Miguel Miranda |
Por
Pablo Adrián Vázquez*
NAC&POP
02/11/2013
Las fotos más emblemáticas de la nacionalización de los ferrocarriles
argentinos de aquel 1º de marzo de 1948 son cuatro: el afiche del gaucho con un
tren en sus manos; otro poster con la imagen de una locomotora y los slogan
“Perón Cumple” y “Ya son Argentinos”, el acto frente a Retiro con el cartel de
la Independencia Económica; y un palco en forma de tren con tres ausentes y un
hombre de saco blanco.
Los ausentes fueron Perón (convaleciente por una operación), Evita que
acompañara a su esposo en el hospital y Raúl Scalabrini Ortíz, tribuno de la
Nación mezclado con el pueblo en dicho acto, y Miguel Miranda, aquel hombre
entrado en carnes, de peinado gardeliano y ropa clara para el mes final del
verano.
Figura casi olvidada del peronismo y de la historia económica argentina
fue el impulsor de las políticas de nacionalizaciones y estatizaciones de los
servicios públicos durante el primer peronismo.
Figura activa de la Unión Industrial Argentina, junto a Merlini y
Lagomarsino y cercano al proyecto del entonces coronel Juan Perón, fue nombrado
presidente del Banco Industrial en el
marco de los proyectos del Consejo Nacional de Posguerra.
Tuvo en sus manos un instrumento clave: El Instituto Argentino de
Promoción del Intercambio (IAPI), organismo estatal creado por decreto-ley
15.350 el 28 de mayo de 1946 por el
Presidente Edelmiro J. Farrell, pero elemento económico clave en la economía
peronista que lo tuvo como su director y
principal promotor.
Funcionó bajo la órbita del Banco Central, presidido por el propio
Miranda, con el fin de centralizar el comercio exterior y transferir recursos
entre los diversos sectores de la economía argentina.
Amparado por lo establecido en la Constitución Nacional de 1949,
inspirada por Arturo Sampay, blanqueó en lo jurídico la audacia de Miranda y
Perón en materia económica y de justicia social llevada a cabo por el I Plan
Quinquenal.
Denostado por la oposición por su intervencionismo y aventurismo,
siempre caricaturizado por Tristán en las páginas de La Vanguardia como una
naranja que fumaba habanos al servicio del “Nerón”.
El propio Perón explicó el acercamiento de Miranda a su proyecto:
“Comenzamos
a estudiar la realización de la primera etapa de la independencia económica: la
recuperación de la deuda y la compra de los servicios públicos.
Llamé
a una reunión privada a los técnicos en economía más calificados.
Me
perdí diez horas explicándoles mis planes...
Confieso
que me quedé defraudado pues, conversaron mucho, no dijeron nada y lo poco que
trajeron no lo entendí (…).
Me
convencí que no era asunto de técnicos, sino de comerciantes, y llamé a mi gran
amigo don Miguel Miranda, el “Zar de las finanzas argentinas”, como algunos le
llamaron.
El
había empezado como empleado con noventa pesos de sueldo y en diez años había
levantado treinta fábricas.
Le
conté el incidente con los técnicos y me dijo: “¡General!, ¿usted cree que si
fueran capaces de algo estarían ganando un sueldo miserable como asesores?”
-Pero
Miranda, le dije, vea que hay que comprar mucho y no tenemos dinero!
-Esa
es la forma de comprar, sin dinero, me dijo. ¡Con plata compran los tontos!
-Este
es mi hombre, pensé para mí…
Fue
allí mismo que entregué a Miranda la dirección económica, creando el Consejo
Económico Nacional y nombrándolo Presidente.
El
fue desde entonces el artífice de esa tremenda batalla que se llamó la
recuperación nacional que culminó con la
independencia económica argentina”.
Junto a José Ber Gelbar, impulsor de la Confederación General del
Trabajo, dieron alas al sueño peronista de una “burguesía nacional” que debía
tomar las riendas económicas en conjunto con los trabajadores organizados.
Su muerte en 1953, cumpliéndose 60 años de su desaparición, marcó un
tiempo de replanteos económicos y planes que el golpe del ‘55 abortó y que con
idas y vueltas se intenta reencausar.
PV/
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