El viernes 12 de agosto de 2011, con el lema “no significa no”, en Buenos Aires, Rosario y Mar del Plata se coparon las calles a las 18 con la Marcha de las Putas, para promover el respeto hacia las mujeres y concientizar que sus vestimentas no justifican, bajo ningún concepto, la violencia de género.
La movilización surgió en Canadá, cuando un energúmeno policía, en una conferencia mandó: “Las mujeres deberían dejar de vestirse como putas para evitar violaciones”.
Adhiero a esta movida a mi manera:
EL AMOR DE LAS PUTAS
Poema de Juan Manuel Rapacioli
(1984)
Porque las putas aman a los poetas,
la disposición de sus lenguas se parecen.
Los poetas sufren corazón adentro.
Las mujeres de los hondos suburbios
conocen el desprecio, la desesperación,
el sufrimiento;
y cuando un hombre les escribe unos poemas
ellas sin entenderlos, lloran.
Porque son la carne del corazón que escribe,
La soledad incomerciable los devora.
El poeta canta corazón adentro.
La sociedad que siempre los escupe
reconoce en ellos algo de eterno con el tiempo…
A ellas las conforman con el lujo
y les exigen de la angustia de los eterno,
del infierno,
pero el olvido llega, nada rechaza, todo se lleva,
y nutre su gala gelatinosa.
Solo la memoria que intenta lo imposible,
sufre la tensión de lo que existe
y logra la ilusión de lo imborrable.
Porque las putas sufren con los poetas
conocen el silencio, ese hueco fatal, lugar vacío,
que nace tras el orgasmo del otro, siempre a prisa,
maldito germen de miseria
que también olvida.
Porque la hiena-sociedad no deja de reírse…
y cuando muere algún poeta suspira con alivio.
Pero a ellas no las matan
no pueden con la carne las robustas
y huecas estructuras.
Porque muere una y surgen miles,
y el héroe solo
germinándose en el vientre del deseo
será el origen del delirio.
No podrán con las putas.
No con el ebrio corazón de los poetas,
que piden más, aún sabiendo que no hay nada
Porque la noche, es una lluvia de sombras
que moja el corazón y las nostalgias.
Y los hombres solos,
que se sientan, en cualquier esquina,
en cualquier café,
para escribir un cualquier poema,
en cualquier momento, en cualquier papel,
piensan el algo que los lleva lejos.
Y las putas, que también se encuentran,
en cualquier esquina, en cualquier café,
en cualquier suburbio,
piensan en el hombre que las amó y que las llevó a la calle,
piensan en la sociedad que las crea y las margina,
piensan en la familia que las condenan y explotan.
Y no sólo en eso se parecen
los poetas y las putas:
ellos, se contagian, se aman, se viven, se enferman, se mueren,
porque no temen al miedo,
porque no se rechazan,
aunque él nunca las toque y ella jamás lo lea,
aunque nunca se vean y siempre se entiendan.
Porque es así: la hiena-sociedad está perdida
y quiere comerciar con el misterio,
y su absurdo discurso, es el aullido estéril,
es la burda canción de la impotencia.
Porque aunque a Dios no le guste y la sociedad reprima,
cuando un poeta muere, una procesión de putas
lloran sin consuelo la dulce pérdida,
y cuando ellas mueren, el poeta, silencioso, les escribe.
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