Entrevista a Diego Capusotto
Por Juan Manuel Strassburger
El jueves se estrena Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones, film donde los personajes del programa realizan una aguda crítica a la industria del entretenimiento.
Hacer un episodio especial del programa. Pero con la crítica al entretenimiento como disparador de situaciones y gags al por mayor en lugar de la cultura rock. Simplemente eso (más Pomelo, Violencia Rivas, Micky Vainilla, Bombita Rodríguez, Jesús de Laferrere, claro) es lo que se propusieron Diego Capusotto y Pedro Saborido a la hora de pasar a la pantalla grande su ya famoso programa. Ni Hollywood ni séptimo arte: Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones, a partir del jueves en los cines.
“Para nosotros significó seguir vinculados a un espíritu que el programa tiene y que buscamos mantener en la película”, dice el actor en El Progreso de Barracas, su bar favorito a la hora de encontrarse con la prensa. “Por eso defendemos esta película como un lugar de pertenencia. Como algo que hicimos sin que nadie nos imponga nada. De hecho, mantuvimos con Pedro el mismo procedimiento que tenemos con el programa, aunque con más detalles y repetición de tomas, claro”.
–¿Por qué eligieron al entretenimiento como hilo conductor de la película?
–Es una vieja obsesión que teníamos con Pedro. Partir de una idea del entretenimiento como lugar de sujeción y no del placer. Y jugar con eso desde ese punto de vista conspirativo que nos gusta tener a nosotros. Fue una especie de apartado del programa con personajes que pensábamos que tenían algo que decir al respecto. Esa idea de entretener, de estar pensando otra cosa mientras sucede otra, mientras sos desbordado por ese guión maldito es algo que siempre nos llamó la atención. Eso es lo genuino de esta película. Después, el resultado final, no lo sabemos, lo decide el espectador.
–¿El entretenimiento sería ese “gran hermano” detrás de casi todo el ocio?
–Creo que es una excusa para hablarlo como estafa, mayor incluso a la que lo ve como mero parque de diversiones. Para nosotros hay una estafa mayor y más abarcativa. Y nosotros empezamos esta. Por ahí mañana nuestra idea es una visión más religiosa más allá de que en la peli también tocamos la religiosidad como una instrumentación para entretener. Siempre hay un estado de alerta a lo que nos es guionado de afuera. Hay un guión maldito que en un punto dirige nuestra voluntad. Creo que el entretenimiento es parte de eso y esconde probablemente otra cosa que nosotros queremos descular pero que todavía no sabemos. Y a lo mejor una manera es haciendo este tipo de cosas.
–¿A qué conclusión llegaron?
–Estamos en constante movimiento y lo que hacés hoy es algo de lo que te podés arrepentir dentro de dos meses. O al revés: ver dentro de diez años que estabas acertado.
Durante la proyección una sensación se repite: la de agradecimiento (o festejo) cuando tal o cual personaje aparece en pantalla y vuelve acometer esas acciones que lo identifican. Capusotto coincide: “Sí, hay una cuestión de empatía con algunos personajes. Mucha gente se ha apropiado del programa como algo vital para su propia vida. Se generó algo coleccionable.”
–En ese sentido, no es una película que le dé la espalda al seguidor. Al contrario, le tira guiños...
–Totalmente. Tiene que ver con lo que hacemos nosotros. Sino jamás la hubiésemos hecho. Así como el día de mañana no vamos a hacer más el programa porque no tenemos nada para contar, también nos embarcamos en hacer esta peli porque quisimos mantenernos conectados con ese espíritu.
–Fuiste uno de los primeros en introducir elementos peronistas a la hora de hacer humor en la tele. Hoy eso es mucho más habitual. ¿Ves positivo ese cambio?
–El peronismo atravesó puertas. Y me parece que empezó a entender el fenómeno peronista como algo posible, como un movimiento que generó políticas concretas pero también como un imaginario que estimuló a pensarlo como otra cosa que no fue. Y, en un punto, eso también es el peronismo y la figura propia de Perón: un militar que decía de la casa al trabajo y del trabajo a la casa en función de algo concreto, pero que también despertaba una imaginación mucho más fantástica y literaria. Nosotros en el programa incorporamos a Perón en un lugar que supuestamente no podía estar que era el de padre del rock nacional. La ruptura de los sentidos que pedía el rock en los ’70, cierta cuestión contracultural, difería totalmente de la política de masas, de cierta cosa casi paternalista del peronismo. Sin embargo ahí está en el programa. Con ambos aspectos.
–¿Qué te parecieron las disputas intelectuales como las que se dieron últimamente entre Carta Abierta y Plataforma 2012 o, antes, entre Beatriz Sarlo y 6,7,8?
–Yo, en general, me muevo más entre la gente de la intelectualidad que entre la de la militancia (más allá de que tenga muchos amigos militantes también). Pero en relación a la intelectualidad tengo una contradicción y es que, aún en aquellos que intentan hacer una crítica valorable, aparece a veces una mirada de la política como vista desde un segundo piso de la casa, desde la sobremesa del asado literario, que no me convence. La realidad política es mucho más compleja. Es meter los pies en el barro, negociar con el más sucio. Esas cosas los intelectuales lo saben, no son ingenuos. Pero me parece que no lo quieren ver.
–¿Y a Beatriz Sarlo como la ves en ese esquema?
–Me parece que entre las antípodas del kirchnerismo la única intelectual que puede hacer base ahí probablemente sea ella. Se ve que le gusta ser la primera línea de esa intelecutalidad antikirchnerista. En la obra de teatro antikirchnerista ella está arriba como Cherutti y Artaza (risas). Sin duda es una intelectual valiosa, pero avalada por sectores berretas que la aprovechan para poder discutir medianamente de igual a igual porque si es por ellos no pueden discutir nada. De todos modos, yo no centraría la discusión política entre sectores intelectuales. Mi apuro está en la gente que está más desclasada y que de verdad la está pasando mal.
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