Alejandro Grimson |
El apoyo de la opinión pública al gobierno nacional se
derrite de modo lento pero persistente. Hace un mes una mayoría consideraba que
su situación personal estaba peor y también una mayoría tenía buenas
expectativas en el futuro. Esa diferencia de percepción no podía sostenerse
eternamente. Es que el futuro deviene presente. Y encima, del segundo semestre
sólo llegó la fecha. Además, "el mejor equipo de los últimos 50 años"
armó un embrollo de no creer con el tarifazo. Los "republicanos"
ejercieron presión para que se hiciera la corte al supuesto
"sinceramiento". Pero no pudieron amañarlo y más de uno debió
preservarse del exabrupto.
Ya nadie recuerda que la economía iba a despegar de modo
asombroso después de abolir el "cepo", bajar y anular retenciones y
pagarles a los buitres. Pero no. La actual recesión con inflación ya solicita
un nombre nuevo en la teoría económica. "Estanflación" es
insuficiente. Y el anunciado 25% para este año se convirtió en una utopía de
masas junto a la reducción de la pobreza.
Pobre sería el análisis político que creyera que esta
situación económica será capitalizada políticamente por un sector determinado
de la oposición. Mientras la realidad se emperra en desmentir una y otra vez
todo mecanicismo, el capital político del gobierno no deriva sólo de los
medios, sino de su éxito en la estrategia de estigmatización de todos aquellos
que realicen una crítica. En ese punto, los trolls se propasaron cuando algún
periodista oficialista exploró un "pero" y le tiraron una K por la
cabeza. La verdad es que si todos los críticos fueran K, nos guste o no, Macri
ya hubiera perdido las elecciones del año próximo. Pero no.
Ahora, su capital político emana también de la fragmentación
de la oposición. Cuanto más se acentúa el problema de la identidad partidaria
(la cercanía o distancia respecto de la K), más se acentúa la paradoja del
momento. La identidad despolitiza el debate y debilita la construcción de una
alternativa.
Politizar es desplegar una crítica al neoliberalismo que
parta de los efectos más concretos que tiene en las vidas de los ciudadanos,
con alternativas viables para el presente y el futuro. Politizar no es
exagerar, porque eso incrementa la distancia con la sociedad. Politizar es
hacer una crítica sistemática sin devenir apocalípticos. Politizar es dialogar
con quienes fueron parte del 49 y del 51%, es promover miradas críticas. Es lo
contrario de promover el enojo con la sociedad. La catarsis y el insulto
despolitizan. Politizar es pensar. Politizar es diseñar estrategias, es
comprender la temporalidad de la lucha social y de la lucha política. Es
construir colectivos sin mezquindades, para defender todos los derechos.
El gobierno tiene derecho a ejercer hasta el último día su
mandato constitucional. Sólo se cuestiona desde la raíz que tengan derecho a
destruir derechos. Porque nadie votó eso, porque prometieron lo contrario y
porque también el Congreso Nacional es constitucional.
Ahora, la implantación de un modelo neoliberal sólo está en
sus inicios. Porque no llegaron para la libre venta de dólares. Cambiaron con
habilidad su estrategia política para transformar las estructuras económicas,
sociales y culturales de la Argentina. Y si lo consiguen, podrán hipotecar el
futuro. De ahí la asombrosa belicosidad verbal. La "guerra sucia"
cultural.
¿Qué sucedería si el gobierno no tuviera contrapesos sociales
y políticos? En noviembre hubo una derrota electoral y política, pero todavía
no se produjo una derrota social. Si se produce una derrota de la movilización
social, se agravará el clima cultural y político. La mayoría de la sociedad
terminaría aceptando estas políticas como inevitables y las movilizaciones
dejarán de ser masivas para ser escuálidas. Que logren o no esa derrota social
no depende sólo de sus estrategias. También de las estrategias sindicales, de
los movimientos sociales y de la oposición política. La inteligencia
estratégica radica en no desgastar, en articular, en dar batallas simbólicas,
cargar energías, preparar para sumar, no caer en provocaciones.
La sociedad que ejerce su derecho a la protesta debe tener
capacidad efectiva para defender sus derechos. Sin movilización, las paritarias
hubieran sido peores, el tarifazo hubiera pasado en plenitud, la situación de
las universidades públicas se habría agravado, no se habrían visibilizado los
trabajadores de San Cayetano y así sucesivamente. Debemos valorar la diferencia
abismal entre una sociedad dispuesta a luchar por sus derechos y sociedad
derrotada.
Ahora bien, si eso se lograse, lo cual no es sencillo, quedan
pendientes otros desafíos. Hace poco un dirigente social que trabajó en la
Marcha Federal en 1994 y que ahora está trabajando en la Marcha próxima me
decía: "tenemos que hacer una gran marcha; pero tenemos que saber que eso
también lo hicimos antes y en 1995 Menem ganó por mucho en las
elecciones". En este planteo se encuentra un punto crucial. El mayor de
todos los desafíos. Una articulación política de diversidades contra el
neoliberalismo.
Fuente: Tiempo Argentino
Fuente: Tiempo Argentino
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