A contramano de la versión oficial de los hechos, Manuel Araya, chofer y amigo personal del Premio Nobel de Literatura, declaró ante las autoridades judiciales que "Neruda no estaba para morirse" y que "fue asesinado por el régimen militar de Augusto Pinochet". Según el testimonio de Araya, luego del golpe de Estado de 1973, la familia y los amigos del poeta decidieron trasladarlo hacia una clínica con el objetivo de mantenerlo seguro y a salvo. "Pensábamos que en la clínica estaría más seguro. Nunca pensamos que le iban a colocar una inyección e iba a morir", denunció Araya.
Araya agregó que Neruda lo llamó la noche anterior por teléfono para decirle que lo habían inyectado en el estómago y estaba muy afiebrado. "Ese maldito pinchazo lo mató. Él estaba enfermo de cáncer, pero lo sobrellevaba muy bien. Ese día él estaba pendiente de su viaje a México que haría efectivo dos días después. No estaba mal y no tenía por qué haber muerto. El gobierno militar no quería que saliera del país y por eso lo hizo", agregó.
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