Por Mario Wainfeld
El Frente para la Victoria (FpV) es el primer partido político a nivel nacional y está a un tris de ser el único. Ningún otro compitió (con su sello o representado por aliados) en las 24 provincias por las primarias. Obtuvo resultados muy disímiles, leídos distrito por distrito. Ganó cómodo o ajustado, salió segundo, tercero o cuarto. En algunas provincias obtuvo ventajas enormes, en Córdoba superó apenas los dos dígitos. Los totales generales de votos expresan en parte tanta diversidad, los de simulación de bancas obtenidas aproximan un poco más.
Todo esto aclarado y repitiendo que cada provincia es un mundo, vale subrayar que si hubo un solo competidor nacional, ha existido para él un mensaje nacional. El pueblo soberano siempre emite señales, en la crónica argentina saben ser traducibles. En este caso, entiende el cronista, el mensaje fue crítico para el gobierno nacional, que se plebiscita en cada comicio y es interpelado por el veredicto general.
Un alerta recibió el kirchnerismo, que sabe mirarlas con atención y responder. Sus reacciones pueden ser impredecibles o de manual... lo que no es habitual es que se paralice o no replique algo. La señal crítica del electorado es un incentivo para la acción, máxime en el peculiar diseño que tuvieron las PASO. La elección de cargos legislativos es en octubre, el oficialismo necesita cargar en su disco rígido lo que dijo el escrutinio.
No se trata del simplismo de comparar votaciones presidenciales con legislativas. Sí de interrogarse qué pasó con el largo 25 por ciento del padrón nacional que apoyó a Cristina Fernández de Kirchner hace dos años y ahora se volcó a sus rivales. No es un conjunto cautivo, desde ya, pero tampoco son ciudadanos “irrecuperables” que odian irreductiblemente al kirchnerismo. Si sus preferencias variaron, fuerza es indagar por qué... entre otros motivos porque pueden volver a mudar, siquiera en parte.
Cuánto variarán los resultados dentro de dos meses es pura conjetura. Lo cierto es que el FpV buscará mejorar su desempeño. La acción de gobierno es una de sus herramientas, el trabajo territorial militante es otra, la campaña de los candidatos y el espacio mediático también tendrán un rol. Ninguno, supone este escriba, será eficaz si no incorpora el alerta del domingo y lo traduce en algún tipo de cambio.
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Massa irá por más: El intendente de Tigre, Sergio Massa, acertó con su estrategia, en términos pragmáticos. Encontró un espacio en el electorado, obtuvo un resultado impensable hace pocos meses. Le asisten buenas chances de mantener su primacía y la virtualidad de interpelar al votante anti K a construir una mayoría más vasta. Quienes se pronunciaron ayer por el diputado Francisco de Narváez son, a primera vista, el target más pasible de ser atraído.
Massa obtuvo ayer el 13,5 por ciento del total nacional de votos válidos. Su traducción hipotética a bancas le dejaría un bloque de diputados mayor al de PRO.
Necio sería subestimar ese capital político, que debe sostener en una campaña en la que tendrá mayor centralidad para bien suyo y también para mal. Pero son tan apresurados cuan interesados los escenarios que ya lo ubican como presidenciable en 2015 o, en el paroxismo de la ilusión, como ganador.
“Massita” convulsiona la interna peronista, le agrega un término de referencia. Levanta la autoestima del pejotismo, que estaba de capa caída.
Pero la acumulación política es una labor compleja, máxime cuando se debe tratar con dirigentes con poder territorial, que tienen muchas variables en mente, entre ellas sus propias ambiciones y la necesidad de seguir gestionando y legitimándose. El cronista cree, cuanto menos, prematura la hipótesis de una manada de dirigentes de fuste yendo al pie de un diputado nacional, deponiendo intereses particulares y poniendo en riesgo de modo prematuro su relación con un gobierno nacional fuerte.
Massa es más que De Narváez (que le ganó al entonces diputado Néstor Kirchner en 2009) y acaso que el senador Carlos Reutemann (que emergió como presidenciable por entonces). Pero los precedentes históricos aleccionan sobre lo que cuesta mantenerse y construir durante dos años de la política argentina.
Más accesible es congregar a los dispersos diputados del Peronismo Federal, pequeños caciques sin tribu o partiquinos. Y gozar del favor de los medios dominantes, que no es poca cosa en un esquema real de poder. Lo demás es mucho laburo, mucha contienda, mucha prevención en el interior profundo respecto de los bonaerenses.
El salto cualitativo que Massa insinuó y puede abrochar en octubre es envidiable para cualquier dirigente opositor, exagerarlo es una tentación de aquellas que obnubilan. Saltear etapas es simple en las mesas de arena, no tanto en el pantano de la política concreta.
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Familias dispersas: El archipiélago opositor se dividió en varias ofertas en 2011, leyó mal la coyuntura. Los humanos no siempre aprendemos de la experiencia, pero puede ocurrir. Es factible (y será muy incentivado por el establishment) que ensayen otras tácticas. La coalición Unen es un experimento porteño que seguramente alentará la idea de imitarla más adelante. Es un rebusque para hacer confluir partidos disímiles o egos que construyen partidos en su torno. Como alquimia para formar gobiernos mete miedo, porque es más fácil juntar el agua y el aceite en una lista que en un equipo de gestión. Ni hablar de formular algo parecido a un proyecto de país. Pero la fórmula aviva las mentes, hoy mismo.
Con referentes que no consiguen trascender un distrito (cuando son exitosos), el mecanismo puede incitar a acortar camino, lo que habilita hipótesis, por ahora, de laboratorio. Si elegimos a dirigentes exitosos de local y a “familias políticas” podemos discernir tres sectores que, es factible, empezarán a pensar cómo confluir, lo que en la política doméstica siempre incluye la fascinación por el atajo.
- El peronismo no kirchnerista, del que algo se dijo ya en esta columna. El gobernador cordobés, José Manuel de la Sota, y Massa son los dirigentes a los que mejor les fue el domingo. El ex gobernador de Chubut Mario Das Neves tuvo una resurrección no tan sorprendente si se mira bien: fue arrollado por la oleada cristinista, pero recobra fuerzas en un momento de pleamar. Los hermanos Rodríguez Saá conservan su bastión invicto aunque son chúcaros para la acción conjunta. Con eso cuenta de antemano una virtual alternativa peronista no kirchnerista, a la que se añade el tópico de que nuestro país sólo es gobernable si lo conduce un compañero.
- El radicalismo y el socialismo son aliados en varios distritos, por caso en Santa Fe, donde dominan las huestes de Hermes Binner. Su idea, que ya verbalizan dirigentes de surtidos “palos”, es (¿re?) juntarse con un haz muy módico de ideas comunes. La UCR conserva una sola gobernación que pone en juego este año y está en riesgo de perder diputados cuando se haga la cuenta comparativa en octubre.
La diputada Elisa Carrió es la figurita difícil de ese “espacio”. No porque no haya intentado alianzas, sino por lo contrario: el producto de las que conformó. Lilita construye para sí y destruye a todo (a todos y todas también) en su derredor. El saldo que obtuvo la UCR de la Unen es aleccionador: perdió todo. Carrió redondeó su jugada anteayer gastando en público al diputado Ricardo Gil Lavedra, que seguramente atravesaba uno de los momentos agrios de su carrera.
Las virtudes (básicamente su empatía con el electorado porteño, sin proyección actual allende la General Paz y su capacidad mediática) son conocidas. Los riesgos que conlleva su presencia, también.
- La conducta gánica y perezosa del jefe de Gobierno Mauricio Macri se tradujo el domingo, estaba patentizada de antemano. No supo construir un partido nacional, no le encontró la vuelta al espacio franco que dejaba un pejotismo sin liderazgo. No tiene garantizado el primer puesto en la Capital para octubre: Unen es un grano y Carrió como adversaria un karma que los candidatos macristas no están habituados a enfrentar. El PRO podría ver reducida su bancada de diputados y quedaría “suelto” en el espacio opositor, con pocas perspectivas de conducirlo o aglutinarlo.
Hablamos de mesas de arena, pero la oposición plurivecinal está, lógicamente, pensando en ellas. Pueden ser el reto para el kirchnerismo, que eligió en estos años abroquelarse y reforzar su identidad antes que ampliar sus fronteras.
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Objetivos: En dos meses y pico se eligen diputados y senadores. Para el kirchnerismo es clave mantener el quórum propio en ambas Cámaras. Las políticas públicas son un núcleo de su fortaleza, transcurrir dos años con poder institucional sustentaría gobernabilidad. El debate sobre con cuántas bancas quedaría si se calcara el resultado de agosto puede tornarse detallista. A los ojos del cronista, quedaría muy justito. Le vendría muy bien acumular algo más.
Recuperar la suma de votos y la mayoría en algunas provincias aliviaría parte de la sensación que dejó el domingo y daría envión a la legitimidad. Acaso la dura provincia de Buenos Aires, por las peculiaridades de la campaña y del primer candidato, pueda ser un territorio en el que se pueda crecer. Sobre todo con un trabajo territorial eficaz en los sectores populares. Un 35 por ciento en “la provincia”, logrado por Massa, no es pura clase media por cierto. Pero los votos que recibieron el FpV y sus adversarios tienen una desigual composición clasista. El apoyo de los humildes es uno de los factores que hacen al FpV la fuerza hegemónica desde hace casi diez años. Otros, claro, son la centralidad y el liderazgo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que no tiene parangón entre sus rivales, ni siquiera en el escenario que asomó en estos días.
mwainfeld@pagina12.com.ar
13/08/12 Página|12
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