de la anatomía para intentar reflejar cuáles son las funciones y relaciones con otras partes del cuerpo humano que tiene la columna vertebral, a la que Perón, en otro momento histórico, equiparó al movimiento obrero organizado. Empecemos por entender que se trata de un sistema integrado por diversas partes que no pueden escindirse del resto, porque cualquier daño o separación hace desaparecer la razón de ser de dicha columna. Una vértebra fuera de lugar complica al resto, provoca dolores y le resta efectividad al conjunto. Su función de sostén estático y dinámico y de ayudar a mantener el centro de gravedad hace que no se pierda el necesario equilibrio cuando un humano se pone de pie. Podría decirse que su finalidad principal es proteger a la médula espinal, esa que entre sus funciones básicas –además de transmitir las sensaciones sensitivas– es la de hacer que el cerebro ordene a los órganos efectores realizar determinada acción.
El fundador del peronismo usaba con sumo cuidado sus analogías y
definiciones, y a lo largo de su vida y sus obras y sus escritos, a cada
quien le dio una ubicación en sus dispositivos tácticos y estratégicos.
Las equivalencias, antes y ahora, siguen siendo las mismas.
Perón se reservó para sí la conducción estratégica, el cerebro y la médula espinal e hizo lo propio con los que lo iban a suceder, expresando taxativamente que la conducción del Movimiento Nacional Peronista debía estar siempre en cabeza de quien ejerciera la Presidencia de la Nación y/o quien presidiera el Partido Justicialista. Y ahora la conducción estratégica del movimiento y de la Nación es de Cristina Fernández de Kirchner.
En su Manual de Conducción Política, el General –que siempre pregonó la necesidad de la unidad, solidaridad y organización– dedica una parte de sus clases al tema de la unidad de concepción como presupuesto básico para conseguir la felicidad del pueblo. Y explica que dicha unidad es la congruencia en el sistema de análisis, es decir: no oponer ideas antagónicas dentro de una misma concepción, porque una idea destruye a la otra idea. Y un poco más adelante dice en un párrafo que parece dedicado –entre otros– a Hugo y Pablo Moyano: “Hay hombres a quienes, para destruir lo que dicen, es necesario dejarlos hablar, nada más. Dejarlos hablar, porque ellos solos se destruyen. Eso es la falta de congruencia en sus propias ideas.”
La trayectoria pasada de Hugo Moyano y su MTA en tiempos de entrega del menemismo neoliberal y del lamentable gobierno de la Alianza y su posterior apoyo en los primeros años del gobierno popular del kirchnerismo son ahora relatos de un digno y encomiable pasado. Como lo es su paso vidrioso por la Juventud Sindical de la Mar del Plata fascista de los Demarchi y los Piantoni y los esbirros de la CNU. ¿Con cuál de esos antagónicos derroteros es ahora congruente el líder camionero?
Lo cierto es que para dirimir espacios de poder personal y el de sus socios, el jefe de la CGT se ha aliado con quienes siempre lo despreciaron y sube la apuesta a riesgo de perder todo por ganarse a la opinión “independiente”. Y toma desde hace tiempo la tribuna mediática del Grupo Clarín, que lo goza y que se solaza con el daño que le pueden infligir al gobierno popular. Hasta lanza un paro desestabilizador desde el estudio de TN junto al balbuceante provocador Marcelo Bonelli. El autoproclamado vigilante del peronismo y su desaforado hijo deberían volver a leer a Evita en Mi mensaje: “Yo los he visto marearse por las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por unas monedas. Los denuncio como traidores entre la inmensa masa de trabajadores de mi pueblo.”
Pero Moyano y sus antiguos y nuevos aliados no son más que una contradicción secundaria, aunque lamentablemente producida dentro del movimiento nacional. Dolorosa e inesperada como una artrosis de columna, pero secundaria al fin.
La terapéutica sigue siendo la unidad y la organización y el trasvasamiento generacional, que como decía Juan Perón, “es indispensable para que el Movimiento no envejezca y muera por la acción destructora del tiempo, lo que se evita por la renovación de sus cuadros dirigentes”.
Y en este marco global de caída estrepitosa de los mercados de los países centrales y de los valores que dicen encarnar, y del lento pero ominoso cerco que se va desplegando sobre los países de nuestra región que construyen su camino de emancipación, nos queda como mandato histórico, y en defensa propia, el de estrechar filas junto a nuestra presidenta y al resto de los países de la Patria Grande.
Porque aunque los cipayos vernáculos se burlen, la contradicción principal sigue siendo: Patria o colonia. Y para los verdaderos peronistas, la Patria sólo lo es cuando es justa, libre y soberana.
Perón se reservó para sí la conducción estratégica, el cerebro y la médula espinal e hizo lo propio con los que lo iban a suceder, expresando taxativamente que la conducción del Movimiento Nacional Peronista debía estar siempre en cabeza de quien ejerciera la Presidencia de la Nación y/o quien presidiera el Partido Justicialista. Y ahora la conducción estratégica del movimiento y de la Nación es de Cristina Fernández de Kirchner.
En su Manual de Conducción Política, el General –que siempre pregonó la necesidad de la unidad, solidaridad y organización– dedica una parte de sus clases al tema de la unidad de concepción como presupuesto básico para conseguir la felicidad del pueblo. Y explica que dicha unidad es la congruencia en el sistema de análisis, es decir: no oponer ideas antagónicas dentro de una misma concepción, porque una idea destruye a la otra idea. Y un poco más adelante dice en un párrafo que parece dedicado –entre otros– a Hugo y Pablo Moyano: “Hay hombres a quienes, para destruir lo que dicen, es necesario dejarlos hablar, nada más. Dejarlos hablar, porque ellos solos se destruyen. Eso es la falta de congruencia en sus propias ideas.”
La trayectoria pasada de Hugo Moyano y su MTA en tiempos de entrega del menemismo neoliberal y del lamentable gobierno de la Alianza y su posterior apoyo en los primeros años del gobierno popular del kirchnerismo son ahora relatos de un digno y encomiable pasado. Como lo es su paso vidrioso por la Juventud Sindical de la Mar del Plata fascista de los Demarchi y los Piantoni y los esbirros de la CNU. ¿Con cuál de esos antagónicos derroteros es ahora congruente el líder camionero?
Lo cierto es que para dirimir espacios de poder personal y el de sus socios, el jefe de la CGT se ha aliado con quienes siempre lo despreciaron y sube la apuesta a riesgo de perder todo por ganarse a la opinión “independiente”. Y toma desde hace tiempo la tribuna mediática del Grupo Clarín, que lo goza y que se solaza con el daño que le pueden infligir al gobierno popular. Hasta lanza un paro desestabilizador desde el estudio de TN junto al balbuceante provocador Marcelo Bonelli. El autoproclamado vigilante del peronismo y su desaforado hijo deberían volver a leer a Evita en Mi mensaje: “Yo los he visto marearse por las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por unas monedas. Los denuncio como traidores entre la inmensa masa de trabajadores de mi pueblo.”
Pero Moyano y sus antiguos y nuevos aliados no son más que una contradicción secundaria, aunque lamentablemente producida dentro del movimiento nacional. Dolorosa e inesperada como una artrosis de columna, pero secundaria al fin.
La terapéutica sigue siendo la unidad y la organización y el trasvasamiento generacional, que como decía Juan Perón, “es indispensable para que el Movimiento no envejezca y muera por la acción destructora del tiempo, lo que se evita por la renovación de sus cuadros dirigentes”.
Y en este marco global de caída estrepitosa de los mercados de los países centrales y de los valores que dicen encarnar, y del lento pero ominoso cerco que se va desplegando sobre los países de nuestra región que construyen su camino de emancipación, nos queda como mandato histórico, y en defensa propia, el de estrechar filas junto a nuestra presidenta y al resto de los países de la Patria Grande.
Porque aunque los cipayos vernáculos se burlen, la contradicción principal sigue siendo: Patria o colonia. Y para los verdaderos peronistas, la Patria sólo lo es cuando es justa, libre y soberana.
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