Por Enrique Masllorens*
Son extremadamente profesionales y bastante efectivos. Nada está librado al azar.
Los coroneles del ejército mediático concentrado no confían únicamente en sus saberes.
Están debidamente asesorados por especialistas de diversos campos.
Marcan tendencia.
La cadena de mandos está aceitada y fluye naturalmente.
No necesitan dar órdenes ni crear ámbitos cerrados y conspirativos.
Los medios y los periodistas satélites –aun los que posan de superados y progresistas – y los dirigentes políticos o sectoriales mendigos de espacio y promoción, repiten, amplifican y sobreactúan las coordenadas que les marcan sus mandantes y protectores.
Algunos pocos por convicción y otros porque "por la plata baila el mono".
Y el gorila también.
En definitiva, su ética y su estética es la del dinero y los intereses particulares o corporativos.
Por derecha y por izquierda.
Ante la contundente y creciente adhesión que desde 2003 han tenido y tienen los gobiernos de Néstor y Cristina, el procedimiento descalificador, relativamente sutil y que intenta minar las bases de sustentación del modelo en marcha, es el de la personalización y la consiguiente estigmatización y banalización de las decisiones y acciones de gobierno.
El ejemplo obsceno, paradigmático y burdo fue aquella tapa de Clarín: "Cristina necesita más plata y lanza otra moratoria."
Hay decenas de tapas y notas que contribuyen a personalizar y centralizar en la presidenta, intentando ubicarla como una monarca y no como una gobernante libremente elegida.
En esa misma línea trabajaron antes con el sonsonete de "la pareja gobernante" y ahora le dan una entidad cuasi tenebrosa y discrecional a Máximo Kirchner.
Esta fórmula que aplica Magnetto como si fuera una receta magistral tiene una doble vía de acción.
El primer efecto buscado es el descreimiento de la política y el intento de desarticular y convertir en un monstruo al Estado.
Es la antigua y persistente lucha de la restauración oligárquica y el cipayismo de la izquierda desorientada que desde el Estatuto del Peón de Perón en 1944, y fundamentalmente desde la asunción del General en 1946, se han encontrado pivoteando entre retiradas estratégicas y ofensivas de todo tipo y color, los primeros y sin una razón valedera de ser, los segundos.
Cebados por los gravísimos efectos culturales y económicos de la década infame, iniciada por la defección entreguista del menemismo y continuada por la ineficiencia de la Alianza de zapatitos blancos embarrados, el poder real creyó haber completado su obra de destrucción del Estado, continuando aquel "achicar el Estado es agrandar la Nación" de la dictadura cívico-militar.
La otra vía elegida y machacada por los operadores es la de la extrema personalización de las decisiones del gobierno para establecer un blanco y dotarlo de características ominosas o derivadas de algún trastorno de personalidad, como si fueran entes autónomos que actúan por su cuenta y por lo tanto incontrolables.
A la presidenta le adjudican todo tipo de conductas autoritarias, actorales, despóticas e inconsultas.
A La Campora – ya lo escribimos – se le endilgan las peores intenciones, y en el fondo envidian la pasión militante y la juventud de sus formados cuadros.
Pero, ¿quién puede dudar que el objetivo principal de esta campaña es el Secretario de Comercio, Guillermo Moreno?
Más allá de la mala intención de reparar en modos o estilos personales, Moreno viene desarrollando una tarea constante sin pausas ni agachadas en defensa de la mesa de los argentinos, de nuestra industria nacional, de una economía libre –en el sentido peronista del concepto– y de promoción y defensa de los valores nacionales.
Esta incesante labor que toca y recorta muchos intereses monopólicos y de abuso de posición dominante le han granjeado una caracterización absolutamente injusta y falaz, que impide que gran parte de la población repare en el gran servicio patriótico que está prestando.
En estos días está cerrando acuerdos con las majors norteamericanas de contenidos de cine y televisión, que tienen el 80% de lo que vemos en nuestras salas para que distribuyan producciones argentinas en el resto del mundo.
Seguramente no apelará sólo a la buena voluntad de los empresarios.
Algunos podrán catalogar como aprietes a la firmeza con que Moreno defiende el trabajo de artistas y técnicos locales y la visibilización de nuestro país, que es otra forma de seguir colocando otros productos industriales en todo el mundo.
El Grupo Clarín recibió el contundente 54% de los votos de octubre con una de las dos maniobras de que se valen los golpistas para derrocar gobiernos democráticos: el intento de provocar una corrida del dólar e incitar la fuga de capitales.
La Secretaría de Comercio defendió al país con medidas de ordenamiento y clarificación de los activos que querían huir y desfinanciar a los argentinos.
Por más que intenten cubrir con una espesa niebla que nos impida ver la profundidad y el sentido de todas las medidas del gobierno nacional y popular, lo que debe saberse, lo que hay que reiterar es que todos y cada uno de los funcionarios – incluido Moreno – son el Estado.
Que son piezas de un mismo engranaje que hace crecer y reparte entre los más vulnerables.
Que nadie actúa por cuenta propia.
Que el modelo lo conduce Cristina y que a cada uno le toca jugar un rol en la consolidación y profundización de las acciones de gobierno.
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